El Paso de Kasserine: La derrota mas humillante de los EEUU durante la Segunda Guerra Mundial ✙💥

"Oye Brad ¿que paso en Kasserine? oí que fue un desastre"
- Aparentemente todo salio mal, les mandamos una de 75 y los "Krauss" nos devolvían otra de 88
El anterior es una dialogo ocurrido en la pelicula Patton (1970) entre el personaje principal, el general George S. Patton, y el General Omar Bradley, interpretados por George C. Scott y Karl Malden respectivamente.

A continuación trataremos de responder, un poco mas extensamente, la pregunta del "Viejo sangre y agallas".

▪ Cuidado con un zorro del desierto cuando está acorralado

Era el invierno de 1943, y los aliados tenían todas las razones del mundo para creer que estaban al borde de la victoria total en el norte de África, los GI estadounidenses se sentían mas que confiados mientras se preparaban para su primera batalla terrestre contra los alemanes. Hasta ese momento, no había sido una guerra difícil para ellos. Las tropas estaban bien alimentadas, bien pagadas y bien equipadas, especialmente en comparación con sus aliados, los "Tommies" británicos, desgarrados y envidiosos. Aún mejor, su bautismo de fuego había sido el tomar tierra en Argelia y Marruecos en noviembre de 1942, donde sus rivales habían sido los desmotivados soldados franceses de Vichy que, después de oponer resistencia al principio, no tardaron mucho en capitular.

Quizás derrotar a Hitler no sería tan difícil, después de todo.

Los GI iban a tener que aprender lo que sus primos británicos también habían aprendido por las malas: Nunca subestimes a los alemanes.

Pronto, el mariscal de campo Erwin Rommel, apodado el "Zorro del desierto" por los británicos, les enseñaría a los novatos estadounidenses una lección sobre el arte de la guerra en un polvoriento desfiladero llamado Paso de Kasserine.


Quizás los estadounidenses podían ser perdonados por su exceso de confianza. La legendaria racha ganadora de Rommel y su Afrika Korps había llegado a su fin en El Alamein, en noviembre de 1942. Ahora, perseguido por el Octavo ejército británico del mariscal de campo Bernard Montgomery, Rommel había abandonado a su "carne de cañón" italiano y se había retirado a lo largo de la costa norteafricana, casi 1400 millas, desde Egipto hasta Túnez.

Durante casi dos años, los ejércitos británico y alemán en África habían bailado al mismo ritmo: los británicos atacaban y gastaban sus suministros, los alemanes retrocedían a sus bases y contraatacaban, los británicos se retiraban ahora a sus bases y contraatacaban, “enjuagaban y repetían”.

Pero en El Alamein había sido diferente, fue una derrota a gran escala. Mientras el Octavo Ejército se recomponía y perseguía con cautela a Rommel desde el este, el Primer Ejército Británico y el II Cuerpo de los Estados Unidos desembarcaron en Argelia y Marruecos en el extremo occidental del Mediterráneo. Lo que significaba que Rommel iba a ser copado por dos lados, atrapado entre las pinzas aliadas, el desierto y el profundo mar azul.

Pero un zorro atrapado no es menos peligroso. Las “ruedas” aliadas fallaron durante la “Carrera por Túnez”, donde ambas partes se lanzaron para tomar ese puerto vital que sostenía ahora la logística del Eje, al final las tropas germanas expulsaron con relativa facilidad a los franceses de Henri Giraud. Los Aliados habían tardado demasiado, pero en su defensa podemos decir que se vieron perjudicados por la lluvia y el barro, los suministros deficientes, el escaso mando y la superioridad aérea alemana: la Luftwaffe operaba desde los aeródromos bien pavimentados de Túnez, mientras los aviones aliados se hundían en las pistas de tierra pantanosas.

Mientras que otro señor de la guerra podría haber intentado evacuar a sus tropas para luchar otro día, Hitler estaba dispuesto a sacrificar las suyas para retener una cabeza de puente, en la creencia (no del todo ilógica) de que era mejor hacer que los Aliados pelearan por ese pedazo de desierto africano a que pusieran pie en Europa continental. Para reforzar a los 50.000 soldados alemanes e italianos del Afrika Korps de Rommel, Hitler envió 112.000 hombres, así como más tanques (incluyendo un batallón de Tiger), aviones y suministros. Pronto el Quinto Ejército Panzer se unió al Panzerarmee Afrika de Rommel.

