Señores de la Guerra: Hindenburg y Ludendorff 💢💢

El mariscal de campo Paul von Hindenburg y su “Quartermaster” el general Erich Ludendorff fueron los símbolos de la fortuna alemana en la Gran Guerra (1914-1918). Ambos llevaron a la práctica el concepto de La Guerra Total en su aplicación más pura y extrema. Fueron, junto al general Max Hoffman, los autores de la trascendental victoria en Tannenberg en agosto de 1914, cuando las fuerzas alemanas en el frente oriental destrozaron a los dos ejércitos rusos invasores que amenazaban la retaguardia del Reich y se convirtieron en piezas clave para la derrota y rendición, y podríamos decir que también la desaparición, del Imperio Ruso de los Romanov.


Pero también estuvieron profundamente involucrados en la secuencia de desastres que obligaron a Alemania a solicitar el armisticio en el otoño de 1918.

Hindenburg y Ludendorff eran caudillos en el sentido más literal. En los últimos meses de 1917, eran los hombres más poderosos de Alemania. El aparato militar que controlaban sujetaba al Imperio Alemán con puño de hierro. Ningún político, ni siquiera el propio Káiser, podía desafiar su preeminencia.

La explicación para esta simbiosis, sin paralelos en la historia, radicaba en la química única que había entre ambos personajes. Ludendorff era un nervioso y adicto al trabajo propenso a cambios de humor violentos. Llegó a sufrir tanto estrés emocional e insomnio durante la última fase de la guerra que se le tuvo que imponer un régimen de rutinas de relajación que incluía el canto de melodías populares y la contemplación de las flores.

Hindenburg, por el contrario, era una figura imponente y carismática con bigotes erizados y una cabeza casi rectangular; irradiaba calma y confianza en todo momento. Ludendorff fue el táctico y estratega más brillante, así como uno de los mejores organizadores militares que el mundo haya conocido, pero Hindenburg fue el comunicador más talentoso. Ludendorff trabajó como una mula detrás de escena, pero se contentó con ver a Hindenburg emerger como una figura de adulación nacional. Fue una asociación sumamente efectiva en tiempos de guerra. Ludendorff fue la fuerza motriz de ésta y Hindenburg el factor de equilibrio. La naturaleza más tranquila del hombre mayor sirvió como correctivo para el temperamento ansioso del menor, a la vez más brillante y menos estable. Ludendorff podía soportar la tensión de la responsabilidad cuando las cosas iban bien, pero en momentos de crisis era susceptible a la distracción nerviosa; Hindenburg conservó una impasividad estoica ante el triunfo y el desastre. Juntos formaron la combinación militar más sorprendente de la historia.

Un Hindenburg tranquilo y a un Ludendorff en lo suyo, analizando mapas y trazando estrategias.

Con una efectividad impresionante, Hindenburg y Ludendorff usurparon el poder sobre el estado alemán. Explotaron su posición en la cúspide de las fuerzas alemanas en el frente oriental para ahuecar la autoridad del ejecutivo civil. Repetidamente chantajearon al Káiser para que aprobara todos sus proyectos. Una vez establecidos en el comando supremo, eliminaron a los políticos moderados más prominentes y los expulsaron de la vida pública, hasta que no quedó nadie que pudiera hacer frente a su dictadura. Sin embargo, al reclamar estos poderes supremos, no eran accionados por la ambición personal. Ambos eran despiadados y arrogantes, pero no personalmente ambiciosos. La suya fue una voluntad dinámica de fanáticos, que conducen directamente a su objetivo sin pensar en aquellos que se interponen en su camino.

Paul von Beneckendorff und von Hindenburg
(Posen, 2 de octubre de 1847 - Neudeck, 2 de agosto de 1934) 

Inmersos en la obediencia disciplinaria de la tradición militar, consideraban a Alemania como una gran máquina que respondía a su voluntad y no como un organismo industrial altamente sensible y complejo, y le exigían la misma disposición para lograr la victoria completa que consideraban inherente. De esta manera, en el frente interno, las duras políticas del liderazgo militar produjeron privación y descontento generalizado. Para empeorar las cosas, después de haber prolongado la guerra en busca de una victoria quimérica de conquista, ambos Señores de la Guerra se negaron a aceptar la responsabilidad de la derrota alemana, la rendición alemana o la paz resultante. En cambio, extendieron el mito de que las fuerzas armadas de Alemania habían sido “apuñaladas por la espalda” por la izquierda política en el país.

Erich Friedrich Wilhelm Ludendorff
(Kruszewnia, Prusia, 9 de abril de 1865-Múnich, 20 de diciembre de 1937)

Fue esta obstinada convicción la que privó a Alemania de los servicios de sus dos estadistas más ilustrados en tiempos de guerra, Bethmann-Hollweg y Kuhlmann, quienes fueron sacrificados por el Káiser para satisfacer a los jefes de su estado mayor. Los resultados de tal situación no podían ser sino desastrosos, ya que mientras el genio estratégico del comando supremo estaba logrando éxitos militares, su ineptitud política impidió que estos éxitos fueran explotados diplomáticamente.

Por ejemplo, en el verano de 1917, Michaelis, el canciller títere cuyo nombramiento Ludendorff e Hindenburg habían ideado como sucesor de Bethmann-Hollweg, rechazó una oferta de mediación por parte del Papa, simplemente porque el comando supremo se negó a considerar la restauración de la independencia belga.

Usaron el poder a sus órdenes con un efecto desastroso. Quizás el peor error de todos fue la decisión de empujar al gobierno a declarar una guerra submarina irrestricta en enero de 1917. Este gesto finalmente inútil llevó a los Estados Unidos a la guerra y condenó a Alemania a ser derrotada por sus enemigos. Otro error grave fue la anexión, a través de la Paz de Brest-Litovsk, de los vastos territorios orientales que inmovilizó la escasa mano de obra y los recursos que tanta falta hacían en su patria. Además, las duras condiciones impuestas a los rusos le mostro a los aliados el tipo de paz que podrían esperar de una Alemania dominada por el comando supremo, y les confirmó su creencia de que la guerra debía librarse hasta el final para lograr la derrota alemana.

Después del colapso de las fuerzas armadas imperiales en 1918, Ludendorff mostró su verdadero temple al huir del país disfrazado. Más tarde se repatrió a Baviera, donde se involucró en el oscuro mundo sectario de la extrema derecha. Después de haber colaborado brevemente con Hitler a principios de la década de 1920, se dejó llevar por la fantasía racista nórdica. Hindenburg, por otro lado, hizo una segunda carrera brillante: siempre había sido el operador político más eficiente de los dos. Aunque era un convencido monárquico, hizo las paces con la nueva élite política republicana y fue elegido presidente en 1925. En enero de 1933, el hombre a quien el Káiser había designado para salvar a Alemania le paso esa misión a un ascendente político de origen austríaco, pero esa historia ya la conocemos...

🌐 Fuentes:

"La Diplomacia Secreta Durante las dos Guerras Mundiales", Jacques De Launay, 1966
www.vqronline.org
es.wikipedia.org
www.telegraph.co.uk
www.britannica.com

Share:

Jantipo el espartano vencedor de los romanos ⚔

Jantipo de Lacedemonia, también conocido como Jantipo de Cartago, fue un general mercenario de origen espartano empleado por Cartago durante la Primera Guerra Púnica. Dirigió al ejército cartaginés en la exitosa defensa de sus posesiones africanas, entrenando previamente a los soldados púnicos hasta alcanzar un nivel profesional con lo que pudieron derrotar a los romanos en la Batalla de Bagradas o Túnez, destruyendo a la fuerza expedicionaria romana y capturando al cónsul romano Marco Atilio Regulo en el 255 a. C.

Jantipo, ilustración de Kirill Kanaev.

