Flavio Claudio Juliano I (El Apostata) ✝

"sólo le falta para ser perfecto… ser cristiano" - Sidonio Apolinar (430-479)


Apenas Constantino, llamado "El Grande", exhaló su último suspiro, se desarrolló un espantoso drama en el seno de su familia. Aunque él había puesto fin al sistema político de Diocleciano y concentrado todo el poder en sus manos, había dispuesto que el imperio fuese repartido a su muerte entre sus tres hijos. Constantino II, Constancio y Constante, y dos de sus sobrinos. Ahora bien, aunque es cierto que estos hijos no heredaron en absoluto las grandes cualidades de su padre, sí, en cambio, su deseo desenfrenado de reinar. Esta codicia del mando se desencadenó en primer lugar contra sus tíos y primos. Excepto dos príncipes de corta edad, todos los demás fueron exterminados. Los únicos sobrevivientes de esa carnicería política fueron: los hijos pequeños de un hermanastro de Constantino, el joven Constancio Galo y su medio hermano, un pequeño de 5 años, al que la historia conocería con el nombre de Juliano "El Apóstata". Probablemente se les perdonó la vida porque al ser tan jóvenes a priori no suponían una amenaza, ademas de ser en ese momento los únicos posibles herederos de segunda jerarquía con la sangre de la Dinastía Flavia.


La lucha pronto se centró entre los propios hijos de Constantino. No conseguían entenderse sobre la forma de repartir el imperio. Se desencadenó una guerra civil y perecieron al poco tiempo Constantino II y Constante. Mientras, en el exterior, el imperio atravesaba un período bastante agitado. La Galia sufría mucho con las hordas germánicas, que sembraban por doquier la muerte y el terror. En ese momento Constancio II quedo como único gobernante del Imperio luego de derrotar al usurpador Magnencio.

Mientras tanto los jóvenes príncipes pasaron a estar bajo la tutela de un obispo, de nombre Eusebio, que con el tiempo pasaría a ser el Patriarca de Constantinopla. Al fallecer este, fueron enviados a Capadocia. Allí, recibieron instrucción y educación conforme a su estatus social. Aunque parece ser que la realidad era más bien una manera de tenerlos controlados y vigilados. Galo, que era mayor que Juliano, fue asociado al trono por Constancio II como César en el año 351, asignándole el gobierno de la parte oriental del Imperio. Sin embargo, este se ganó la animadversión de los altos funcionarios imperiales por sus maneras violentas, ignominiosas y populistas, lo que suscitó en Constancio, que confiaba ciegamente en sus funcionarios, el temor de que su primo pudiera rebelarse contra él. Ordenando primero su arresto y posterior asesinato el años 354. Algunos cortesanos querían para Juliano la misma suerte, pero salvó la vida gracias a la emperatriz Eusebia y al hecho de ser considerado en ese momento "un ratón de biblioteca", debido a su apego por lo estudios en lugar de a la política.

En el año 355, sin mas familiares disponibles y peor aun sin un heredero, Constancio confió la defensa de las Galias a su primo Juliano, a quien otorgó también el título de César, casandolo ademas con su hermana Helena. Como sus primos, había sido bautizado y educado en la religión cristiana, pero su maestro, un liberto que en secreto permanecía fiel al paganismo, le había inculcado gran admiración por la cultura griega, en particular por Homero y Platón. El joven se manifestaba en lo externo dócil a su destino, pero su alma, en extremo sensible, vivía en el mundo encantado de la antigüedad clásica. Consciente de su valer, consideraba la religión cristiana como "una religión de esclavos, incapaz de suscitar almas generosas y heroicas". Observaba las faltas y defectos de los cristianos y se irritaba ante el chocante contraste entre sus creencias y su propia existencia. Un árbol que da por frutos los crímenes de Constantino y Constancio no podía ser, según él, un árbol bueno.