Justo un año antes, esa misma generosidad podría haberle dado a Alemania el Medio Oriente. Ahora Hitler solo estaba ganando tiempo para un milagro.


▪ Tunez, cabeza de puente

Túnez estaba protegida hacia el oeste por las montañas Atlas, que eran cruzadas por solo unos pocos pasos, incluido el de Kasserine. Los Aliados estuvieron a punto de cruzar esa cordillera, solo para ser detenidos por los Panzer y los Stuka. Para el teniente general Dwight Eisenhower, el comandante supremo del Mediterráneo, que solo dos años antes había sido un simple coronel en el Pentágono, esta también era una especie de bautismo. No solo había sido puesto al mando de medio millón de hombres, sino que también tenía que mantener la paz entre su colección de generales estadounidenses, británicos y franceses. Eisenhower, decidió detenerse y reagruparse, en el punto estratégico de Tébessa, para luego reanudar el avance con mas seguridad. El Primer Ejército Británico bajo el mando del Teniente General Sir Kenneth Andersen ocupó el sector norte, con el Francés Libre del XIX Cuerpo de Armee en el centro y el II Cuerpo estadounidense en el extremo sur de la cordillera. Dada la escasez de combustible en el ejército de Rommel, los Aliados no esperaban que éste intentaría realizar alguna maniobra ofensiva.

Pero su enemigo eligió no esperar. Fieles a su tradición de elegir el ataque sobre la defensa, los alemanes planearon golpear primero. Pero al igual que los Aliados, estaban divididos por la disensión entre Rommel y el general Hans-Jürgen von Arnim, el comandante del Quinto Ejército Panzer más cauteloso. Finalmente se ideó un plan que convirtió el cerco, en el que encontraban, en una ventaja: los ejércitos aliados del este y el oeste estaban separados por la cabeza de puente tunecina, lo que le daba al Eje la oportunidad de concentrarse en un ala Aliada, y luego en la otra. Mientras que el Octavo Ejército de Montgomery era mantenido a raya por las defensas de la Línea Mareth, la fuerza de asalto centrada alrededor de las Divisiones Panzer Décima y XXI golpearía a los estadounidenses en los pasos de Kasserine y Sbiba.

▪ Problemas de dirección

Los aliados no podrían haberlo dejado más fácil. Su avance desordenado había dejado a las columnas estadounidenses, británicas y francesas libres dispersas y desorganizadas. Peor aún, el II Cuerpo estadounidense era comandado por el teniente general Lloyd Fredendall, el primero de entre los malos generales estadounidenses del siglo XX. El historiador Martin Blumenson, bastante critico con el general en mención, describe el puesto de mando de Fredendall, ubicado a setenta millas detrás de las líneas del frente de la siguiente manera: 

"Los comandantes generalmente intentan establecer su cuartel general cerca de una carretera, adyacente a las instalaciones de comunicaciones existentes y lo suficientemente cerca de las unidades de combate para visitas convenientes. El de Fredendall estaba distante del frente alejado por un cañón, una quebrada a la que solo se podía acceder por un camino apenas transitable construido por los ingenieros de su cuerpo. Aunque las altas montañas y las laderas boscosas ocultaban su presencia, había excavado refugios subterráneos. Doscientos ingenieros trabajarían durante más de tres semanas en este proyecto, y luego lo abandonarían sin terminar bajo la amenaza alemana en Kasserine".

Fredendall era un “micromanager” que colocó sus batallones en lugar de dejar la decisión a sus subordinados en el lugar. Quizás tenía sentido en un mapa fortificar los montes o colinas tunecinas en puntos fuertes. Pero las cimas estaban demasiado separadas para apoyarse mutuamente, ni podían evitar que el enemigo se infiltrara a través de los valles. Tampoco ayudó el hecho de que Fredendall se la pasara discutiendo con el general Kenneth Anderson, comandante del Primer Ejército británico. Los estadounidenses en general se sentían incómodos con Anderson, considerándolo un escocés "triste y prototípico". Como a la mayoría de los oficiales británicos, le gustaba supervisar de cerca los planes tácticos de sus subordinados, que para las sensibilidades estadounidenses se sentía demasiado como una interferencia no invitada.

