El reino tracio de Lisimaco

EL REY LISIMACO DE MACEDONIA


Busto de Lisimaco de Tracia
Habiendo servido en el ejército de Alejandro Magno, Lisímaco había sido uno de los grandes supervivientes de las Guerras de los Diadocos.

Nacido en una de las zonas mas agrestes de Macedonia había sido educado desde la mas tierna infancia junto al príncipe Alejandro, acompañándolo prácticamente toda su vida, por esto mismo fue distinguido por el propio monarca como uno de los somatophylax (guardaespaldas) del rey, siendo, junto a Ptolomeo, los únicos que formaron parte de ese grupo escogido desde el principio.

Según algunas fuentes, fue nombrado gobernador de Tracia por el mismo Alejandro poco antes de su fallecimiento, y debia encontrarse en esa región o en camino a la muerte del rey. Según otros, si estuvo presente durante los incidentes en Babilonia.

Como fuese, su nombramiento fue reconfirmado por los otros Diadocos durante la primera repartición de las satrapías, probablemente con el apoyo de Perdicas, que lo necesitaba como "vigilante" del gobernador de Macedonia, Antipatro.
Durante casi 40 años, gobernó la región de Tracia, de vital importancia, a la vez que emprendía múltiples guerras contra sus numerosos enemigos externos e internos. No fue una tarea fácil. 

Los 3 principales reinos resultantes de las Guerras de los Diadocos
Desde liderar duras campañas a lo largo del río Danubio contra los Getas (de los que llego a ser prisionero en una oportunidad) hasta reprimir los levantamientos de los tracios en el interior del país, mantener su autoridad en esta tierra periférica a través de la fuerza militar demostró ser un desafío constante para Lisímaco.

Sin embargo, después de años de lucha, la perseverancia del rey dio sus frutos. Gracias a sus esfuerzos, logró forjar un reino fuerte y estable en el Norte. Libres de la amenaza de las incursiones bárbaras que descendían sobre sus hogares desde el norte, muchos en el Egeo ahora desviaron sus energías de la guerra, abrazando el comercio y la oportunidad de riqueza y prosperidad que venía con ella.

Todo esto fue gracias a Lisímaco y la fuerte frontera norte que él había creado, un gran logro.

LISIMACO Y LOS DIADOCOS

Durante años Lisímaco desempeñó un papel relativamente menor en la gran lucha que siguió a la muerte del Alejandro. Desde su reino observó cómo perecían muchos colegas anteriores y amigos, hombres como Leonato, Pérdicas , Eumenes y Cratero.

Solo en el 302 a.C. finalmente se permitió involucrarse mucho más, llevando al ejército de la Gran Coalición a la victoria sobre Antigono "El Cíclope" en Ipsus. A partir de ese momento, su territorio solo aumentó y en 285 a.C. ya no era simplemente el rey de Tracia; ahora controlaba un imperio que se extendía desde las orillas del Danubio hasta las Puertas Cilicias en Asia Menor.
Moneda tracia del reinado de Lisimaco con el rostro de Alejandro
En Macedonia, los descendientes de Casandro (hijo de Antipatro), se vieron envueltos en una guerra civil por la posesión del trono. Esto fue aprovechado por Demetrio Poliorcetes que desde Grecia ocupo Tesalia para luego asesinar a los pretendientes al trono y se proclamo rey (Uno de los hijos de Casandro huiría a Tracia para pedir apoyo pero fue asesinado por Lisimaco). El rey de Tracia vio en esto un oportunidad, no podía permitir que el hijo de Antigono ocupase el trono macedonio como su vecino así que en alianza con Pirro, rey de Epiro, lo expulso del reino. Si bien parte del acuerdo con el rey epirota era dividirse Macedonia, Lisimaco aprovecho su popularidad entre la población para romper su alianza y apropiarse de todo el reino, era el año 288 a. C.

Demetrio huiría a Cilicia, desde donde atacaría los territorios de Lisimaco con éxito variable, pero agotadas sus fuerzas busco refugio y ayuda con su yerno Seleuco Nicator, el cual en lugar de darle su apoyo lo tomo prisionero.

El reino de Lisimaco en el momento de su apogeo
Lisimaco finalmente podía sentirse seguro y satisfecho de haber cumplido uno de sus mas anhelados deseos, convertirse en rey de la misma Macedonia, sin embargo, hacia el 285 a.C, el período de estabilidad llegaría a su fin; y se vendría abajo muy pronto.

LA CAÍDA

Para el 285 a.C., Lisímaco estaba cerca de los 80 años. Naturalmente, las preguntas sobre quién iba a ser su sucesor se convirtieron en una discusión común en la corte. Sin embargo, la elección parecía obvia.

El claro heredero era su hijo mayor Agatocles. Desde las batallas en las orillas del Danubio hasta las campañas en los países centrales de Asia Menor, Agatocles parecía estar bien preparado para suceder a su padre en esta época de guerra casi constante. Sin embargo, las cosas no serían tan sencillas.
Por razones desconocidas, Lisimaco dudó de nombrar oficialmente a Agatocles como su sucesor. La especulación en la corte continuó creciendo; y para Agatocles la agitación sin duda siguió.