Cuando Juliano llegó a los veinte años, obtuvo mayor libertad. Entonces pudo entregarse al estudio asiduo de las ideas helénicas en las escuelas griegas de Asia menor y Atenas, donde vivió la época más feliz de su vida y experimentó la profunda y durable influencia de la filosofía neoplatónica, que admiraba desde tiempo atrás. El neoplatonismo es una réplica de la doctrina de Platón, teñida de orientalismo, fundada por el egipcio Plotino (205-270) 

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El neoplatonismo de Plotino, Orígenes, Porfirio, el seudo Dionisio Areopagita y Proclo
había de ejercer enorme influencia en el pensamiento y en la ética de la Edad Media. Desde luego, su concepción de la materia contribuyó mucho al nacimiento del ascetismo cristiano, con sus anacoretas y la vida reclusa de los monjes, los ayunos y maceraciones de la carne. En la ciencia medieval, el desprecio neoplatónico de la materia contribuiría a detener y frenar, durante más de un milenio, toda investigación en el dominio de las ciencias naturales. Por ello, la filosofía neoplatónica es la piedra angular de la cultura medieval. 
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La doctrina neoplatónica respondía a todas las aspiraciones de Juliano. Veía también en ella el medio de restaurar la cultura antigua y enfrentar al cristianismo. Sin embargo, en apariencia, continuaba comportándose como cristiano y esperaba su hora. Entretanto, participaba en un culto que aborrecía: le iban en ello su existencia y su obra futura. 

En el 355, a los veinticuatro años, Juliano tuvo que cambiar la toga de filósofo por el manto de general y afeitarse su revuelta barba. Se mostró muy ocurrente y trato de acomodarse muy bien a su nueva existencia; cambio los libros de filosofía por los tratados militares, mandó sus tropas según las reglas del arte bélico y obtuvo algunos éxitos que le merecieron fama de gran general. Cuando, cerca de la actual Estrasburgo, atacaron los germanos, tres veces más numerosos, Juliano obtuvo sobre ellos, gracias a la disciplina de sus tropas y a su valor personal, que servía de ejemplo a los soldados, una victoria decisiva, que fue la salvación de las Galias.


No se detuvo ahí: Avanzo hacia Bélgica, mejoro las comunicaciones con la Britania, reconstruyo las fortificaciones defensivas a los largo del Rin y persiguió a los germanos hasta la región de Maguncia. Estos éxitos de su primo, causaron honda preocupación en Constancio que solo pudo reaccionar aumentando el numero de funcionarios que ademas de controlar las acciones del Cesar lo mantenían bajo vigilancia. Años más tarde, el Augusto halló excelente pretexto para privar a Juliano de sus mejores tropas. Habiendo estallado la guerra contra Persia, quiso Constancio hacerse cargo del mando en persona y reforzar sus relajadas tropas de origen asiático. Necesitaba unidades frescas, procedentes de Occidente. Sus órdenes eran irrevocables y encargó a sus comisarios que escogiesen las mejores tropas galas.Aunque a disgusto, Juliano decidió ejecutar las órdenes del emperador. Pero los soldados con tanto esmero escogidos, se negaron a abandonar el país y proclamaron emperador a Juliano en la ciudad de París.


Éste se halló ante una alternativa grave: o se ponía al frente de los amotinados, o se dejaba matar por su primo. Cuando Constancio se enteró de la sublevación de los galos, fue presa del pánico, pero rechazó las tentativas de Juliano para llegar a un acuerdo amistoso. Decidió aprovechar un armisticio para castigar a "aquel ingrato". Ya en camino, contrajo unas fiebres; su ansia de llegar a destino acabó con su vida. Era el año 361, Juliano quedó dueño del imperio. Ya podía descubrir su verdadero rostro y arrojar la máscara de piedad cristiana que había llevado hasta ahora.