Por si fuera poco, el estadounidense tenía la costumbre de emitir órdenes usando palabras que nadie entendía. Su intención era confundir al enemigo por si éste estaba interviniendo sus comunicaciones, pero órdenes como “Mueva su comando, es decir, los niños que caminan, las armas de fuego, el atuendo de Baker y el atuendo que es el reverso del atuendo de Baker y los grandes compañeros de M, que está al norte de donde estás ahora, lo antes posible. Haga que sus hijos se reporten con el caballero francés cuyo nombre comienza con J en un lugar que comienza con D, que es cinco cuadrículas a la izquierda de M”, solo lograron confundir a sus propios hombres.

A los GI de Fredendall también les faltaba. No el coraje, sino la experiencia suficiente a sabiendas de que los ejércitos aprenden por las malas. La 34va División de Infantería, por ejemplo, estaba compuesta por miembros de la Guardia Nacional que carecían de aptitud física y habilidades básicas de soldado, como la lectura de mapas. Los estadounidenses no colocaron campos minados frente a sus posiciones, porque lo creían innecesario. Y cuando lo hicieron, en algunas zonas, los marcaban con banderas para que sus propias tropas no se toparan con ellos; los alemanes apreciaron la consideración mas adelante. Como vemos, las comunicaciones, el comando y el control resultaron inadecuados. En cuanto al equipo, el M4 Sherman era un tanque decente a principios de 1943, mientras que los cañones antitanques montados en medio riel eran vulnerables. Cuando después de la derrota el general Omar Bradley le preguntó a un soldado si las balas de ametralladoras alemanas podían penetrar en los portadores de tropas M3 de media vía, la respuesta fue: “No, señor, solo atraviesan la pared y se mueven un poco”.

Kasserine fue en realidad una serie de batallas perdidas. Las primeras víctimas fueron los franceses libres, que fueron expulsados ​​del Paso de Faid el 30 de enero por las tropas germano-italianas: una insuficiente respuesta blindada estadounidense fue diezmada por las poderosas armas antitanque alemanas. Envalentonado con esto, Rommel instó a un ataque masivo, para capturar Tébessa, que comandaría él mismo. Afortunadamente para los Aliados, los mandos alemanes modificaron el plan original y optaron por dos ataques separados, uno lanzado por von Arnim y el otro por el propio Rommel, que no iban a poder apoyarse mutuamente. El plan era muy sencillo: primero Rommel avanzaría hacía Sfax mientras Arnim tomaba Sidi Bou Said, y así tendrían dos alas abiertas para aplastar a los americanos en una pinza. Todo ello se realizaría con tan sólo 22.000 hombres.

▪ La ofensiva da inicio

La primera parte de la ofensiva alemana, la Operación Frühlingswind (“Viento de primavera”), comenzó en la madrugada del 14 de febrero. La Décima División Panzer atravesó el Paso Faid, usando una tormenta de arena cegadora como cobertura perfecta. Al mismo tiempo, la veterana 21 División Panzer corrió a través de las montañas al sur de Sidi Bou Zid, luego giró hacia el norte, con la intención de unirse con la décima. Los objetivos iniciales de los alemanes eran un par de colinas, conocidas localmente como djebels, que protegían el camino de Faid a Sebeitla. Después de rodear estos puestos de avanzada aliados, las tropas de von Arnim capturarían Sidi Bou Zid.

Las dos colinas en cuestión, Djebel Lessouda y Djebel Ksaira, flanqueaban a Sidi Bou Zid y parecían buenas posiciones defensivas, sobre el papel. Fredendall había colocado unidades de infantería en la cima de cada colina, con la intención de que redujeran el avance alemán hasta que las fuerzas mecanizadas estadounidenses pudieran lidiar con ellas. Desafortunadamente, había muy pocos hombres en las colinas, y estaban demasiado lejos los unos de los otros para proporcionarse apoyo mutuo. La infantería en la cima de cada colina se redujo a indefensos observadores de una debacle estadounidense que se desarrollaba rápidamente en las llanuras más abajo.