Había estado esperando mucho tiempo para convertirse en el gobernante del reino de su padre y ahora, al ver a su anciano padre aparentemente dudando, el temor de ser pasado por alto por la sucesión comenzó a echar raíces en su mente. No tuvo la culpa de pensar de esta manera. Agatocles no fue la única persona con los ojos en la sucesión.

ARSINOE

Lisímaco había tomado múltiples esposas durante su reinado por razones políticas. Una de esas esposas fue Arsinoe, la hija de Ptolomeo I. A pesar de ser 45 años más joven que su esposo, Arsinoe había engendrado tres hijos para el rey anciano y en 285 a.C., el mayor se acercaba a la edad adulta.

Deseando que su hijo mayor se convirtiera en el próximo rey, Arsinoe ahora trató de indisponer al anciano Lisímaco en contra de Agatocles. Este no lo ignoraba. Al darse cuenta de la evidente competencia que enfrentó por la sucesión, una tensa rivalidad entre las facciones de Agatocles y Arsinoe estalló en la corte de Macedonia, cada una compitiendo por el favor del anciano rey. Sin embargo, dentro de la facción de Arsinoe había un hombre que habría preocupado a Agatocles más que a la mayoría.

KERAUNOS

Su nombre era Ptolomeo, apodado 'Keraunos' (el rayo) debido a su naturaleza impetuosa. Siendo el medio hermano de Arsinoe, Keraunos era el hijo mayor del rey Ptolomeo I en Egipto y para muchos, su legítimo sucesor. Sin embargo, en el 285 a.C., el anciano Ptolomeo había pensado lo contrario.

Quizás creyendo que su hijo mayor era demasiado inestable para el papel de rey, Ptolomeo ignoró a Keraunos por la sucesión y, en cambio, proclamó a otro de sus hijos, también llamado Ptolomeo , como co-gobernante de sus tierras y heredero. Keraunos había sido pasado por alto descaradamente.

Rechazado públicamente por su padre y temiendo por su vida, Keraunos se embarcó rápidamente en un barco al escuchar la proclamación y huyó de Alejandría. Desde allí navegó por el Mediterráneo hasta Lisimaquia, donde fue recibido por Arsinoe y pronto se convirtió en uno de sus confidentes más cercanos.

Respaldada por su recién llegado hermano y sus partidarios, Arsinoe ahora intentó asegurar la sucesión de su hijo al reino de Lisímaco, con Agatocles haciendo lo mismo por sí mismo. Las escenas en la corte deben haber sido tensas; ambos sabían que la muerte a manos del otro probablemente esperaba al perdedor de esta lucha.

LA MUERTE DE AGATOCLES

Lo que siguió exactamente todavía se debate. Sin embargo, Agatocles, empañado por el temor de ser pasado por alto por la sucesión, tomó una decisión que decidiría su destino.

Habiendo fundado su propia ciudad, a la que llamó Agatopolis, el hijo mayor de Lisímaco introdujo una nueva moneda de bronce que se representa con una diadema, el símbolo de la realeza.

Esto fue un paso demasiado osado; Lisímaco no había nombrado a Agatocles como su sucesor oficial y, en tal caso, su hijo mayor había tratado de obligarlo a hacerlo. Lamentablemente para el príncipe, sin embargo, su apuesta sería contraproducente por completo.
A medida que las noticias sobre las acciones de Agatocles comenzaron a convertirse en conocimiento común en Lisimaquia, los cargos de traición se generalizaron en la corte.

Gracias a su anterior indecisión, Lisímaco ahora se encontraba en un gran dilema. ¿Concedería la unión con su formidable hijo y, al hacerlo, lo designaría oficialmente como su sucesor? ¿O lanzaría su imperio a una crisis de sucesión aún mayor con su ejecución? Su elección decidiría el futuro de su imperio.
En 282 a.C., Lisímaco tomó la decisión fatídica. Creyéndose obligado a juzgar a su hijo culpable de traición, ordenó la ejecución de Agatocles. Sería ese su mayor, realmente fatal.

EL COLAPSO

Al enterarse de la muerte de Agatocles, los súbditos de Lisímaco estaban horrorizados. Habían amado al joven príncipe y con furia se volvieron contra su gobernante. El ejército especialmente, habiendo admirado a Agatocles por su destreza militar, pronto comenzó la agitación.

En cuanto a la familia de Agatocles, temerosos de las atrocidades que sabían que sufrirían si permanencian en la capital, la esposa y los hijos del príncipe asesinado huyeron de Lisimaquia con toda prisa junto con el hermano de Agatocles, Alexander.

Desde allí buscaron al único hombre que sabían que aún podría rivalizar con el poder de Lisímaco en el antiguo imperio de Alejandro.

NICATOR

Al llegar a la corte de Seleuco en Antioquía, Lisandra y Alexander le informaron de los acontecimientos en el oeste: Agatocles había sido ejecutado, el gran reino de Lisímaco ahora estaba en plena agitación y rápidamente siguieron más noticias intrigantes.

Aunque los acontecimientos lo habían llevado a crear un gran imperio asiático, Seleuco siempre había albergado ambiciones de control en Occidente. Tener su capital en el punto más lejano al oeste de su gran dominio no fue una coincidencia; ni las riquezas de la India ni las fértiles llanuras de Egipto lo atraerían tanto como la oportunidad de conquistas en Europa.
Ahora, con el reino de Lisímaco aparentemente colapsando sobre sí mismo y su ejército en completo desorden, Seleuco sabía que este era el momento de atacar.