Diodoro nos dice que Jantipo era el líder de una pequeña banda de mercenarios espartanos reclutados por Cartago durante la guerra. Polibio añade que llamó la atención de los líderes cartagineses cuando criticó el comportamiento de sus generales, argumentando que eran ellos, y no los romanos, los que habían habían causado la debacle cartaginesa. La élite de Cartago alarmada por las recientes derrotas de sus generales nativos, hizo caso a sus palabras y lo pusieron al mando de su ejército. A pesar de la preocupación inicial entre los cartagineses de que Jantipo no estaría a la altura de la tarea, éste seria capaz de transformar al ejército cartaginés, conformado en su mayor parte por ciudadanos, ya que la mayoría de mercenarios se hallaba en Sicilia, en una moderna fuerza de combate acorde a los métodos de batalla helenísticos y sobretodo influyendo de confianza en sus hombres convenciéndolos que podían enfrentarse de igual a igual con los temibles legionarios romanos.

Como soldado mercenario de experiencia, Jantipo además de enseñar nuevos métodos de combate le dio confianza en sí mismo al infante púnico.

Polibio atribuye a Jantipo la creación del moderno despliegue cartaginés a partir de la batalla de Túnez (Bagradas). Colocó a los ciudadanos en el centro en formación de falange, con los mercenarios sosteniendo el flanco derecho. Dispuso que los elefantes fueran colocados "a una distancia adecuada" por delante de la falange, y su caballería en las alas con el apoyo de más infantería mercenaria, donde pudieron usar su superioridad numérica para abrumar a sus homólogos romanos y atacar los flancos romanos. Como sabemos la batalla termino en una aplastante victoria púnica con casi todas las fuerzas enemigas destruidas.

Batalla de Bagradas o Túnez. Los elefantes del ejército púnico hacen estragos en las líneas romanas.

Después de su victoria, Polibio dice que Jantipo navegó a Grecia. Diodoro en cambio da cuenta de su muerte. Según él, después de la batalla de Túnez (Bagradas), Jantipo fue enviado a Sicilia para defender la ciudad de Lilibeo, que era asediada por los romanos. Inspiró coraje y dirigió un ataque derrotando a los sitiadores. Celosos de su éxito, y creyéndose liberados de la amenaza romana, los senadores cartagineses lo licenciaron y le dieron un barco que supuestamente se hundió en el mar en su viaje a casa. John Lazenby argumenta que esta historia es completamente inverosímil, afirmación respaldada por el informe de un Jantipo siendo hecho gobernador de una provincia recién adquirida por Ptolomeo Evergetes de Egipto en 245 a. C. Además, está respaldado por la afirmación de Polibio de que Jantipo regresó directamente a Grecia en lugar de detenerse en Lilibeo.

Silio Italico afirma que tres hijos de Jantipo, llamados Jantipo, Eumaco y Critias, sirvieron bajo el mando de Aníbal como soldados mercenarios de caballería y murieron en la Batalla de Ticino.
Share:

Los tres primos emperadores y los celos 😒👑

La Guerra de los Ducados (1864), que enfrentó a Prusia y Austria contra Dinamarca, fue uno de los primeros pasos llevados a cabo por Bismarck para unir a toda Alemania. Y si bien el éxito le sonrió al final, es posible que una de las consecuencias a largo plazo de ese conflicto halla sido fundamental a la hora de definir el frágil equilibrio europeo.

Los 3 primos de rango imperial

El monarca danés Cristian IX (1818 - 1906), apodado "El suegro de Europa", tenia por costumbre reunir a toda su familia en las vacaciones en una de sus residencias veraniegas; allí acudían sus dos hijas Alexandra y Dagmar que estaban muy unidas y que pronto empezaron a llevar a sus retoños. Entre los hijos de ambas se hallaban dos muchachos que guardaban un gran parecido físico entre sí y que desde muy pequeños hicieron una gran amistad. Esto no tendría nada de extraordinario si no fuera por el hecho de que los dos estaban destinados a convertirse en monarcas, Jorge V de Gran Bretaña y en el zar Nicolás II de Rusia.

Así mismo en estas vacaciones danesas, estaban excluidos todos aquellos que formaran parte de la clase dirigente del nuevo Imperio Alemán. El motivo era que Dinamarca había sido una de las grandes perjudicadas del proceso de unificación alemana, en el que pasaron a formar parte del imperio germano las antiguas posesiones danesas de Schleswig-Holstein. Además, entre los invitados regulares a las vacaciones de la familia real danesa se encontraban los miembros de otras casas reales de los antiguos estados independientes que habían sido incorporados o absorbidos en el proceso de unificación alemana.

Como consecuencia de todo ello, cualquier miembro de la familia real alemana (Hohenzollern) era persona "no grata" en Dinamarca. Esto incluía al heredero de la corona Federico, su esposa la inglesa Victoria y al hijo de ambos, el futuro káiser Guillermo II. Así, este se vio excluido del círculo de amistades formados por sus dos primos británico y ruso, a lo que se unió un complejo de amor-odio hacia su madre Victoria que Guillermo trasladó a todo lo relacionado con Gran Bretaña.

El rey Cristián IX de Dinamarca con su familia en el Palacio de Fredensborg en 1883 de Laurits Tuxen, en la imagen podemos ver a sus poderosos yernos y entre los jóvenes a 2 de los primos hermanos "Georgie" y "Nicky"

Con el tiempo, por razones geográficas, el Káiser mantuvo mas cercanía con su primo ruso, pero cuando había una reunión de familia en algún lugar de Europa, aparte de Dinamarca, veía con celos como su primo ruso prefería la compañía de su primo británico. El ultimo ejemplo de esto fue cuando se reunieron en la boda de la hija de Guillermo en Berlín (1913). Durante la cena de gala, fue extraño y hasta gracioso ver a Nicolás y Jorge tratando de deshacerse de Guillermo para quedarse a solas y éste, celoso y desconfiado, interrumpiéndolos todo el rato.

Era un vivo reflejo de lo que sucedía entre sus imperios ad portas de la Gran Guerra.

Share:

Churchill y el arte del insulto 🎩🚬

Winston Churchill además de haber sido Primer Ministro del Reino Unido, dos veces, y uno de los lideres aliados durante la Segunda Guerra Mundial, es considerado uno de los mejores oradores y escritores del siglo XX. Destacándose entre muchas cosas por 'sazonar' sus discursos con frases generalmente dirigidas a sus oponentes. Razón por la cual se le conoció como “la víbora de Downing Street” (calle donde quedaba la residencia del Primer Ministro). Sea con frases indirectas u otras muy directas, como se dice 'a la yugular', el inglés fue un auténtico maestro de la injuria elocuente.


Veamos.

Célebres fueron sus diatribas contra Neville Chamberlain y su política conciliadora antes de la Segunda Guerra, como por ejemplo dijera alguna vez: “En las profundidades de esa alma polvorienta [la de Chamberlain] no hay sino la más abyecta perdición… contempla los asuntos exteriores desde el interior de un cloaca municipal…”, o está otra, “...Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”, además de la famosa “le dieron a elegir entre la guerra o la deshonra, eligió la deshonra y ahora también tendrá la guerra”.

Para referirse al primer ministro Attlee empleaba estos otros calificativos: es “un cordero con piel de cordero”. Bastante sutil. En otra ocasión para describir a su rival político dijo: “es un hombre modesto con buenas razones para serlo” o un chascarrillo como “Un taxi vacío se detuvo en Downinng Street. De él bajo Clement Attlee”, bastante fino.

Siempre tuvo 'las precisas' para sus colegas en la política. Con respecto a Sir Stafford Cripps, dijo: “Tiene todas las virtudes que desprecio y ninguno de los vicios que admiro”. Hablando del político conservador Stanley Baldwin, Churchill dijo: “Baldwin no hace mal a nadie, pero habría sido mucho mejor para Inglaterra si él nunca hubiese nacido”. Un poco fuerte quizás. En otra ocasión, hablando de un joven diputado liberal que se unía al Partido Laborista, dijo: “Es la primera vez en mi vida que veo una rata nadando hacia un barco que se hunde”.