El coronel Thomas D. Drake, del 165º Regimiento de Infantería, 34ª División, estaba situado en Djebel Ksaira, observando el espectáculo con creciente frustración. Drake llamó por teléfono al puesto de comando de Sidi Bou Zid, advirtiéndoles que parte de la artillería estadounidense ya mostraba signos de pánico. Los comandantes en la retaguardia se negaron a creerlo, insistiendo en que los hombres solo estaban cambiando de posición. “¡Cambiando de posición, demonios!”, respondió Drake. “¡Sé reconocer el pánico cuando lo veo!”.

Por fin, los blindados estadounidenses avanzaron para enfrentar la creciente amenaza. La fuerza del coronel Louis V. Hightower, dos compañías de tanques y una docena de destructores de tanques, avanzaron desde Sidi Bou Zid para atacar de frente al décimo Panzer. Hightower y sus tripulaciones inexpertas eran valientes pero eran superados en número y se enfrentaban a un enemigo bien preparado. La artillería alemana de 88 mm anotó golpe tras golpe, convirtiendo a los tanques estadounidenses en ataúdes en llamas uno por uno. Los M4 Sherman, que por alguna razón se habían apodado “Honey”, recibieron un apodo más burlón, si bien preciso, por los alemanes: “Ronson”, después de encenderse, porque estallaban en llamas con mucha facilidad. 

La combinación de proyectiles de artillería alemanes y fuego de tanques de largo alcance resultó demasiado para los hombres de Hightower, que intentaron en vano llevar a cabo una retirada. El propio tanque de Hightower fue noqueado, pero no antes de que destruyera cuatro Panzer. Hightower y su tripulación lograron escapar del campo de batalla en medio del humo y el polvo. Fueron los afortunados; solo 7 de los 51 tanques de Hightower sobrevivieron a la derrota. Los otros 44 se perdieron, y Sidi Bou Zid tuvo que ser abandonado.

▪ Un contraataque desastroso

En poco tiempo, el 21º Panzer se unió al 10º Panzer, y avanzaron rápidamente para consolidar sus ganancias. Los 2.500 soldados de infantería estadounidenses en las dos colinas estaban ahora aislados, eran literalmente islas de resistencia en un mar alemán. Drake todavía sostenía obstinadamente a Djebel Ksaira y John Waters, el yerno de George Patton, sostenía a Djebel Lessouda, pero las posibilidades de una ruptura exitosa disminuían cada hora. Mientras tanto, de vuelta en su cuartel general, Fredendall se negó a permitir que Waters y Drake escaparan mientras aún había tiempo. Su terquedad se vio agravada por suposiciones erróneas y mala inteligencia. El general británico Anderson, superior de Fredendall, estaba convencido de que el ataque alemán en Sidi Bou Zid era simplemente un ataque de distracción para un golpe más grande más al norte. La inteligencia aliada también insistió en que solo había una división Panzer en el sur. Como resultado, solo un batallón de tanques: El 2º Batallón del Coronel James Alger del 1er Regimiento Blindado, fue enviado para enfrentarse con los alemanes y rescatar a los estadounidenses atrapados en las dos colinas.



El equipo de Alger era bueno, pero sus tácticas eran malas y sus hombres eran valientes pero inexpertos. No sabían que iban a enfrentar no a una sino a dos divisiones Panzer. El resultado fue un ejemplo de lo que no se debe hacer en la guerra blindada del desierto. El contraataque de Alger comenzó el 15 de febrero. Los 58 Sherman se adelantaron a gran velocidad, lo que significaba que enormes nubes de polvo marcaban su paso. Se levantó tanto polvo que las tripulaciones quedaron cegadas, y las gruesas columnas de polvo los hicieron fáciles de detectar y apuntar. Los tanques estadounidenses avanzaron en una formación en forma de V. Era como una carga de caballería a la antigua, pero los alemanes estaban a punto de traer a los estadounidenses gustosamente al siglo XX.