Reuniendo sus fuerzas, Seleuco de 77 años se dirigió al oeste a la cabeza de un ejército formidable para enfrentarse a Lisímaco de 80.

20 años antes, las armas combinadas de estos dos reyes en el campo de batalla de Ipsos habían transformado sus imperios en los dos reinos más poderosos de la época.

Sin embargo, esa vieja alianza se había evaporado hacía mucho tiempo. En el 281 a.C., en Corupedium, estos antiguos aliados ahora se encontraron nuevamente en el campo de batalla. Solo que ahora sin embargo no serían aliados, sino enemigos. La batalla era inminente. 
El Imperio de Seleuco Nicator después de Corupediuo

LA BATALLA DE CORUPEDIUM

Lamentablemente existen poquísimas fuentes que nos permitan saber con exactitud donde, posiblemente cerca de Sardes, y como se desarrolló la batalla; sin embargo, un evento importante aseguró que su resultado sería decisivo. A medida que la lucha continuaba, el anciano Lisímaco encontró su final, paralizado con una lanzada de un heracleo llamado Malacon.


No hay más detalles, salvo uno que parece más literario que otra cosa pero resulta emocionante: tras la derrota y desbandada de las tropas vencidas, el cadáver de Lisímaco habría permanecido varios días abandonado en el campo de batalla y cuando por fin pudieron regresar para darle entierro sólo lo pudieron reconocer porque su fiel perro permaneció junto a él, protegiéndolo de las aves carroñeras.

Llegaba así el fin para el reino de Lisimaco, a su muerte todas sus posesiones pasaron a poder de Seleuco, el cual podía por fin jactarse de haber recuperado el imperio de Alejandro Magno, a excepción de Egipto; pero a su muerte, que ocurrió poco tiempo después, Macedonia recuperaría su independencia, Tracia se perdería definitivamente y Asia Menor se dividiría entre el naciente reino de Pergamo, el Imperio Seleucida y otros pequeños reinos que aparecerían con el paso de los años. 
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Las Guerras Pírricas - Parte 2

La batalla de Heraclea: 

Completados los preparativos por parte de ambos bandos, movilizaron sus ejércitos en busca de el choque decisivo. En Tarento las noticias del avance de Levino sorprendieron a Pirro que esperaba un movimiento mas cuidadoso de los romanos. Por este motivo y con la finalidad de ganar un poco mas de tiempo -a espera de la llegada de sus aliados italicos- el rey envío embajadores ante el Cónsul manifestandole el poder de su ejercito, entrenado en múltiples guerras, y ofreciéndose como mediador en la disputa surgida entre los griegos de la Magna Grecia y Roma. Pero la respuesta de Levino fue contundente.


“Los romanos no eligieron a Pirro como mediador ni lo temen como enemigo” (Plutarco. Pirro. 16,4)

Recibida la respuesta el rey movilizo sus tropas para alcanzar a los romanos en un terreno que fuese apropiado para su falange, a diferencia de otras oportunidades ahora las legiones buscaban agresivamente el choque inmediato con los griegos para evitar que estos recibieran el apoyo de samnitas y lucanos.

Griegos y romanos no habían combatido nunca, y los griegos pensaban que los romanos no eran mas que otra de las tribus desorganizadas y bárbaras que habían derrotado con facilidad anteriormente.

Pirro tomo posiciones cerca al rio Siris y acampo mientras enviaba algunas fuerzas a ocupar los vados para evitar cualquier ataque sorpresa por parte de los romanos, es conocida la anécdota en la que el rey se acerca al campamento romano y queda sorprendido con el orden y la excelente organización de los "bárbaros".

También se dio cuenta que el ejercito romano era numéricamente superior al suyo, aunque estaba seguro que su falange superaría a la legión romana. Y además, disponía en reserva de los elefantes, que los romanos aun no conocían.

Levino entendía que debía provocar el combate y medir fuerzas rápidamente antes de que el enemigo reforzara su ejército. Por lo que decidió cruzar el río con sus legiones al completo y en formación de batalla. La guardia de Pirro fue arrollada mientras la infantería romana cruzaba por un vado y la caballería “corriendo por el agua en muchos puntos”, pero en muy buen orden.
Pirro no tuvo más opción que aceptar el envite, a riesgo de perder sus aliados si se mostraba reacio al combate. Sacó su ejército y formó una línea de batalla frente a su campamento con su infantería. Y, conduciendo toda la caballería (sus tres mil jinetes), corrió raudo para intentar tomar a los romanos mientras aún cruzaban el río.

La Batalla

Como decíamos, el ejército romano (un ejército consular reforzado o ampliado) contaba con alrededor de 25,000 (max. 35,000) hombres, incluyendo caballería e infantería, organizada en el clásico “triplex acies” de las legiones romanas de la era manipular.

Pero, tal como anticipamos con la cita de Plutarco (Plutarco: Pirro 17,5), Pirro contaba solo con sus tropas griegas (el ejército que había traído de Epiro) que sumaban 20,000 hombres de infantería de línea, mencionada como “la falange”. La tropa de proyectil contaba 2,500 total, 3,000 eran los jinetes y veinte sus elefantes. A esto debemos sumar la milicia de Tarento (de 3,000 a 5,000 hombres de infantería de línea).