Para repartir 'elogios', no hacía distinciones, con Lady Astor, la primera mujer miembro del parlamento inglés, tuvo este memorable cruce de palabras. Decía ella: “Si fuera usted mi marido, endulzaría su café con veneno”…Él ni corto ni perezoso le replicó: “Estimada señora, si yo fuera su marido, ¡me lo bebería!”. Demoledor.

En otra oportunidad, Bessie Braddock lo acusó de acudir borracho al Parlamento, “Usted está borracho. Más aún, usted está horriblemente borracho” Churchill contestó: “Usted es fea. Más aún, usted es horriblemente fea. Pero cuando yo despierte mañana estaré sobrio, y usted seguirá siendo fea”. No hacen falta comentarios.

Durante la guerra, era conocida la 'cordial' relación que mantuvo con Charles De Gaulle. En una de las reuniones mantenidas entre ambos estadistas, el general francés se empeñaba en que se llevara a cabo una operación de resultado claramente incierto, pero de un elevado coste financiero. El británico se negó una y otra vez, entre otras cosas porque tenía en mente otros planes que no quería revelar. Así que toda su negativa obstinada se tuvo que centrar en el alto coste de los planes que De Gaulle proponía. Este, exasperado, le espetó: “Los británicos parece que solamente están dispuestos a luchar por dinero, mientas nosotros los franceses lo hacemos por la dignidad y el honor”. Churchill, le miró unos segundos en silencio y finalmente le contestó: “Claro, cada uno pelea por lo que le falta…”. Directo a la mandíbula.

Para no hacer muy largo el post. 'La de estribo' (la última). Resulta que el escritor Bernard shaw, 'muy amigo suyo', envió a Churchill dos entradas para la noche de estreno de su obra teatral, “una para usted, y otra para un amigo, si es que lo tiene”. De inmediato Winston le contestó, devolviendo las dos entradas, junto a una nota en la que lamentaba no poder asistir la primera función: “Pero me gustaría tener entradas para la segunda”, continuaba, “si es que la hay…”.
Share:

Alejando, antes de ser El Magno, y su primera prueba de fuego como rey 👑

Al morir su padre, Alejandro tenía solo veinte años. En ese momento necesitaba no sólo exigir el trono de Macedonia, como heredero que era, sino demostrar que era lo bastante enérgico como para conservarlo. En Grecia, el entusiasmo por Filipo después de la batalla de Queronea decayó pronto y la noticia de su muerte causó alegría en varias polis griegas, pues se creía que, como pasó en Tebas a la muerte de Epaminondas, en Macedonia, la hegemonía se cimentaba en un solo hombre. Los helénos deseaban ver qué sucesor dejaba Filipo. Si era indigno de su padre, no debían contar ya con la hegemonía de Macedonia. De pronto, Alejandro se apareció en Beocia con su ejército antes de que los griegos pudieran hacer algo para evitarlo. La idea de separarse de Macedonia desapareció de inmediato. 


Después, el joven rey convocó en Corinto a los legados de la Confederación Helénica y les hizo confirmar la hegemonía macedónica; sólo se negaron los espartanos, como siempre. Alejandro declaró que haria suyo el proyecto de su padre: vencer a Persia. Pero antes de emprender la lucha quiso asegurar su retaguardia. Al oeste de Macedonia vivían los ilirios y al este los tracios, que nunca fueron buenos vecinos. Cuando supieron la muerte de Filipo, empezaron a movilizarse.


En la primavera de 335 a. C. Alejandro reunió a su ejército (25.000 hombres aproximadamente) en Anfipolis y avanzó hacia Tracia para enfrentarse a la revuelta liderada por los tracios tribalos. En el camino su ejército fue reforzado por los agrianos, una tribu tracia bajo el mando de su rey Langaro, amigo de Alejandro, después llegaron a los Montes Haemus, en cuyas alturas los esperaban los tracios dispuestos a impedirles el paso. Estos habían construido una empalizada con carretas, que tenían la intención de lanzar sobre los macedonios si se aproximaban. Alejandro ordenó a su infantería pesada marchar en formación suelta y, cuando les fuesen arrojados los carros, abrir las filas o tumbarse en el suelo con sus escudos sobre ellos. Los arqueros y la infantería ligera cubrieron la subida y cuando llegaron a la cima de la montaña, derrotaron a los tracios.


Alarmados por esta derrota, los tribalos dirigidos por su rey, Sirmio, avanzaron hacia la retaguardia macedonia con la finalidad de tomarla por sorpresa. Pero Alejandro fue más rápido. Cuando los barbaros tomaban posición en un desfiladero, fueron rodeados por la infantería ligera del macedonio. Obligados a pelear en campo abierto, fueron aplastados por la infantería y la caballería macedonia, dejando 3.000 muertos. El rey Sirmio emprendió la huida y se refugió en la isla Peuce, en el Danubio, donde fue perseguido por Alejandro. Al mismo tiempo, los getas hacían su aparición en la orilla norte del gran río, dispuestos a apoyar a los tribalos. De ellos Herodoto decía que eran la tribu más noble y más valiente de entre los tracios.


Al mismo tiempo casi hacia su aparición la flota macedonia del Bosforo, después de un peligroso viaje remontando el Danubio, que había partido por orden del rey al momento de darse inicio a la campaña. Aún con este apoyo, los intentos por capturar la isla fracasaron debido a la rápida corriente del río, las orillas empinadas y la feroz defensa de los tribalos que recibían ayuda de sus aliados.


Finalmente, los macedonios abandonaron sus ataques contra Peuce y en su lugar cruzaron al territorio de los getas. Una fuerza de 4.000 infantes y 1.500 jinetes cruzó el río, utilizando diversos medios, para asombro del ejército geta de 14.000 hombres. Después de una encarnizada batalla los bárbaros abandonaron los márgenes del Danubio y se retiraron más al norte, hacia la estepa, donde Alejandro no podía seguirlos. Al ver la derrota de sus aliados, el rey tribalo se rindió reconociendo la autoridad de Macedonia.

En este punto, Alejandro reunió el gran botín obtenido, vendió a los prisioneros como esclavos y ofreció un triple sacrificio a Zeus, Heracles y al dios del rio. Los días siguientes recibió a los embajadores de los distintos pueblos de la zona que querían ofrecerle su amistad, escitas, odrisios, celtas y los mismos tribalos. Los escritores griegos recuerdan que, cuando se encontraron con Alejandro Magno, los celtas se jactaron de que no temían nada, excepto que el cielo caiga sobre sus cabezas.


A finales de mayo de 335 a. C., Alejandro, una vez pacificada la región y convertido el Danubio en frontera natural de su reino, decidió volver a Pela pasando por el valle del iskar (oskios). Cerca de la actual Sofia, en Bulgaria, unos mensajeros macedonios le informaron sobre el estallido de una peligrosa revuelta en la frontera iliria, que amenazaba la estratégica ciudad de Pelión, y la sublevación de los ciudadanos de Tebas que en ese momento asediaban a la guarnición macedonica en la acrópolis de Cadmea. Sopesando ambas amenazas el rey se puso en marcha hacia Iliria para afrontar de esta manera los problemas uno por uno.