La artillería alemana escondida en medio de olivares abrió fuego, y los tanques alemanes atacaron los flancos de Alger. En poco tiempo, los estadounidenses quedaron atrapados. Solo cuatro tanques lograron escapar de la debacle. El batallón completo fue aniquilado, con 54 tanques perdidos y unos 300 hombres muertos, heridos o capturados, incluido Alger, quien fue hecho prisionero. El comandante de división mayor general Orlando Ward se quedó literalmente en la oscuridad acerca del resultado del ataque. Se levantó tanto humo y polvo en la batalla que solo pudo informar a Fredendall: “Podríamos haberlos golpeado, o podrían habernos golpeado a nosotros”. Pronto quedó claro quién había dado el golpe.

Al darse cuenta por fin de que el rescate era imposible, Fredendall dio un permiso tardío a las dos fuerzas atrapadas en la cima de las colinas para intentar escapar por su cuenta. Drake condujo a sus hombres por las laderas de Djebel Ksaira al amparo de la oscuridad, pero pronto se encontró con tanques alemanes, que lo rodearon a él y a sus 600 hombres, fueron hechos prisioneros.

Waters y muchos de sus comandos también fueron tomados prisioneros, con quizás un tercio, aproximadamente 300, de los 900 originales que regresaron a las líneas aliadas. Toda la línea aliada estaba en peligro, y los alemanes parecían al borde de una gran victoria. No quedaba nada más que hacer que recurrir a la siguiente línea de defensa: la cadena montañosa occidental, a unas 50 millas de distancia. Con suerte, los pasos occidentales, en particular el vital Paso de Kasserine, podrían defenderse y la ofensiva alemana seria detenida.

▪ La retirada caótica

La retirada resultó ser una pesadilla. El maltratado II Cuerpo había sido gravemente derrotado, y con esa derrota vino una crisis de confianza. Fredendall, que había evacuado su puesto de mando a un lugar aún “más seguro”, se quejó a Eisenhower: “En este momento, 1er regimiento blindado [está] en un mal estado de desorganización. Ward parece cansado, preocupado y me ha informado que traer nuevos tanques sería lo mismo que entregarlos a los alemanes. Bajo las circunstancias [yo] no creo que deba continuar al mando. Necesito a alguien con dos puños de inmediato”. Eisenhower no tenía intención de eliminar a Ward, pero sí envió a uno de sus hombres de confianza, el mayor general Ernest Harmon, para que asesorara a Fredendall “durante las condiciones inusuales de la batalla actual”.

Las carreteras que conducían al oeste estaban repletas de vehículos estadounidenses que huían, proporcionando objetivos fáciles para los Stuka alemanes que caían del cielo como furias vengativas. Eisenhower, quien se había ido del frente antes de la batalla para regresar a su cuartel general en Constantine, Argelia, comenzó a enviar refuerzos hacia Sbeitla, una antigua encrucijada romana a 13 millas al noroeste de Sidi Bou Zid. “Nuestros soldados están aprendiendo rápidamente”, informó Eisenhower al Jefe de Estado Mayor del Ejército, general George C. Marshall. “Le aseguro que las tropas que salgan de esta campaña serán tácticas y tácticamente más eficientes”.

▪ Rommel en marcha

Mientras tanto, la Operación Morgenluft ("Aire de la mañana") había iniciado al sur. Rommel se encontró con poca resistencia, y el Mariscal de Campo estuvo encantado cuando el aeródromo aliado de Telepte fue capturado con 50 toneladas de valioso combustible y lubricantes muy necesarios en la mañana del 17. Sin embargo, Rommel, de mentalidad ofensiva, estaba perturbado por el hecho de que von Arnim no hubiese explotado completamente sus éxitos en Sidi Bou Zid. Von Arnim argumentó que no podía avanzar demasiado porque la situación del suministro y el combustible era dudosa en el mejor de los casos. El Zorro del Desierto no estaba convencido de eso.