Como mínimo, el ejército de Pirro pudo contar unos 25,000 hombres de infantería de línea. De máxima, unos 35,000. Dependiendo la cantidad de efectivos en estos contingentes aliados, de los cuales apenas tenemos información. Por lo tanto, podemos ver que ambos ejércitos enfrentados se encontraban bastante parejos en números. Sin embargo, esto no disipó los temores del rey.

Cuando Pirro percibió el buen orden que mantenía el ejército romano mientras cruzaba el río, mandó cerrar filas a sus jinetes y cargar al enemigo.

El encuentro con la caballería romana debió haber sido un espectáculo magnífico. A decir de Plutarco, Pirro no solo destacaba por su brillante armadura, sino también por su valor e inteligencia: “demostró con sus acciones que su valor no desmentía su fama; y sobre todo porque, mientras participaba activamente en la lucha y rechazaba vigorosamente a sus atacantes, no se confundía en sus cálculos ni perdía su presencia mental, sino que dirigía la batalla como si la estuviese inspeccionando desde la distancia, lanzándose acá y allá él mismo y llevando ayuda a aquellos a quienes él creía abrumados” (Plutarco. Pirro. 16,7-8).
Fase 1, Pirro trata de retardar al ejercito romano
El combate fue durísimo para ambos bandos. El propio Pirro pudo haber caído en la refriega con el frentano Oblacus.

La caballería griega parecía abrumada por las acciones. Puesto que Pirro advirtió que comenzaba a ceder. Tal vez los romanos habrían sumado el apoyo de su infantería, o sus tropas ligeras. O tal vez el combate en la cercanía del río, su orilla, impedía las adecuadas evoluciones de la caballería epirota. En definitiva, Pirro ordenó intervenir a la infantería que, hasta el momento, se encontraba expectante.
Fase 2, los ejércitos se despliegan
Lo que siguió fue la primera batalla entre falangistas y legionarios. Se produjo una serie de enfrentamientos, frustrantes para cada bando. Los legionarios se veían frustrados porque no podían romper el muro de sarissas, los epirotas se veían frustrados porque cada vez que derrotaban a un manipulo, otro manipulo los flanqueaba y la línea de hoplitas corría grave peligro de ser traspasada.

Por suerte para Pirro, las legiones aliadas de Roma no pudieron desplegarse convenientemente, lo que hubiera permitido a los romanos flanquear a la falange desde ambos lados.

Durante largo tiempo, el resultado de la batalla fue incierto.


En ese momento ocurre lo inesperado. Tras la acción de Oblacus, Pirro había intercambiado su armadura con uno de sus “compañeros” llamado Megacles. Pero éste, acosado por muchos enemigos, que lo confundía con Pirro, cayó muerto por múltiples heridas.

La noticia de la supuesta muerte de Pirro corrió como reguero de pólvora y afectó a ambos ejércitos. Envalentonando a los romanos y amedrentando a los griegos.

Advertido del riesgo, Pirro tuvo que correr a cara descubierta frente a la línea de su ejército para evitar el descalabro. El peligro era inminente. El ejército griego estaba a punto de caer puesto que los romanos presionaban y volcaban las acciones decididamente a su favor.
Fase 3, el ejercito epirota comienza a verse en apuros
En ese momento entra en escenas los elefantes, que Pirro había mantenido en reserva prudentemente. La irrupción de estos animales por el flanco fue suficiente para revertir las acciones. Los caballos romanos, espantados por el hedor de las bestias, se descontrolaron arrojando a sus jinetes (que eran pisoteados por los paquidermos) o huían despavoridos en cualquier dirección.
Fase 4, Pirro hace uso de los elefantes como último recurso
Las legiones también se vieron afectadas. Semejantes bestias, nuca vistas en Italia, causaron pavor a los legionarios que abandonaban la lucha (los romanos llamaron a los elefantes "bueyes lucanos"). Ahora, la infantería romana era repelida, y la caballería griega se reorganizaba para perseguir a los que huían, destacando especialmente en esta acción los de Tesalia.

La victoria era de Pirro.

Victoria Pírrica

Curiosamente, las bajas producto de la batalla nos llega solo por Plutarco. El historiador griego informa que Dionisio calculó 15,000 romanos contra 13,000 griegos. Y lo contrasta con Hierónimo de Cardia, quien ofrece una cifra más acorde con la realidad y los eventos posteriores: 7,000 romanos versus 4,000 griegos. A fin de cuentas, las cantidades que adoptamos para el presente escrito. Vale decir que, el porcentaje de bajas es muy alto. Altísimo si asumimos la menor estimación en cuanto a la cantidad de tropas involucradas (30% aprox. para los romanos).

Al finalizar la batalla, Pirro recorrió el campo de batalla, y al observar los cuerpos de los romanos caídos en combate, y viendo que todos ellos (o su mayoría) lo habían hecho combatiendo de frente, y no dando la espalda a su enemigo, no pudo ocultar su asombro. El enemigo que enfrentaba no era un rival menor. El resultado de la batalla por mucho tiempo estuvo indeciso y, si no hubiera sido por los elefantes, la victoria hubiera favorecido a los romanos, un gran estratega como Pirro sabia esto.
La intervención de los elefantes fue vital para decidir la batalla.
Para colmo, las bajas en el ejército de Pirro también se contaban entre lo mejor de sus hombres. Puesto que muchos de sus oficiales habían caído, bajas que se volvían irremplazables.