Fuentes:
"Vidas paralelas, Alejandro y Julio César", Plutarco
"Breve historia de Alejandro Magno", Charles E. Mercer
"A history of Macedonia. 336-167 B.C.", Nicholas Hammond y Frank Walbank
"Alejandro Magno", A. B. Bosworth
"Alejandro", Theodore Dodge
"Alejandro de Macedonia, 356-323 a . C.". Peter Green
en.wikipedia.org
Share:

Flavio Claudio Juliano I (El Apostata) ✝

"sólo le falta para ser perfecto… ser cristiano" - Sidonio Apolinar (430-479)


Apenas Constantino, llamado "El Grande", exhaló su último suspiro, se desarrolló un espantoso drama en el seno de su familia. Aunque él había puesto fin al sistema político de Diocleciano y concentrado todo el poder en sus manos, había dispuesto que el imperio fuese repartido a su muerte entre sus tres hijos. Constantino II, Constancio y Constante, y dos de sus sobrinos. Ahora bien, aunque es cierto que estos hijos no heredaron en absoluto las grandes cualidades de su padre, sí, en cambio, su deseo desenfrenado de reinar. Esta codicia del mando se desencadenó en primer lugar contra sus tíos y primos. Excepto dos príncipes de corta edad, todos los demás fueron exterminados. Los únicos sobrevivientes de esa carnicería política fueron: los hijos pequeños de un hermanastro de Constantino, el joven Constancio Galo y su medio hermano, un pequeño de 5 años, al que la historia conocería con el nombre de Juliano "El Apóstata". Probablemente se les perdonó la vida porque al ser tan jóvenes a priori no suponían una amenaza, ademas de ser en ese momento los únicos posibles herederos de segunda jerarquía con la sangre de la Dinastía Flavia.


La lucha pronto se centró entre los propios hijos de Constantino. No conseguían entenderse sobre la forma de repartir el imperio. Se desencadenó una guerra civil y perecieron al poco tiempo Constantino II y Constante. Mientras, en el exterior, el imperio atravesaba un período bastante agitado. La Galia sufría mucho con las hordas germánicas, que sembraban por doquier la muerte y el terror. En ese momento Constancio II quedo como único gobernante del Imperio luego de derrotar al usurpador Magnencio.

Mientras tanto los jóvenes príncipes pasaron a estar bajo la tutela de un obispo, de nombre Eusebio, que con el tiempo pasaría a ser el Patriarca de Constantinopla. Al fallecer este, fueron enviados a Capadocia. Allí, recibieron instrucción y educación conforme a su estatus social. Aunque parece ser que la realidad era más bien una manera de tenerlos controlados y vigilados. Galo, que era mayor que Juliano, fue asociado al trono por Constancio II como César en el año 351, asignándole el gobierno de la parte oriental del Imperio. Sin embargo, este se ganó la animadversión de los altos funcionarios imperiales por sus maneras violentas, ignominiosas y populistas, lo que suscitó en Constancio, que confiaba ciegamente en sus funcionarios, el temor de que su primo pudiera rebelarse contra él. Ordenando primero su arresto y posterior asesinato el años 354. Algunos cortesanos querían para Juliano la misma suerte, pero salvó la vida gracias a la emperatriz Eusebia y al hecho de ser considerado en ese momento "un ratón de biblioteca", debido a su apego por lo estudios en lugar de a la política.

En el año 355, sin mas familiares disponibles y peor aun sin un heredero, Constancio confió la defensa de las Galias a su primo Juliano, a quien otorgó también el título de César, casandolo ademas con su hermana Helena. Como sus primos, había sido bautizado y educado en la religión cristiana, pero su maestro, un liberto que en secreto permanecía fiel al paganismo, le había inculcado gran admiración por la cultura griega, en particular por Homero y Platón. El joven se manifestaba en lo externo dócil a su destino, pero su alma, en extremo sensible, vivía en el mundo encantado de la antigüedad clásica. Consciente de su valer, consideraba la religión cristiana como "una religión de esclavos, incapaz de suscitar almas generosas y heroicas". Observaba las faltas y defectos de los cristianos y se irritaba ante el chocante contraste entre sus creencias y su propia existencia. Un árbol que da por frutos los crímenes de Constantino y Constancio no podía ser, según él, un árbol bueno.

Cuando Juliano llegó a los veinte años, obtuvo mayor libertad. Entonces pudo entregarse al estudio asiduo de las ideas helénicas en las escuelas griegas de Asia menor y Atenas, donde vivió la época más feliz de su vida y experimentó la profunda y durable influencia de la filosofía neoplatónica, que admiraba desde tiempo atrás. El neoplatonismo es una réplica de la doctrina de Platón, teñida de orientalismo, fundada por el egipcio Plotino (205-270) 

--
El neoplatonismo de Plotino, Orígenes, Porfirio, el seudo Dionisio Areopagita y Proclo
había de ejercer enorme influencia en el pensamiento y en la ética de la Edad Media. Desde luego, su concepción de la materia contribuyó mucho al nacimiento del ascetismo cristiano, con sus anacoretas y la vida reclusa de los monjes, los ayunos y maceraciones de la carne. En la ciencia medieval, el desprecio neoplatónico de la materia contribuiría a detener y frenar, durante más de un milenio, toda investigación en el dominio de las ciencias naturales. Por ello, la filosofía neoplatónica es la piedra angular de la cultura medieval. 
--

La doctrina neoplatónica respondía a todas las aspiraciones de Juliano. Veía también en ella el medio de restaurar la cultura antigua y enfrentar al cristianismo. Sin embargo, en apariencia, continuaba comportándose como cristiano y esperaba su hora. Entretanto, participaba en un culto que aborrecía: le iban en ello su existencia y su obra futura. 

En el 355, a los veinticuatro años, Juliano tuvo que cambiar la toga de filósofo por el manto de general y afeitarse su revuelta barba. Se mostró muy ocurrente y trato de acomodarse muy bien a su nueva existencia; cambio los libros de filosofía por los tratados militares, mandó sus tropas según las reglas del arte bélico y obtuvo algunos éxitos que le merecieron fama de gran general. Cuando, cerca de la actual Estrasburgo, atacaron los germanos, tres veces más numerosos, Juliano obtuvo sobre ellos, gracias a la disciplina de sus tropas y a su valor personal, que servía de ejemplo a los soldados, una victoria decisiva, que fue la salvación de las Galias.


No se detuvo ahí: Avanzo hacia Bélgica, mejoro las comunicaciones con la Britania, reconstruyo las fortificaciones defensivas a los largo del Rin y persiguió a los germanos hasta la región de Maguncia. Estos éxitos de su primo, causaron honda preocupación en Constancio que solo pudo reaccionar aumentando el numero de funcionarios que ademas de controlar las acciones del Cesar lo mantenían bajo vigilancia. Años más tarde, el Augusto halló excelente pretexto para privar a Juliano de sus mejores tropas. Habiendo estallado la guerra contra Persia, quiso Constancio hacerse cargo del mando en persona y reforzar sus relajadas tropas de origen asiático. Necesitaba unidades frescas, procedentes de Occidente. Sus órdenes eran irrevocables y encargó a sus comisarios que escogiesen las mejores tropas galas.Aunque a disgusto, Juliano decidió ejecutar las órdenes del emperador. Pero los soldados con tanto esmero escogidos, se negaron a abandonar el país y proclamaron emperador a Juliano en la ciudad de París.


Éste se halló ante una alternativa grave: o se ponía al frente de los amotinados, o se dejaba matar por su primo. Cuando Constancio se enteró de la sublevación de los galos, fue presa del pánico, pero rechazó las tentativas de Juliano para llegar a un acuerdo amistoso. Decidió aprovechar un armisticio para castigar a "aquel ingrato". Ya en camino, contrajo unas fiebres; su ansia de llegar a destino acabó con su vida. Era el año 361, Juliano quedó dueño del imperio. Ya podía descubrir su verdadero rostro y arrojar la máscara de piedad cristiana que había llevado hasta ahora.


El primer acto del nuevo emperador fue verdaderamente simbólico. Llegado a Constantinopla a finales del año 361, procedió al nombramiento de una comisión depuradora de los consejeros de Constancio, compuesta principalmente por militares. En los llamados juicios de Calcedonia, por el lugar de su celebración, dieron buena cuenta de la administración civil de Constancio que había estado compuesta casi en su totalidad por eunucos. Con esta purga, Juliano se libraba de la tutela burocrática para caer en manos de la aristocracia militar, que se tomaba así la revancha tras ser postergada en el reinado de Constancio.