El primer acto del nuevo emperador fue verdaderamente simbólico. Llegado a Constantinopla a finales del año 361, procedió al nombramiento de una comisión depuradora de los consejeros de Constancio, compuesta principalmente por militares. En los llamados juicios de Calcedonia, por el lugar de su celebración, dieron buena cuenta de la administración civil de Constancio que había estado compuesta casi en su totalidad por eunucos. Con esta purga, Juliano se libraba de la tutela burocrática para caer en manos de la aristocracia militar, que se tomaba así la revancha tras ser postergada en el reinado de Constancio.

En lo personal, Juliano era un idealista como pocos emperadores romanos lo fueran. En el trabajo, activo y esclavo del deber: un nuevo Marco Aurelio, que vivía un auténtico ascetismo. A la muerte de su esposa Helena, había jurado seguir una vida de castidad. Demasiado humano y prudente para combatir al cristianismo con persecuciones sangrientas. No quería hacer mártires. En una carta escrita poco después de su ascensión al trono, precisaba: "A pesar de la locura de los galileos que han provocado una sublevación casi total, quiero que no se les castigue a muerte y no se les apliquen castigos corporales, sino que, por el contrario, se les deje en paz". En otro de sus escritos posteriores se lee: "Los errores son debidos más a la ignorancia que a la maldad. Por eso, hay que compadecerlos en vez de odiarlos. Hay que convencer a los hombres con argumentos razonables, mejor que con golpes, injurias y malos tratos".

Ello no significa que no adoptara medidas anticristianas. Algunas podían ser calificadas de igualitarias, obviamente comenzó proclamando la libertad de cultos y religiones, suprimiendo toda la legislación represiva que de facto había hecho del cristianismo la religión del Estado, También ordeno que los cristianos participantes en la destrucción de los santuarios paganos los reconstruyeran con sus manos o pagaran los gastos de reconstrucción. "Si los galileos quieren tener ornato en sus templos, sea enhorabuena, pero no con los materiales pertenecientes a otros lugares de culto". Ordenando la devolución de columnas, capiteles y otros objetos expoliados de los templos paganos.

A consecuencia de ello, varios procuradores y funcionarios celosos secuestraron los bienes de algunas iglesias cristianas. Por tal motivo, los cristianos llegaron más de una vez a las manos con el populacho pagano. A pesar del punto de vista tan humano del emperador y otros paganos ilustres, se cometieron con frecuencia crueldades.

De esta forma, la base económica de la Iglesia, reforzada por Constantino el Grande, fue reducida a la nada por Juliano. Otros privilegios, tales como, la competencia judicial en materias civiles, que se había otorgado a los obispos sobre sus fieles, fueron también abolidos. Así como el transporte de las autoridades eclesiásticas y las rentas para las iglesias pagada con el dinero del Estado.

Pero el peligro más grave para el cristianismo era el edicto que prohibió a los cristianos dar enseñanza clásica e, indirectamente, recibirla. Juliano esperaba que, pasadas algunas generaciones, gran parte de la juventud seguiría su propio ejemplo de apostasía, y quienes no hubieran tenido ocasión de adquirir elevada cultura, tampoco estarían en disposición de ocupar cargos directivos y actuar según sus ideas. Juliano vio como un acto de hipocresía el hecho de que las escuelas cristianas enseñaran la Biblia como única fuente de conocimiento mientras que de forma simultánea enseñaban también los textos griegos clásicos.


Se preocupo, además, de asegurar a las religiones paganas una organización tan sólida como la del cristianismo, a fin de ponerlas en disposición de luchar con eficacia contra ésta. Así, procuró crear una jerarquía pagana, similar a la cristiana, nombrando para cada provincia un pontífice, especie de obispo, a quien todos los demás sacerdotes quedaban sometidos. Al frente de la jerarquía se situaba el propio emperador, con la dignidad de sumo sacerdote. Juliano hizo lo posible por atraer al pueblo a los santuarios, introduciendo cátedras, hasta entonces desconocidas: desde ellas, los filósofos neoplatónicos explicaban el mensaje esotérico de los mitos antiguos. En fin, se esforzó en emular las prácticas caritativas de los cristianos, empleando sumas importantes en instituciones filantrópicas. Hijo de su tiempo, también concedió un lugar importante en su concepción religiosa a los populares misterios de Atis y Mitra y a los sortilegios del culto de Hécate.