Pero todas no eran malas para el rey de Epiro. La noticia de la victoria corrió rápido, y los pueblos de Italia que había ofrecido su apoyo, enviaron sus tropas como refuerzo. samnitas y lucanos abandonaron su ocasional “prudencia”, y se sumaron al ejército de Pirro, a quien consideraban su salvador. Los brutios, que no habían sido incluidos en las promesas de los tarentinos, también enviaron sus tropas. En poco tiempo, el ejército de Pirro fácilmente duplicaba su número.

Justino, entre otros autores, informará que “Muchas ciudades de Italia, movidas por el resultado de esta batalla, se rindieron a Pirro. Entre otros también Locri, traicionando a la guarnición romana, se rebeló contra ellos (los romanos)”.
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1940 Alemania ataca el occidente - Parte 6

Los acontecimientos se precipitan 


Aquella noche el Gobierno francés decidió dirigir una llamada urgente a Churchill para que se les proporcionara un mayor apoyo aéreo. A la mañana siguiente, 16 de mayo, llegaron a París noticias todavía peores: de Amiens, situada bastante lejos de la línea del frente, comunicaron la llegada a dicha ciudad de soldados en fuga procedentes del destruido Ejército 9. Gamelin ordenó la retirada general de las fuerzas francesas en Bélgica (Holanda ya había capitulado). Reynaud por su parte, advirtió al Gobierno que estuviera preparado para trasladarse a Tours, y transmitió por radio a Churchill el siguiente mensaje:
«Ayer tarde perdimos la batalla. El camino de París está libre. Enviad todas las tropas y aviones que podáis». 
Al mismo tiempo convocó al general Weygand, en otro tiempo Jefe de Estado Mayor del mariscal Foch, que se encontraba en Beirut, y al mariscal Pétain, el «héroe de Verdún», que se encontraba en Madrid. Aquella misma tarde llegó Churchill en avión a París. A las 17.30 tuvo lugar una reunión histórica, en el Quai d'Orsay, en la que participaron Reynaud, Daladier. Gamelin, Churchill y sir John Dill. 

Churchill describió así aquellos momentos: 
Mientras escuchaba, Churchill se dio cuenta de que en el jardín del Quai d'Orsay se elevaban nubes de humo procedentes de grandes hogueras. Y asomándose a una ventana vio a respetables funcionarios que arrojaban a ellas montones de documentos de archivo... 

El mismo día que en París se celebraba esta entrevista, Rommel avanzó otros 8 km. abriendo brecha en el despliegue defensivo que prolongaba por el Norte la línea Maginot, haciendo prisioneros a unos 10.000 hombres y apoderándose de 100 carros de combate, y todo ello por el precio de 35 muertos y 59 heridos. El 17 de mayo, rechazando fácilmente, como ya se ha dicho, el contraataque de De Gaulle, las unidades acorazadas llegaron al canal Sambre-Oise y a laon, ciudad que, en línea recta, distaba menos de 100 km de París. 
La retirada del Ejército aliado en Bélgica había comenzado, y aquel mismo día el Ejército 6 de Reicheneau entró en Bruselas. A fin de proteger a París, el general Georges ordenó la constitución de un Ejército 7, compuesto por unidades retiradas de Alsacia-Lorena. Pero no era a París adonde se dirigían los alemanes, como al fin llegó a ver claramente al Alto Mando aliado al día siguiente. 

La resistencia francesa estaba disminuyendo de día en día y los acontecimientos se precipitaban. El día 18, Guderian -a quien se había dado de nuevo libertad de acción- atravesó el canal Sambre-Oise, ocupando San Quintín y Péronne. Por el Norte, Rommel llegó a Cambrai, escenario del famoso ataque realizado por los carros de combate ingleses en 1917, ataque que puede ser considerado como el precursor de la arrolladora ofensiva con la que ahora los alemanes estaban atravesando, a hierro y fuego, todo el Norte de Francia. 
Aquella noche, el sucesor de Corap, general Giraud, mientras se efectuaba el repliegue de las tropas, llegó a Le Catclet con dos oficiales de su Estado Mayor, descubriendo que los carros de combate de Reinhardt ya estaban allí y habían hecho saltar su Cuartel General. Giraud dijo a los dos oficiales que trataran de ponerse a salvo, y él comenzó a vagar, solo, en la noche, sin saber a ciencia cierta lo que debía hacer ni a dónde podía dirigirse. A las 6 de la mañana fue capturado por una patrulla alemana. 

El 19 de mayo Guderian atravesó el antiguo campo de batalla del Somme, donde en la primera Guerra Mundial cayeron centenares de miles de soldados para avanzar tan sólo uno o dos kilómetros. Aquel mismo día De Gaulle atacó de nuevo el flanco del «corredor de los acorazados», cerca de Laon, con su División Acorazada 4. Esta vez, según dice el mismo Guderian, algunos carros de combate franceses consiguieron acercarse a menos de 2 km de su puesto de mando, donde pasó «algunas horas poco agradables hasta que finalmente los amenazadores visitantes cambiaron de dirección». 
Una vez más el cielo se llenó de Stukas. «Hasta que cayó la oscuridad -escribió De Gaulle- nos estuvieron bombardeando, y la eficacia de sus ataques sobre nuestros carros, incapaces de alejarse de los caminos, y sobre nuestra artillería, que se encontraba totalmente al descubierto, fue extraordinaria». Pero aquella misma tarde el general Georges ordenó a De Gaulle que no realizara a fondo su ataque, porque su división debía «ser destinada inmediatamente a otras misiones». De esta manera, y una vez. más se frustraban esos esfuerzos aislados de unos pocos franceses que querían luchar contra los alemanes con sus mismas armas y con sus mismos métodos, cuando sus recursos humanos y sus elementos materiales y bélicos eran inferiores a todas luces. 