En lo personal, Juliano era un idealista como pocos emperadores romanos lo fueran. En el trabajo, activo y esclavo del deber: un nuevo Marco Aurelio, que vivía un auténtico ascetismo. A la muerte de su esposa Helena, había jurado seguir una vida de castidad. Demasiado humano y prudente para combatir al cristianismo con persecuciones sangrientas. No quería hacer mártires. En una carta escrita poco después de su ascensión al trono, precisaba: "A pesar de la locura de los galileos que han provocado una sublevación casi total, quiero que no se les castigue a muerte y no se les apliquen castigos corporales, sino que, por el contrario, se les deje en paz". En otro de sus escritos posteriores se lee: "Los errores son debidos más a la ignorancia que a la maldad. Por eso, hay que compadecerlos en vez de odiarlos. Hay que convencer a los hombres con argumentos razonables, mejor que con golpes, injurias y malos tratos".

Ello no significa que no adoptara medidas anticristianas. Algunas podían ser calificadas de igualitarias, obviamente comenzó proclamando la libertad de cultos y religiones, suprimiendo toda la legislación represiva que de facto había hecho del cristianismo la religión del Estado, También ordeno que los cristianos participantes en la destrucción de los santuarios paganos los reconstruyeran con sus manos o pagaran los gastos de reconstrucción. "Si los galileos quieren tener ornato en sus templos, sea enhorabuena, pero no con los materiales pertenecientes a otros lugares de culto". Ordenando la devolución de columnas, capiteles y otros objetos expoliados de los templos paganos.

A consecuencia de ello, varios procuradores y funcionarios celosos secuestraron los bienes de algunas iglesias cristianas. Por tal motivo, los cristianos llegaron más de una vez a las manos con el populacho pagano. A pesar del punto de vista tan humano del emperador y otros paganos ilustres, se cometieron con frecuencia crueldades.

De esta forma, la base económica de la Iglesia, reforzada por Constantino el Grande, fue reducida a la nada por Juliano. Otros privilegios, tales como, la competencia judicial en materias civiles, que se había otorgado a los obispos sobre sus fieles, fueron también abolidos. Así como el transporte de las autoridades eclesiásticas y las rentas para las iglesias pagada con el dinero del Estado.

Pero el peligro más grave para el cristianismo era el edicto que prohibió a los cristianos dar enseñanza clásica e, indirectamente, recibirla. Juliano esperaba que, pasadas algunas generaciones, gran parte de la juventud seguiría su propio ejemplo de apostasía, y quienes no hubieran tenido ocasión de adquirir elevada cultura, tampoco estarían en disposición de ocupar cargos directivos y actuar según sus ideas. Juliano vio como un acto de hipocresía el hecho de que las escuelas cristianas enseñaran la Biblia como única fuente de conocimiento mientras que de forma simultánea enseñaban también los textos griegos clásicos.


Se preocupo, además, de asegurar a las religiones paganas una organización tan sólida como la del cristianismo, a fin de ponerlas en disposición de luchar con eficacia contra ésta. Así, procuró crear una jerarquía pagana, similar a la cristiana, nombrando para cada provincia un pontífice, especie de obispo, a quien todos los demás sacerdotes quedaban sometidos. Al frente de la jerarquía se situaba el propio emperador, con la dignidad de sumo sacerdote. Juliano hizo lo posible por atraer al pueblo a los santuarios, introduciendo cátedras, hasta entonces desconocidas: desde ellas, los filósofos neoplatónicos explicaban el mensaje esotérico de los mitos antiguos. En fin, se esforzó en emular las prácticas caritativas de los cristianos, empleando sumas importantes en instituciones filantrópicas. Hijo de su tiempo, también concedió un lugar importante en su concepción religiosa a los populares misterios de Atis y Mitra y a los sortilegios del culto de Hécate.


Finalmente conocedor, en carne propia, de las disensiones existentes en el seno de la iglesia cristiana, reclamó la vuelta de los obispos cristianos considerados heréticos, que habían sido exiliados por los edictos de la Iglesia, reavivando así los disturbios y cismas internos. Cuando se produjo el asesinato del obispo arriano de Alejandría, Jorge de Capadocia (su antiguo tutor en Macelo), Juliano no intervino, mostrando satisfacción por la eliminación de un "enemigo de los dioses".

En resumen, Juliano procuró introducir notables reformas en la religión pagana, tomando de continuo al cristianismo como modelo. El "apóstata" había arraigado en la ética cristiana mucho más de cuanto pudiera imaginarse. Juliano no combatió sólo a los aborrecidos cristianos con los medios que disponía como emperador, se valió también de la filosofía. Escribió diversas obras contra los "galileos", en que expresaba ante todo su rechazo por el culto a las reliquias. Así empleó Juliano todos los medios pacíficos para defender la causa del paganismo antiguo.

Sin embargo, pronto vio que no podía darse vida a lo que estaba ya muerto, aunque lo intentara el mayor idealista. La gran masa popular, aunque más o menos hostil al fanatismo de los cristianos, permanecía indiferente a los ideales del emperador. Entre los cristianos, en cambio, el fervor era directamente proporcional al empeño puesto en desarraigarla. "Esto es sólo una nube pasajera", dijo el eminente padre de la Iglesia Atanasio, cuando Juliano lo envió al destierro. Apenas transcurridos seis meses, sus palabras se convertían en realidad. En el verano de 362, Juliano abandonó Constantinopla, para no regresar a ella jamás. Se había puesto en marcha hacia la frontera oriental para combatir a los persas.


En Antioquia, después de un recibimiento tibio por parte de la población quiso favorecer a sus habitantes, vendiendo trigo a bajo precio e imponiendo precios máximos en los tiempos de escasez y, conforme a su política, ordeno refeccionar el Santuario de Dafne. Pero para contrariedad de Juliano los habitantes de Antioquía acostumbrados a sus fatos, fiestas y orgias comenzaron pronto a recriminar a Juliano su austeridad y su aspecto mal cuidado lo que generó burlas hacia su persona, llegando al punto de los antioquenses exaltar la memoria de Constancio II, a pesar de haber sido unánimemente odiado en todo Oriente. Para empeorar las cosas los preparativos de la campaña contra el Imperio Sasanida, con todo el ejercito imperial (65.000 hombres) reunido en Siria, hicieron cada vez mas difícil la relación del emperador con sus súbditos sirios.

Ha sido varias veces discutido por los historiadores cuáles fueron los motivos que impulsaron a Juliano a emprender su campaña de Persia. De hecho, no existía una verdadera necesidad de llevar a cabo una ofensiva semejante: los persas deseaban, incluso, entablar negociaciones con Juliano, lo que este rechazó.​ Un argumento frecuentemente aducido es el de que Juliano tenía la intención de emular a Alejandro Magno. De hecho, Amiano se hace eco de este motivo,​ ya que, de todas formas, para cualquier general que partiera contra Persia, Alejandro era un modelo inevitable.

En marzo del año 363, Juliano y su ejercito abandonaron Antioquia con rumbo al este. En Hierápolis estableció contacto con los árabes. A continuación marchó hacia el sur siguiendo el curso del río Éufrates. En su séquito viajaba Hormisdas, miembro de la familia real persa, que hacía ya tiempo había escapado a Roma y servía a Juliano como consejero y eventual pretendiente al trono.

Juliano envió una parte de su ejército, bajo el mando de su pariente Procopio y del magister militum Sebastiano, para ayudar a defender al rey de Armenia, Arsaces, y actuar como distractores en el norte de Mesopotamia, en tanto que él, con el grueso del ejército seguía su marcha hacia Ctesifonte.​ A lo largo de su trayecto, conquistaron numerosas ciudades y fortalezas enemigas. El emperador debió sin embargo haberse sentido bastante intranquilo, ya que no se veía ni rastro del ejército sasánida. Los persas se limitaron a obstaculizar la marcha del ejército romano con pequeños ataques y a dificultar su acceso a los víveres.