Finalmente conocedor, en carne propia, de las disensiones existentes en el seno de la iglesia cristiana, reclamó la vuelta de los obispos cristianos considerados heréticos, que habían sido exiliados por los edictos de la Iglesia, reavivando así los disturbios y cismas internos. Cuando se produjo el asesinato del obispo arriano de Alejandría, Jorge de Capadocia (su antiguo tutor en Macelo), Juliano no intervino, mostrando satisfacción por la eliminación de un "enemigo de los dioses".

En resumen, Juliano procuró introducir notables reformas en la religión pagana, tomando de continuo al cristianismo como modelo. El "apóstata" había arraigado en la ética cristiana mucho más de cuanto pudiera imaginarse. Juliano no combatió sólo a los aborrecidos cristianos con los medios que disponía como emperador, se valió también de la filosofía. Escribió diversas obras contra los "galileos", en que expresaba ante todo su rechazo por el culto a las reliquias. Así empleó Juliano todos los medios pacíficos para defender la causa del paganismo antiguo.

Sin embargo, pronto vio que no podía darse vida a lo que estaba ya muerto, aunque lo intentara el mayor idealista. La gran masa popular, aunque más o menos hostil al fanatismo de los cristianos, permanecía indiferente a los ideales del emperador. Entre los cristianos, en cambio, el fervor era directamente proporcional al empeño puesto en desarraigarla. "Esto es sólo una nube pasajera", dijo el eminente padre de la Iglesia Atanasio, cuando Juliano lo envió al destierro. Apenas transcurridos seis meses, sus palabras se convertían en realidad. En el verano de 362, Juliano abandonó Constantinopla, para no regresar a ella jamás. Se había puesto en marcha hacia la frontera oriental para combatir a los persas.


En Antioquia, después de un recibimiento tibio por parte de la población quiso favorecer a sus habitantes, vendiendo trigo a bajo precio e imponiendo precios máximos en los tiempos de escasez y, conforme a su política, ordeno refeccionar el Santuario de Dafne. Pero para contrariedad de Juliano los habitantes de Antioquía acostumbrados a sus fatos, fiestas y orgias comenzaron pronto a recriminar a Juliano su austeridad y su aspecto mal cuidado lo que generó burlas hacia su persona, llegando al punto de los antioquenses exaltar la memoria de Constancio II, a pesar de haber sido unánimemente odiado en todo Oriente. Para empeorar las cosas los preparativos de la campaña contra el Imperio Sasanida, con todo el ejercito imperial (65.000 hombres) reunido en Siria, hicieron cada vez mas difícil la relación del emperador con sus súbditos sirios.

Ha sido varias veces discutido por los historiadores cuáles fueron los motivos que impulsaron a Juliano a emprender su campaña de Persia. De hecho, no existía una verdadera necesidad de llevar a cabo una ofensiva semejante: los persas deseaban, incluso, entablar negociaciones con Juliano, lo que este rechazó.​ Un argumento frecuentemente aducido es el de que Juliano tenía la intención de emular a Alejandro Magno. De hecho, Amiano se hace eco de este motivo,​ ya que, de todas formas, para cualquier general que partiera contra Persia, Alejandro era un modelo inevitable.

En marzo del año 363, Juliano y su ejercito abandonaron Antioquia con rumbo al este. En Hierápolis estableció contacto con los árabes. A continuación marchó hacia el sur siguiendo el curso del río Éufrates. En su séquito viajaba Hormisdas, miembro de la familia real persa, que hacía ya tiempo había escapado a Roma y servía a Juliano como consejero y eventual pretendiente al trono.