Por el norte, las fuerzas inglesas y francesas que se retiraban de Bélgica comenzaron a ejercer cierta presión sobre aquel flanco del «corredor de acorazados». De este modo consiguieron preocupar al Mando alemán acerca del peligro que podían correr los flancos de las unidades acorazadas. que en aquellos momentos se habían alargado excesivamente. Y puesto que las tres divisiones mecanizadas francesas se estaban reuniendo -procedentes de Bélgica- cerca de Cambrai, Rommel recibió la orden de consolidar sus posiciones entre esta ciudad y Arrás. Asi, pues, en lo que concernía a Rommel y a su 7.* Panzerdivision, los días de la espectacular y veloz cabalgada podían darse por terminados.  

Gamelin propone un nuevo plan 

En Vincennes, Gamelin al fin se había dado cuenta de que el objetivo estratégico de los alemanes no era dirigirse sobre París, sino llegar hasta el canal de la Mancha para partir en dos el Ejército aliado. Y finalmente descubrió también -pero cuando por desgracia ya no había tiempo para ello- la favorable ocasión que ofrecía a los Aliados el excesivo desarrollo longitudinal del estrecho «corredor de acorazados», donde la infantería estaba en aquel momento retrasada en dos o tres días respecto de los carros de combate. El hombre que en septiembre de 1914 había redactado la orden de Joffre que decidió la suerte de la batalla del Marne, vio entonces claramente cierto paralelismo con el clásico error de Kluck (el general alemán que durante la primera Guerra Mundial, en el transcurso de la citada batalla del Marne, se había visto obligado a retirarse con su ejército a consecuencia de una equivocada disposición de sus tropas) 

Por la mañana del día 19 redactó su «Directiva personal y secreta número 12», una obra clásica en su género y con la que Gamelin intervino por primera vez en la dirección de las operaciones del general Georges. Este proceder reflejaba un estado de ánimo de profunda depresión. 

El documento comenzaba con un preámbulo apologético, en cierto sentido de espíritu poco militar: «Sin desear interferir en la dirección de las operaciones que se están desarrollando ahora...» 
Según el plan de Gamelin, las fuerzas móviles del Grupo de Ejércitos I, que se estaban retirando de Bélgica, debían atacar la retaguardia de las grandes unidades acorazadas alemanas y la infantería motorizada que las seguía; al mismo tiempo, los Ejércitos 2 y 6 atacarían por el Sur, lanzándose contra las cabezas de puente en el Mosa. 

La Directiva de Gamelin terminaba con estas palabras: «Es una cuestión de tiempo». Una vez más se trataba de un elemento que, lo mismo que la movilidad, que habría permitido ganarlo los Aliados no tenían, porque la endiablada rapidez operativa de las fuerzas alemanas daba al traste una y otra vez con todos sus cálculos y previsiones tácticas que en cualquier otra guerra hubieran sido correctas, y que, sin duda alguna, habrían refrendado con su autoridad los mejores estrategas.

Pero la acción decisiva de esta jornada le correspondió, tal vez justamente, a Guderian. Poco antes de la madrugada del dia 20, habiendo salido del campamento situado sobre la linea Cambrai-Perónne, prosiguió su avance; y a las 9 de la mañana, la primera Panzerdivision, con Guderian una vez más en primera línea, ocupó Amiens, el objetivo que no había podido conseguir Ludendorff en la desesperada ofensiva efectuada in extremis por los alemanes en 1918, ya en las postrimerías de la primera Guerra Mundial. Para darse cuenta de lo poco que se preocupaba ya Guderian de la resistencia enemiga, bastará decir que incluso se permitió una pausa... para visitar la catedral. Sus unidades siguieron después el curso del Somme, dirigiéndose a Abbeville, y por la tarde llegaron a los suburbios de la ciudad. Las fuerzas del Ejército 7 francés, que combatían en el Somme, estaban separadas por una brecha de unos 90 km de las que operaban en el Norte. A las 19, la 2da Panzerdivision de Guderian, avanzando rápidamente por Albert, prosiguió su carrera (aunque lamentándose de haber agolado el carburante) y ocupó Abbeville. Una hora después uno de sus batallones, mandado por el mayor Spitta, llegó al canal de la Mancha, exactamente en Noyelles.



El general (Gamelin) habló durante unos cinco minutos sin que nadie dijese siquiera una palabra. Cuando terminó, siguió un largo silencio. Después yo le pregunté: «¿Dónde está la reserva estratégica?», y poniéndome a hablar en francés, lengua que utilizaba indiferentemente (en todos los sentidos): «Oú est la masse de manoeuvre ?» El general Gamelin se volvió hacia mi y moviendo la cabeza y encogiéndose de hombros, dijo: «Aucune...» Ninguna reserva estratégica. «Aucune». Quedé aturdido ¿Qué debíamos pensar del gran Ejército francés y de sus jefes más destacados? 