A finales de mayo de 363, el ejército romano llegó por fin ante la capital persa, Ctesifonte, donde batieron a un poderoso ejercito persa. Pero ante la imposibilidad de tomar la ciudad por asalto, decidieron marchar hacia el norte y unirse con la columna conducida por su lugarteniente Procopio. Para conseguir una mayor rapidez de movimientos, Juliano ordenó inopinadamente la quema de la flota, que hasta entonces había acompañado al ejército a lo largo del Tigris, lo que desmoralizó a la tropa. En el curso de una marcha agotadora, continuamente hostigado por un enemigo que se negaba a presentar batalla, Juliano sucumbió en una escaramuza el 26 de junio de 363, alcanzado en la espalda por la jabalina de un soldado al servicio de los persas. Se había expuesto temerariamente, sin recordar que se había quitado la coraza a causa del calor. Sus soldados no dejaron sin venganza la muerte de su general. Despreciando a la muerte, se arrojaron furiosos contra el enemigo hasta conseguir una aplastante victoria. El emperador, entretanto llevado a su tienda, consolaba a los amigos que lo rodeaban, rogándoles que reprimieran las lágrimas. El moribundo manifestó la alegría que experimentaba, de ir al fin hacia un mundo mejor: "Aquel a quien aman los dioses, muere joven", dijo. Y después de filosofar sobre la inmortalidad del alma, se extinguió tranquilo. Tenia entonces treinta y dos años. Apenas había reinado uno y medio.


Se ha planteado la posibilidad de que la jabalina fuera en realidad proveniente de sus propias filas. Se especula acerca de un posible complot del sector asiático del ejército, encabezado quizás por el Conde Víctor, general de Juliano, y otros oficiales cristianos, entre los cuales se ha sugerido la hipotética implicación de Valentiniano, con posterioridad Emperador de Occidente. La tradición histórica posterior no tuvo inconveniente en aceptar la versión de que el soldado que dio muerte al Emperador era cristiano.

Los restos de Juliano fueron sepultados en Tarso, y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla, siendo depositados en un gran sarcófago de pórfido. Aunque la iglesia fue destruida por los turcos y sus restos vejados y expoliados, el sarcófago aún se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul.


Como un eco de la alegría que experimentaron los cristianos al morir su peor enemigo, nació la leyenda según la cual Juliano exclamó en sus últimos instantes: "¡Venciste, galileo!"


Acerca de Juliano y su obra o sueños, la sobria historia le contemplará más verdaderamente como un hijo tardío de una gran época pasada, engañado en sus ideales, pero noble en su naturaleza, mereciendo el honor de intentar hacer justicia en un tiempo cuando esto era una rara virtud.
📖 Bibliográfia:
"Historia_Universal_de_Roma", Tomo III, Carl_Grimberg.
"Juliano", Gore Vidal.
"Historias", Volumen I: Libros XIV-XIX, Amiano.
"Estudios sobre el emperador Fl. Cl. Juliano" Javier Arce. 
🌐 Wikipedia.org

🌐 Información adicional acerca de Juliano:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822012000100009

https://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/Juliano-Diccionario-Filosofico.htm


Share:

El linchamiento de Will Brown 🔥

El 28 de septiembre de 1919, una multitud enloquecida por los disturbios irrumpió en el Palacio de Justicia del Condado de Douglas en llamas y linchó a un afroamericano, Will Brown. La víctima, acusada de violar a una mujer blanca, no tuvo oportunidad de demostrar su inocencia. El jefe político Tom Dennison y sus aliados fueron responsabilizado de haber alentado el linchamiento para desacreditar al alcalde Edward P Smith, un defensor de la reforma. 

Una multitud conformada por unas 15,000 personas incendió el palacio de justicia. Intentaron linchar al alcalde de Omaha. De alguna manera pusieron sus manos sobre Brown. Lo golpearon. Lo colgaron de un poste de telégrafo fuera del juzgado en llamas. Acribillaron su cuerpo con balas. Después de matarlo, arrastraron su cuerpo por las calles y luego le prendieron fuego.



Alrededor de la medianoche del 25 de septiembre de 1919, Milton Hoffman y Agnes Loeback fueron agredidos entre Bancroft Street y Scenic Avenue mientras caminaban a casa después de ver una película en horas de la noche. Dijeron que su asaltante les robó a punta de pistola, tomando el reloj, el dinero y la billetera de Hoffman, además de un anillo de rubíes de Agnes. Le ordenó a Hoffman que se alejara varios pasos, luego arrastró a Loeback, de diecinueve años, por el pelo hasta un barranco cercano y la violó.


El viernes 26, el titular del periódico Omaha Bee proclamó que una "bestia negra" había asaltado a una niña blanca. La policía y los detectives peinaron la zona durante dos horas, junto con cuatrocientos hombres armados bajo el liderazgo de Joseph Loeback (hermano de Agnes) y Frank B. Raum. El grupo incluía trabajadores ferroviarios que conocían a Agnes por su trabajo en un restaurante. Un vecino informo acerca de "un negro sospechoso" que vivía en una casa en 2418 South Fifth Street con una mujer blanca, Virginia Jones, y un segundo hombre negro, Henry Johnson. Raum y cuatro de sus hombres encontraron a William Brown en la casa y lo amenazaron con una escopeta. Al llegar a la escena, la policía encontró a Brown escondido debajo de su cama. Lo llevaron a la casa de Loeback, llevando ropa que se encuentraba en la habitación de Brown. Loeback y Hoffman identificaron a Brown como su agresor.



La violencia generalizada estalló en una treintena de ciudades de Estados Unidos durante el "Verano Rojo de 1919". A la inquietud y desconfianza que reinaba en Omaha se sumó una batalla política entre un movimiento de reforma de la ciudad recientemente elegido y una máquina política arraigada ansiosa por recuperar el control demostrando la ineptitud de los lideres reformistas.


#####

Se conoce como "Verano Rojo de 1919" a los disturbios que se produjeron en el marco de las posguerra, motivados por la desmovilización de los veteranos de la Primera Guerra Mundial, tanto blancos como negros, y la competencia en el mercado laboral entre las dos etnias.
En la mayoría de los casos los disturbios se debían a que las personas de etnia blanca atacaban a los afroamericanos. En algunos casos, la población de afroamericanos respondió con fuerza a los ataques.
#####

En su alianza con Tom "the Old Man" Dennison, el poderoso jefe político de Omaha, el Omaha Bee fue la principal voz estridente de presuntos crímenes racialmente impactantes. Alarmado por la promoción de la violencia y los prejuicios raciales, el reverendo John A. Williams, primer presidente local de la NAACP y editor del Monitor, un periódico negro semanal, llamó a los editores del Bee y el Daily News para detener su propaganda. El Bee fue acusado de ser el portavoz de una mafia que gobernó a Omaha con la cooperación de personas influyentes detrás de escena que decidieron quién debería postularse para un cargo, y la organización de Dennison los eligió. A cambio, según la fuente, Dennison recibió dinero y control del departamento de policía, los jurados y el tribunal de policía para proteger los intereses de los mafiosos de la ciudad.
 



Un componente potente y combustible de la división racial fue el sexo, la noción negativa y de larga data de los hombres negros que se aprovechan de las mujeres blancas o sobre las parejas conformadas por hombres negros y mujeres blancas. Un día antes del linchamiento de Brown, el senador estadounidense John Sharp Williams proclamó que “la protección de una mujer trasciende todas las leyes de cualquier descripción, humana o divina”, legitimando el linchamiento mayormente relacionado con el sexo de los afroamericanos. Cincuenta y cuatro negros fueron linchados en los Estados Unidos en 1916; y para 1920 el número anual había crecido hasta ochenta y tres.


Dadas las evidencias provistas por Tom Dennison y sus aliados, Brown pudo haber sido víctima de una maniobra de inspiración política para restaurar a los funcionarios de la ciudad desplazados por las elecciones de 1918. La muerte de Brown fue oportuna, si no cronometrada, para brindar una oportunidad de golpear al alcalde Ed Smith. Al final obtuvieron lo que deseaban, la plataforma política de Dennison ganó las siguientes elecciones.