Juliano envió una parte de su ejército, bajo el mando de su pariente Procopio y del magister militum Sebastiano, para ayudar a defender al rey de Armenia, Arsaces, y actuar como distractores en el norte de Mesopotamia, en tanto que él, con el grueso del ejército seguía su marcha hacia Ctesifonte.​ A lo largo de su trayecto, conquistaron numerosas ciudades y fortalezas enemigas. El emperador debió sin embargo haberse sentido bastante intranquilo, ya que no se veía ni rastro del ejército sasánida. Los persas se limitaron a obstaculizar la marcha del ejército romano con pequeños ataques y a dificultar su acceso a los víveres.

A finales de mayo de 363, el ejército romano llegó por fin ante la capital persa, Ctesifonte, donde batieron a un poderoso ejercito persa. Pero ante la imposibilidad de tomar la ciudad por asalto, decidieron marchar hacia el norte y unirse con la columna conducida por su lugarteniente Procopio. Para conseguir una mayor rapidez de movimientos, Juliano ordenó inopinadamente la quema de la flota, que hasta entonces había acompañado al ejército a lo largo del Tigris, lo que desmoralizó a la tropa. En el curso de una marcha agotadora, continuamente hostigado por un enemigo que se negaba a presentar batalla, Juliano sucumbió en una escaramuza el 26 de junio de 363, alcanzado en la espalda por la jabalina de un soldado al servicio de los persas. Se había expuesto temerariamente, sin recordar que se había quitado la coraza a causa del calor. Sus soldados no dejaron sin venganza la muerte de su general. Despreciando a la muerte, se arrojaron furiosos contra el enemigo hasta conseguir una aplastante victoria. El emperador, entretanto llevado a su tienda, consolaba a los amigos que lo rodeaban, rogándoles que reprimieran las lágrimas. El moribundo manifestó la alegría que experimentaba, de ir al fin hacia un mundo mejor: "Aquel a quien aman los dioses, muere joven", dijo. Y después de filosofar sobre la inmortalidad del alma, se extinguió tranquilo. Tenia entonces treinta y dos años. Apenas había reinado uno y medio.


Se ha planteado la posibilidad de que la jabalina fuera en realidad proveniente de sus propias filas. Se especula acerca de un posible complot del sector asiático del ejército, encabezado quizás por el Conde Víctor, general de Juliano, y otros oficiales cristianos, entre los cuales se ha sugerido la hipotética implicación de Valentiniano, con posterioridad Emperador de Occidente. La tradición histórica posterior no tuvo inconveniente en aceptar la versión de que el soldado que dio muerte al Emperador era cristiano.

Los restos de Juliano fueron sepultados en Tarso, y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla, siendo depositados en un gran sarcófago de pórfido. Aunque la iglesia fue destruida por los turcos y sus restos vejados y expoliados, el sarcófago aún se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul.


Como un eco de la alegría que experimentaron los cristianos al morir su peor enemigo, nació la leyenda según la cual Juliano exclamó en sus últimos instantes: "¡Venciste, galileo!"


Acerca de Juliano y su obra o sueños, la sobria historia le contemplará más verdaderamente como un hijo tardío de una gran época pasada, engañado en sus ideales, pero noble en su naturaleza, mereciendo el honor de intentar hacer justicia en un tiempo cuando esto era una rara virtud.
📖 Bibliográfia:
"Historia_Universal_de_Roma", Tomo III, Carl_Grimberg.
"Juliano", Gore Vidal.
"Historias", Volumen I: Libros XIV-XIX, Amiano.
"Estudios sobre el emperador Fl. Cl. Juliano" Javier Arce. 
🌐 Wikipedia.org

🌐 Información adicional acerca de Juliano:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822012000100009

https://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/Juliano-Diccionario-Filosofico.htm


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