Las fuerzas blindadas alemanas se reúnen en el Somme

El día 19 de mayo los alemanes se dedicaron a reunir y reorganizar sus grandes unidades y grupos. Las unidades acorazadas se concentraron en el sector del Somme, para lo que más tarde se conoció como la famosa «cita del 19 de mayo». La enorme masa de fuerzas acorazadas de Kleist se vio aumentada después con el contingente de Hoepner, formado por otras dos Panzerdivisiones destacadas, según planes previstos, del frente belga. Las unidades de vanguardia del «corredor de acorazados», que tenia ahora una longitud de 200 km. estaban preparadas para el avance final hacia el mar. Rommel, que había recibido el día anterior la orden de detenerse, consiguió convencer al comandante del XV Panzerkorps para que le permitiese continuar el avance a fin de ocupar las importantísimas alturas de los alrededores de Arrás. Y así, poco antes de las 2 de la madrugada del dia 20, reemprendió la marcha y, tras un duro forcejeo con las fuerzas francesas, que habían conseguido infiltrarse en sus lineas de comunicación, alcanzó su objetivo. Después, dedicó el resto del día a establecer puestos defensivos; al dia siguiente se produciría su primer y esperado encuentro con las fuerzas acorazadas inglesas. 

Guderian, llevaría a sus unidades blindadas hasta las costas francesas
pese a la oposición de sus superiores.

Casi sin poder creerlo, aquellos hombres, fatigados después de tantos días de ininterrumpida actividad, observaban el mar como fascinados, inspiraban profundas bocanadas de aire salobre, se abrazaban. En un sólo dia habían avanzado más de 100 km. Y en los azarosos diez, días anteriores cubrieron una distancia de más de 320 km en línea recta. Acababan de infligir un golpe mortal al Ejército francés y su «corredor de acorazados» había partido las tropas aliadas en dos. En el Cuartel General del OKW, el general Jodl escribió en su diario: «El Führer está loco de alegría. Parece tener la victoria y la paz ya al alcance de la mano». Guderian, por su parte, anotó en el frente: «La tarde de aquel día extraordinario no sabíamos en qué dirección debíamos continuar nuestro avance; ni el Panzergruppe, dirigido por Kleist, había recibido instrucciones respecto a una prosecución de la ofensiva». El Estado Mayor alemán estaba como paralizado de admiración. ¡Parecía imposible que todo hubiera marchado tan bien! ¡A pesar de todo, aquel profano en asuntos militares, aquel alocado idealista de Hitler, había tenido finalmente razón! Ahora, hasta el más lerdo comprendería lo que quedaba por hacer: ante todo, aniquilar el Cuerpo Expedicionario británico y el Ejército 1 francés, cercados en la bolsa situada al norte del «corredor de acorazados»; después, conquistar el resto de Francia, un cuerpo ya inerte y casi totalmente indefenso.

Avance alemán desde el 16 al 21 de mayo.

- Alistair Horne (Asi fue la Segunda Guerra Mundial)
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1940 Alemania ataca el occidente - Parte 5

En campo abierto:

La enorme tensión de aquellos cinco días de ininterrumpidos combates también comenzaba a dejar su huella en los hombres de las unidades acorazadas alemanas. Guderian observó que sus soldados tenían los ojos enrojecidos y estaban muy fatigados. Pero entonces, con gran sorpresa y desencanto. Guderian recibió la orden de Kleist de suspender el avance; no obstante, tras una acalorada discusión consiguió que la suspensión se retrasase veinticuatro horas. 


Cuando despuntó la madrugada del dia 16, dándose cuenta, quizá por primera vez de la magnitud del éxito alcanzado, los hombres de Guderian reemprendieron la marcha con renovado ímpetu. «Estamos ahora en campo abierto», anotó el general en sus impresiones. «En Montcornet dejé atrás una columna de la 1era Panzerdivision que estaba avanzando. En aquel momento los hombres estallan muy animados y conscientes de que habíamos conseguido una victoria completa, una verdadera ruptura del frente. Por todas partes grupos numerosísimos de soldados franceses, temerosos y desmoralizados, se rendían; muchos de ellos, perplejos, murmuraban por lo bajo una sola palabra: traición.» El general Rommel escribió también en su diario: «Soldados y paisanos franceses, con los rostros descompuestos, yacían casi amontonados en las cunetas, detrás de los obstáculos contracarros y en cada agujero del terreno a lo largo de las carreteras. Dejamos atrás columnas de fugitivos y vehículos que habían sido abandonados por sus propietarios, los cuales, aterrorizados, habían huido al campo. Y entre tanto, nosotros seguíamos avanzando a velocidad regular.»
Soldados franceses entregándose como prisioneros

Al anochecer del dia 16 Guderian observó que sus columnas habían avanzado casi 90 km más allá de Sedán. Su orden para el dia siguiente era de continuar la marcha «hasta la última gota de gasolina». Pero, después, en las primeras horas del día 17, se vio sorprendido por una llamada de Kleist, quien, en términos bastante duros, le recordó la «orden de detención» del día 15. Enfurecido. Guderian amenazó con presentar su dimisión, y sólo la intervención del general List, comandante del Ejército 12, consiguió calmarlo. 