Fuentes:

history.nebraska.gov
omaha.com

Share:

Atila el Huno y el Papa León I

En el 452, Atila, el rey de los hunos al que muchos llamaban «el azote de Dios», considerándolo el instrumento de castigo del Señor sobre una sociedad corrompida, irrumpió en Italia sin que los ejércitos romanos del general Aecio pudieran hacer algo.


Si bien en el siglo V el poder del Papa no era lo que sería en los siglos posteriores, la gente de Roma, recurrió a dónde el líder cristiano como último recurso dada la incapacidad de su emperador.

Los relatos contemporáneos nos dicen que León I, entonces Papa, viajó al norte, cerca de la ciudad de Mantua, para reunirse con Atila:

El anciano de simplicidad inofensiva, venerable en su cabello gris y su majestuosa vestimenta, dispuesto a su propia voluntad de entregarse por completo, salió al encuentro del rey bárbaro que estaba destruyendo todo a su paso, acompañado de una pequeña comitiva de suplicantes.

Se encontró con Atila, se dice, en las cercanías del río Mincio, y si bien no existe ningún registro acerca de lo conversado entre ambos, podríamos imaginar lo siguiente:
"El senado y el pueblo de Roma, una vez conquistadores del mundo, ahora vencidos, vienen ante ti como suplicantes. Oramos por misericordia y liberación. ¡Oh, Atila, rey de reyes, no podrías tener mayor gloria que ver suplicante a tus pies a este pueblo ante el cual todos los pueblos y reyes yacen suplicantes. Has sometido, Oh Atila, a todo el mundo! De las tierras que se les otorgó a los romanos, vencedores sobre todos los pueblos, para conquistar. Ahora oramos para que tú, que has conquistado a otros, debes conquistarte a ti mismo. La gente ha sentido tu flagelo; ahora como suplicantes sentirán tu misericordia."

Por alguna razón (hay varias hipótesis, incluida una hambruna, el año anterior, que puede haber impedido la capacidad de los hunos de obtener suministros), Atila se alejó de Roma a cambio del pago de un tributo (que no se llegó a efectuar)

La gente creyo que León era la razón por la que Atila se retiró. A partir de entonces lo llamaron León el Grande, el pontífice había logrado no solo una victoria para Roma sino también para la Iglesia. En los años futuros, a medida que el poder secular de Roma continuó desvaneciéndose, el poder de la Iglesia romana y el del Papa, aumentó sustancialmente.


Algunos años más adelante en el 455, León I se enfrentó con otra invasión. Esta vez, fueron los vándalos los que amenazaron Roma. León I no pudo impedir que los bárbaros entraran en la ciudad, pero sí consiguió –y fue un logro extraordinario– que no la arrasaran.

Los hunos por su parte, regresaron a casa. Según los informes, Atila bromeó diciendo que sabía cómo conquistar hombres, pero el León (Papa León) y el Lobo (San Lupus, de Troyes) eran demasiado fuertes para él.

El siguiente plan de conquista de Atila fue el Imperio Romano de Oriente. Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de alcanzar ese objetivo. Constantinopla sobreviviría durante mil años, pero la vida de Atila pronto terminaría.

Aunque ya tenía varias esposas, Atila tomó otra después de su regreso de Italia. Celebrando el evento, en algún momento durante los primeros meses de 453, bebió mucho. Murió en su noche de bodas. La mayoría de los historiadores dicen que murió de una hemorragia nasal, tal vez de una arteria reventada. Atila había gobernado solo ocho años.

Después de su muerte, ninguno de sus hijos estuvo a la altura de su padre. El alguna vez poderoso Imperio de los Hunos se derrumbó, y los guerreros hunos, todos excepto Atila, se desvanecieron en la historia.
Share:

Talleyrand “El Padre de la Diplomacia Moderna”

Charles Maurice de Talleyrand (2 de febrero de 1754 - 17 de mayo de 1838), fue un obispo, diplomático, ministro de Asuntos Exteriores y político francés. Alternativamente reconocido y vilipendiado por sus habilidades tácticas de supervivencia política, Talleyrand sirvió en los niveles más altos del gobierno francés durante casi medio siglo durante el reinado del Rey Luis XVI, la Revolución Francesa, Napoleón Bonaparte y los reinados de los Reyes Luis XVIII, y Luis Felipe de Orleans.


Admirado y desconfiado en igual medida por aquellos a quienes sirvió, Talleyrand ha resultado difícil de evaluar para los historiadores. Mientras que algunos lo promocionan como uno de los diplomáticos más hábiles y competentes en la historia de Francia, otros lo pintan como un traidor egoísta, que traicionó los ideales de Napoleón y la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Hoy en día, el término "Talleyrand" se utiliza para referirse a la práctica de la diplomacia hábilmente engañosa.

############################

Nuestro personaje nació el 2 de febrero de 1754 en París, Francia, su padre, el conde Daniel de Talleyrand-Périgord y su madre, Alexandrine de Damas d'Antigny. Aunque ambos padres ocuparon cargos en la corte del rey Luis XVI, ninguno de ellos pudo obtener ingresos estables. A raiz de una cojera, Talleyrand fue excluido de poder realizar una carrera en el ejército. Como alternativa, buscó un lugar en el clero católico, empeñado en reemplazar a su tío, Alexandre Angélique de Talleyrand-Périgord, como arzobispo de Reims, una de las diócesis más ricas de Francia.

Después de estudiar teología en el Seminario de Saint-Sulpice y la Universidad de París hasta los 21 años, Talleyrand se convirtió en sacerdote ordenado en 1779. Un año después, fue nombrado Agente General del Clero de la Corona francesa. En 1789, a pesar de que al rey no le agradaba, fue nombrado obispo de Autun. Durante la Revolución Francesa, abandonó en gran medida la religión católica y renunció como obispo después de ser excomulgado por el papa Pío VI en 1791.

A medida que avanzaba la Revolución Francesa, el gobierno francés tomó nota de las habilidades de Talleyrand como negociador. En 1791, el canciller francés lo envió a Londres para persuadir al gobierno británico de que se mantuviera neutral, en lugar de unirse a Austria y varias otras monarquías europeas en la inminente guerra contra Francia. Después de fracasar dos veces, regresó a París. Cuando inicio la persecución contra los nobles, Talleyrand, ahora un aristócrata en peligro de extinción, huyó de París hacia Inglaterra sin desertar. En diciembre de 1792, el gobierno francés emitió una orden de arresto. Sin embargo, al no ser más popular en Inglaterra que en Francia, fue expulsado del país en marzo de 1794 por el primer ministro británico William Pitt. Hasta que regresó a Francia en 1796, Talleyrand vivió en Estados Unidos, neutral en la guerra, como huésped del influyente político estadounidense Aaron Burr .

Durante su estancia en los Estados Unidos, presionó al gobierno francés para que le permitiera regresar. Siendo un astuto negociador, tuvo éxito y regresó a Francia en septiembre de 1796. En 1797, después de ser persona non grata en Francia, consiguió ser nombrado ministro de Asuntos Exteriores del país. Inmediatamente después de obtener ese nombramiento, Talleyrand sumó a su ya infame reputación la de colocar la avaricia personal por encima del deber al exigir el pago de sobornos por parte de diplomáticos estadounidenses involucrados en el asunto XYZ, que se intensificó en la Cuasi-Guerra limitada y no declarada con los Estados Unidos desde 1798 hasta 1799.

EL IMPERIO

En parte por gratitud por su ayuda en el golpe de estado de 1799 que lo vio coronado emperador en 1804, Napoleón convirtió a Talleyrand en su ministro de asuntos exteriores. Además, el Papa revocó su excomunión de la Iglesia Católica.

Talleyrand durante la coronación de Napoleón.


Trabajando para solidificar los logros de Francia en las guerras, negoció la paz con Austria en 1801 y con Gran Bretaña en 1802. Cuando Napoleón se movió para continuar las guerras de Francia contra Austria, Prusia y Rusia en 1805, Talleyrand se opuso a la decisión. Podría decirse que fue en ese momento en que empezó a perder su confianza en el futuro del reinado de Napoleón, Talleyrand renunció como canciller en 1807, pero Napoleón lo retuvo como vice-gran elector del Imperio. A pesar de su renuncia, no perdió la confianza de Napoleón. Hasta que el Emperador comenzó a darse cuenta de que Talleyrand jugaba a sus espaldas.