Rommel quería reunir todas las fuerzas del Eje disponibles para un gran ataque a través del Paso Kasserine. Una vez superado éste, podría lanzarse a capturar el principal depósito de suministros aliados en Tebessa y luego continuar hacia la costa tunecina en Annaba (Bone). Con un poco de suerte, este empuje del noroeste lo llevaría detrás del Primer Ejército Británico de Anderson, que podría quedar atrapado y aniquilado a voluntad de los alemanes. El audaz plan de Rommel dependía de una acción inmediata, pero sus superiores tenían que aprobarlo primero. Se desperdició al menos un día mientras Kesselring y el alto mando italiano reflexionaban sobre ello. Al final, la propuesta recibió luz verde bajo el nombre en clave de Sturmflut (“Huracán”), pero fue una versión algo vaga y diluida de la propuesta inicial del Mariscal de Campo. Bajo Sturmflut, las fuerzas del Eje debían desplegarse a través del Paso Kasserine, luego dirigirse en dirección a Le Kef. En comparación con el plan original de Rommel, se trataba de una envolvimiento superficial y poco entusiasta de las fuerzas aliadas, pero algo era mejor que nada. Todo lo que Rommel sabía con certeza era que tenía luz verde y actuó en consecuencia. La batalla por el Paso de Kasserine estaba a punto de comenzar.

En ese momento la tarea urgente de Fredendall era evitar cualquier cruce de la cordillera por parte de los alemanes, pero ¿por donde iba a atacar Rommel? Kasserine no era el único paso que atravesaba las montañas, por lo que extendió sus fuerzas para cubrir todas las posibilidades. Algunas unidades británicas y francesas acudieron a ayudar, pero las defensas aliadas seguían siendo débiles. Kasserine fue inicialmente defendida por el 19º Regimiento de Ingenieros de Combate del Coronel Anderson Moore, una unidad cuyas tareas principales eran la construcción, no la lucha. Fredendall convocó al coronel Alexander Stark de la 26va infantería y le dijo que sostenga el pase. “Quiero que vayas a Kasserine de inmediato”, dijo Fredendall, “y hales un Stonewall Jackson”. Era típico de Fredendall cuando emitía órdenes hacer bromas coloridas, frases que contenían poca sustancia real. Stark llegó al Paso Kasserine el 19 de febrero.
Mapa de las operaciones realizadas durante la Batalla del Paso de Kasserine

▪ El asalto de Kasserine


El Paso de Kasserine es un angosto desfiladero rocoso el cual en su lado occidental se amplia en una cuenca que se divide en dos caminos. Uno conduce hacia el oeste a Tebessa y la base vital de suministros aliados, mientras que el otro se dirigía hacia el norte hasta la ciudad de Thala. Los estadounidenses tenían posiciones de artillería en ambas carreteras, listas para concentrar el fuego cuando el enemigo emergiese del estrecho cuello de botella de Kasserine.

El 19 de febrero un viento frío calo en los soldados hasta los huesos, y las lluvias torrenciales aumentaron la incomodidad. Los alemanes intentaron escabullirse a través de las posiciones estadounidenses al amparo de una espesa niebla envolvente, pero fueron detectados. La artillería estadounidense pronto los envío de regreso a su punto de partida. El ataque alemán era dirigido por el general Karl Bulowius, quien parecía despreciar tanto a los estadounidenses que siguió ordenando asaltos directos. Alrededor de las 3:30 pm, Bulowius envió a los alemanes hacia adelante una vez más, esta vez respaldados por tanques italianos. Se toparon con campos minados colocados allí antes por los sufridos ingenieros y fueron detenidos en seco. 

Bulowius, todavía confiado, espero la llegada de la noche. Los alemanes se infiltrarían en las defensas estadounidenses al amparo de la oscuridad, deslizándose por las colinas y las crestas que formaban las elevaciones de Kasserine. Estos asaltantes fantasmas tuvieron mas éxito ante las inexpertas unidades ya agotadas por los intensos combates. El pánico se volvió contagioso, y la situación era tan frenética que algunos oficiales no sabían lo que estaba pasando. Los soldados estadounidenses, individualmente y en pequeños grupos, abandonaron sus posiciones y buscaron seguridad en la retaguardia.