Tras renunciar como ministro de Asuntos Exteriores del Imperio, abandonó la diplomacia tradicional y buscó la paz al aceptar sobornos de los líderes de Austria y Rusia a cambio de entregar los planes militares secretos de Napoleón. Al mismo tiempo, Talleyrand había comenzado a conspirar con otros políticos franceses sobre cómo proteger mejor su propia riqueza y estatus durante la lucha por el poder que sabían que estallaría después de la caída del Corso. Cuando Napoleón se enteró de estos complots, los declaró traidores. Aunque todavía se negó a expulsar a Talleyrand, Napoleón lo castigó diciendo que "lo rompería como un vaso, pero no vale la pena".

Como vice-gran elector de Francia, Talleyrand continuó en desacuerdo con Napoleón, oponiéndose en primer lugar al duro trato del emperador hacia el pueblo austriaco después del final de la Guerra de la Quinta Coalición en 1809, y criticando la invasión francesa de Rusia en 1812. Aunque fue invitado a regresar a su antiguo cargo como canciller en 1813, Talleyrand se negó, sintiendo que Napoleón estaba perdiendo rápidamente el apoyo del pueblo y el resto del gobierno. A pesar de lo que se había convertido en su odio absoluto hacia Napoleón, Talleyrand se mantuvo dedicado a una transición pacífica del poder.

El 1 de abril de 1814, Talleyrand convenció al Senado francés de crear un gobierno provisional en París, con él como presidente. Al día siguiente, dirigió al Senado durante la caída de Napoleón como emperador y lo obligó a exiliarse en la isla de Elba. El 11 de abril de 1814, el Senado, al aprobar el Tratado de Fontainebleau, adoptó una nueva constitución que devolvió el poder a la monarquía borbónica.

Talleyrand en Tilsit


LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA

Talleyrand desempeñó un papel clave en la restauración de la monarquía borbónica. Después de que el rey Luis XVIII sucediera a Napoleón, Se desempeñó como jefe negociador francés en el Congreso de Viena de 1814, asegurando acuerdos de paz ventajosos para Francia en lo que entonces era el tratado más complejo de la historia europea. Más tarde, ese mismo año, representó a Francia en la negociación del Tratado de París que puso fin a las Guerras Napoleónicas entre Francia y Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia.

En representación de la nación agresora, Talleyrand enfrentó una tarea desalentadora en la negociación del Tratado de París. Sin embargo, sus habilidades diplomáticas fueron acreditadas por asegurar términos que fueron extremadamente indulgentes con Francia. Cuando comenzaron las conversaciones de paz, solo Austria, el Reino Unido, Prusia y Rusia debían tener poder de decisión. A Francia y a los países europeos más pequeños solo se les permitiría asistir a las reuniones. Sin embargo, Talleyrand logró convencer a las cuatro potencias para permitir que Francia y España asistieran a las reuniones de toma de decisiones de la trastienda. Ahora un héroe para los países más pequeños, Talleyrand procedió a asegurar acuerdos bajo los cuales a Francia se le permitió mantener sus límites anteriores a la guerra de 1792 sin pagar reparaciones adicionales. Ademas logró asegurar que Francia no fuera dividida por los países victoriosos, como algunos proponían.
 
Congreso de Viena


Napoleón escapó del exilio en Elba y regresó a Francia en marzo de 1815 empeñado en recuperar el poder por la fuerza, siendo fue finalmente derrotado en la campaña de los Cien Días, en la Batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815. La reputación diplomática de Talleyrand sufrió en el proceso. Inclinándose ante los deseos de su grupo de enemigos políticos en rápida expansión, renunció en septiembre de 1815. Durante los siguientes 15 años, Talleyrand se retrató públicamente como un "anciano estadista", mientras seguía criticando y conspirando contra el Rey Carlos X desde las sombras.

Al enterarse de la muerte de Napoleón en Santa Elena, Talleyrand comentó cínicamente: "No es un evento, es solo una noticia".

Cuando el rey Luis Felipe I, primo del rey Luis XVI, llegó al poder después de la Revolución de julio de 1830, Talleyrand regresó al servicio del gobierno como embajador en el Reino Unido hasta 1834.

ÚLTIMOS AÑOS Y MUERTE

Después de retirarse permanentemente de su carrera política en 1834, Talleyrand, acompañado por la duquesa de Dino, se mudó a su finca en Valençay. Pasaría sus últimos años añadiendo a su voluminosa biblioteca personal y escribiendo sus memorias.

A medida que se acercaba el final de su vida, Talleyrand se dio cuenta de que, como obispo apóstata, tendría que rectificar sus viejas disputas con la Iglesia Católica para que se le diera un entierro honorable en la iglesia. Con la ayuda de su sobrina, Dorothée, acordó con el arzobispo de Quélen y el abad Dupanloup firmar una carta oficial en la que reconocería sus transgresiones pasadas y suplicaría el perdón divino. Talleyrand pasaría los últimos dos meses de su vida escribiendo y reescribiendo esta carta en la que rechazó elocuentemente “los grandes errores que [en su opinión] habían perturbado y afligido a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y en los cuales él mismo había tenido tuvo la desgracia de caer ".

El 17 de mayo de 1838, el abad Dupanloup, habiendo aceptado la carta de Talleyrand, vino a ver al moribundo. Después de escuchar su última confesión, el sacerdote ungió el dorso de las manos de Talleyrand, un rito reservado solo para los obispos ordenados. Talleyrand falleció a las 3:35 de la tarde del mismo día. Los servicios funerarios estatales y religiosos se llevaron a cabo el 22 de mayo, y el 5 de septiembre, Talleyrand fue enterrado en la Capilla de Notre-Dame, cerca de su castillo en Valençay.

Él mismo escribió de sí, en sus Memorias, publicadas medio siglo después de su muerte:

"...de todos los gobiernos a los cuales he servido, no hay ninguno de quien haya recibido yo más de lo que he dado; que no he abandonado a ninguno antes que él se hubiera abandonado a sí mismo; que no he puesto los intereses de ningún partido, ni los míos personales, ni los de mis allegados, en contrapeso con los verdaderos intereses de Francia, los que a su vez, nunca he creído en oposición con los verdaderos intereses de Europa."

############################

Talleyrand, alcanzó su lugar en la historia, como un personaje rodeado por la controversia, sí, pero ni el paso de todos los gobiernos y acontecimientos que vivió cambiaron su manera de ver el mundo ni tampoco sus ideales, este es un hombre que se separó de la monarquía porque Francia se lo demandaba (es suya la frase "es costumbre real el robar, pero los Borbones exageran"). Luego, cuando el estancamiento amenazó al país, prefirió ayudar a la creación de un imperio sólido y poderoso con Napoleón al frente y finalmente cuando este se obsesionó con la expansión, Talleyrand, previendo su colapso se encargó de salvaguardar a Francia de las potencias europeas y restaurar la monarquía que ahora el pueblo aclamaba.

En el ámbito de la diplomacia su legado es extraordinario, considerado como el "Padre de la Diplomacia Moderna", siendo responsable del mayor número de alianzas internacionales, de la disolución y creación de coaliciones así como de la firma de numerosos tratados y pactos diplomáticos que dieron forma a la Europa de finales del Siglo XVIII y comienzos XIX.

Escudo Talleyrand


📖 Fuentes:
Tully, Mark "Recordando a Talleyrand" 2016
Haine, Scott. "La historia de Francia (1ª ed.)".
Palmer, Robert Roswell; Joel Colton (1995). "Una historia del mundo moderno (8 ed.)"
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord: Napoleón e Imperio
Share:

Nuestras Redes

FacebookInstagramTwitterRSS Feed

+Populares