▪ La conquista del Paso

El sábado 20 de febrero amaneció frío y húmedo, pero los alemanes aún no habían logrado el avance deseado. Rommel había llegado y no estaba contento con lo que vio. El tiempo lo es todo en la guerra, y Rommel sabía que no le quedaba mucho para lograr la victoria. El octavo ejército de Montgomery todavía estaba lejos hacia el este, pero se acercaba rápidamente a la línea Mareth. "Esos tipos son demasiado lentos", se quejó a los ayudantes cuando encontró que la Décima División Panzer descansaba cómodamente cerca de Sbietla. Cuando el general Fritz von Broich explicó torpemente que estaban esperando que un batallón de infantería atacara primero, Rommel explotó. "Ve a buscar el batallón de motocicletas tú mismo y llévalo a la acción también", ordenó. Estaba cansado de escuchar excusas tontas de sus subordinados menos atrevidos.
Soldados ingleses observando los Nebelwerfer capturados al ejercito alemán

La presencia de Rommel tuvo un efecto positivo, y por un tiempo pareció como si los días embriagadores de 1941-1942 hubieran vuelto. Los alemanes emplearon un arma relativamente nueva, el Nebelwerfer, un lanzacohetes múltiples, que los estadounidenses rápidamente llamaron "Screaming Meemies" debido a los sonidos aterradores que hacia al disparar. La Décima División Panzer finalmente se movió a través del paso en vigor, solo para ser recibida por un puñado de tanques británicos Valentine, Crusader y destructores de tanques estadounidenses colocados como obstáculos. Los británicos y los estadounidenses lucharon valientemente, pero el resultado nunca estuvo en duda. La fuerza aliada, superada en número y calidad de armas, fue destruida. Veintidós tanques aliados y 30 semiorugas cubrían el suelo del valle. 


De está manera los alemanes atravesaron la parte principal del Paso Kasserine y aparentemente estaban a punto de un gran avance. Una vez en el lado occidental del paso, Rommel se encontró ante dos caminos, uno que iba hacia el suroeste hacia el centro de suministros de Tebessa, el otro hacia el norte a Thala y luego a la ciudad de Le Kef. Le Kef era el objetivo nominal de Sturmflut, pero Rommel se mostró indeciso ahora en su idea de envolver al Primer Ejército británico. Al final, el Mariscal de Campo envió sus fuerzas por ambas rutas. el Afrika Korps avanzó por el camino hacia Tebessa, mientras que el 10º Panzer se dirigió hacia el norte, hacia Thala y Le Kef. En este momento, más y más unidades aliadas estaban llegando y siendo redistribuidas a la batalla, endureciendo la resistencia. El comando del Coronel Paul Robinett de la Primera División Blindada le hizo pasar a los alemanes un mal momento en el camino de Tebessa. Los disparos precisos de tanques y artillería paralizaron su avance, y la infantería estadounidense hizo retroceder a los alemanes y de hecho recapturó algunos equipos que se habían perdido antes. Incluso Rommel admitió mas tarde que el enemigo había contraatacado "muy hábilmente".

Las fuerzas alemanas que conducían por la carretera del norte disfrutaron de un mayor éxito contra las fuerzas aliadas que defendían Thala. La 26ª Brigada Blindada del general Charles Dunphie luchó duro pero su equipo no pudo igualar a los tanques alemanes. Los británicos Crusader y Valentine eran inferiores en armamento y blindaje. Pronto el paisaje desértico estuvo cubierto de carros británicos destruidos. Dunphie se retiró a una cresta a tres millas al sur de Thala, después de haber perdido 38 tanques, 28 cañones y 571 hombres capturados. Las defensas británicas se habían derrumbado, y el camino a Thala estaba abierto.

El mariscal de campo Harold Alexander, un comandante británico experimentado e imperturbable, se sorprendió cuando visitó el II Cuerpo. "La confusión entre las unidades en retirada, la incertidumbre entre los comandantes y la falta de un plan de defensa coordinado lo convencieron de que eran necesarias medidas drásticas para restablecer la estabilidad", relata Blumenson. Las drásticas medidas de Alexander fueron ordenar que se detuviera la retirada y que los defensores lucharan, mientras llegaban los refuerzos británicos y estadounidenses. Al igual que en la Batalla de las Ardenas, no sería la última vez que los británicos ayudaron a "arreglar" un desastre estadounidense.
Prisioneros estadounidenses marchando en columna 

▪ El último golpe


Las fuerzas del eje habían salido victoriosas, pero no resultaron ilesas. Las pérdidas de personal alemanas e italianas habían sido relativamente leves, aunque algunas unidades italianas individuales habían sido diezmadas. Pero el principal problema era la escasez paralizante de combustible y municiones. Cada vez más unidades aliadas entraban en la lucha, algunas de lugares tan lejanos como Marruecos, y los avances del Eje, al principio tan prometedores, se habían ralentizado o habían sido detenidos en seco. El 21 de febrero, El general estadounidense LeRoy "Red" Irwin llegó a Thala con tres batallones de artillería y dos compañías de cañones, un total de 48 armas en total. A pesar de haber realizado una agotadora marcha forzada de cuatro días y 800 millas desde el oeste de Argelia, los hombres de Irwin se trasladaron de inmediato para apoyar a los exhaustos británicos.
Artillería inglesa repeliendo la ofensiva alemana durante la última fase de la batalla

A la mañana siguiente, el décimo Panzer se encontró con un atronador bombardeo de artillería aliada. Von Broich, que después de la reprimenda de Rommel, se había lanzando al frente con un batallón de motociclistas y había tenido que librar un brutal combate cuerpo a cuerpo con los defensores británicos, suspendió el avance. Después de leer un mensaje interceptado del comandante británico declarando que "no hay más retirada bajo ninguna excusa", Rommel se dio cuenta de que los Aliados tenían la intención de detenerlo ahí donde estaban, o morirían en el intento. Con combustible para solo 250-300 kilómetros, Rommel, se convenció de que los alemanes habían perdido la oportunidad de dar el golpe decisivo, se dio cuenta de que el juego había terminado. Las fuerzas del Eje, aun con la ventaja a su favor, se retiraron y Rommel movilizo sus fuerzas para realizar un ataque infructuoso contra el Octavo Ejército.


▪ Observaciones finales


Estratégicamente, la aplastante derrota de Kasserine no cambió nada más que retrasar el final durante unas pocas semanas. Hitler ya había tomado la decisión de mantenerse en África y sacrificar a sus veteranas tropas. Fredendall fue enviado a la reserva, y Patton con Bradley hicieron su entrada en la guerra. Los Aliados aprendieron, con este "curso intensivo", lecciones amargas sobre entrenamiento, comando, apoyo aéreo, logística y cómo pelear una guerra multinacional. 
El general George Patton examina el valle de El Guettar durante la batalla del mismo nombre

Sin embargo, Kasserine dejó un residuo amargo que envenenó la causa aliada por el resto de la guerra. Confirmó lo que los británicos creían de los estadounidenses, que eran soldados inferiores, amateurs, suaves y malcriados que necesitaban la orientación gentil pero firme de sus primos ingleses más sabios y experimentados.


Para los generales británicos como Montgomery y Alanbrooke, Kasserine fue una prueba de que los británicos tenían razón al instar a una estrategia indirecta de destruir a Alemania mordisqueando la periferia nazi en lugares como Italia y los Balcanes, en lugar de la opinión estadounidense por un asalto directo a Francia y luego Alemania.

Ese prejuicio era irónico, considerando que el ejército británico era el que había sido golpeado regularmente por las legiones de Hitler. Pero Kasserine les dio la ventaja de insistir en que el teatro europeo debería ser dirigido por generales británicos, de acuerdo con la estrategia británica.

Para los comandantes estadounidenses, no cortos en arrogancia, la actitud de sus aliados fue insultante. Y peor, esto había sido un golpe de cara con la realidad. Las campañas del norte de África e Italia de 1942–43 fueron la última vez que las fuerzas británicas y de la Commonwealth contribuirían con la mayor parte del poderío militar aliado. Para 1944, con Estados Unidos totalmente movilizado y Gran Bretaña quedándose con menos recursos humanos, los estadounidenses serían el socio principal, y los británicos lo sabían.

La venganza por Kasserine llegó el 13 de mayo de 1943, con la rendición de las fuerzas del Eje en Túnez. En las jaulas de alambre de púas ingresaron 275.000 prisioneros alemanes e italianos, más que en Stalingrado. Von Arnim estaba entre ellos, pero no Rommel, que había regresado a Europa.

¿Y la última palabra sobre la Batalla del Paso de Kasserine? Le dejaremos eso al Zorro del Desierto. Fue Rommel quien dijo de los estadounidenses que nunca había visto tropas tan mal preparadas para el combate, pero que aprendían muy rápido.

✍ Autores: Michael Peck y Eric Niderost


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