¿Qué había sucedido con el Alto Mando alemán? Al parecer, hasta Hitler había llegado a alarmarse ante el extraordinario éxito de las fuerzas acorazadas; temía que, penetrando cada vez más profundamente en territorio francés, cayeran en una trampa preparada por el enemigo. Por consiguiente, debían detenerse y esperar que la infantería les alcanzáce y pudiera consolidar las posiciones. Pero, Guderian, que comprendía mucho mejor que los que no se encontraban en el frente toda la magnitud del colapso francés, sostuvo calurosamente una vez más que no se detuviera el avance para no dar tiempo a los franceses a reorganizarse. Por último, después de una violenta discusión, se convino que el grueso de la unidad permaneciese en el punto en que se encontraba en aquel momento, pero que él podía destacar puntas de «exploración en fuerza». Interpretando una vez más las órdenes recibidas con una libertad digna de Nelson, Guderian se encaramó sobre su carro de combate y reanudó el avance. 


Lo que más había impresionado a Hitler era la actividad, en apariencia creciente, de las fuerzas acorazadas francesas. Y sin embargo, aunque la OKW no estaba todavía al corriente de ello, en la tarde del día 15 la reserva francesa de unidades acorazadas había quedado casi destrozada en el sector en que se había producido la ruptura. Ya vimos cuál fue el destino de las Divisiones Acórazadas 1 y 3 francesas. Sólo quedaba la División 2, trasladada el día 10 de mayo a la Champagne, al este de Reims. Durante los tres días siguientes la citada división había quedado dispersa en las carreteras y vías férreas, entre Reims y Charleroi. El día 14, el general Georges intentó reagruparla y ordenó que tomara posiciones en la retaguardia de la «linea de detención», en Signy-l'Abbaye. Desplegada en un frente de más de 40 km llegó al sector de Montcomet la tarde del 15 de mayo, precisamente cuando Guderian y Reinhardt irrumpían en el sector. Antes de que pudiera concentrarse, las divisiones de Guderian la rompieron en dos partes, una formada por los vehículos ligeros y la otra por los acorazados. Después, los carros de combate alemanes llevaron a cabo la operación de aniquilamiento que puso fin a la existencia de la División Acorazada 2 sin necesidad de desviarse de su dirección o detener su marcha. Pero el 16 de mayo, Hitler y el OKW no habían sido informados todavía de estos sucesos, y, por lo tanto, estaban preocupados por el peligro potencial que significaba un posible contra ataque de las fuerzas acorazadas francesas contra los flancos demasiado extensos de Kleist. 


El Alto Mando francés ya no disponía mas que de una sola unidad acorazada, sin tener en cuenta las divisiones mecanizadas ligeras que se estaban retirando de Bélgica, al norte del sector donde se había efectuado la ruptura del frente. Esta unidad se llamaba a si misma «División Acorazada 4», esta, en realidad, sólo se trataba de una formación ad lux, constituida apresuradamente reuniendo las unidades de carros recogidas de todas partes de Francia. La mayor parte de los artilleros de esos carros no habían efectuado nunca un disparo con el cañón que iban a manejar, y en cuanto a los conductores se les enseñó a conducir en cuatro lecciones. El comandante de dicha unidad era cierto coronel De Gaulle que había sido nombrado para el cargo el día 11 de mayo con estas animadoras palabras pronunciadas por el general Georges: «¡Bien. De Gaulle! Para usted, que desde hace tanto tiempo ha defendido las mismas ideas que el enemigo está poniendo ahora en práctica, ésta es la ocasión propicia para actuar». De Gaulle se precipitó a Laon y decidió lanzar un contraataque sobre Montcomet el día 17. En la madrugada de aquel día disponía solamente de tres batallones de carros. Y una vez más se repitió la ya habitual historia: excelentes reservas desperdiciadas en ataques fragmentarios. A pesar del ímpetu y coraje con que De Gaulle efectuó el ataque, Guderian lo destrozó con tanta facilidad que no se tomó ni siquiera la molestia de informar a Kleist. En sus memorias De Gaulle escribió: «Durante toda la tarde los Stuka precipitándose desde las alturas y alejándose a ritmo acelerado, atacaron nuestros carros de combate y nuestros camiones. No teníamos nada con que responder. Después, los destacamentos alemanes, cada vez. más numerosos y activos, iniciaron escaramuzas a nuestras espaldas...»

Charles De Gaulle 

Los franceses estupefactos e inactivos 

En el transcurso de esta decisiva semana, el ambiente de París oscilaba entre el pánico, el falso optimismo y la simple ignorancia de la gravedad de la situación. Los teatros y restaurantes estaban llenos de gente y el habitual ritmo alegre de la ciudad parecía más intenso aún porque se disfrutaba de un espléndido tiempo primaveral. Aburridos por los ocho meses de refugio en las provincias, a consecuencia de la dróle de guerre, muchos funcionarios habían abandonado ya las localidades a las que se les había evacuado volviendo a la capital. Pero en los couloirs políticos circulaban rumores bastante inquietantes, aunque debido a las malas relaciones entre el Gobierno de Reynaud y el Alto Mando, los políticos, faltos de información, ignoraban beatíficamente la gravedad del momento. Además, incluso el propio Gamelin necesitó bastante tiempo para darse cuenta de la catástrofe. Ni siquiera se decidió a abandonar su «torre de marfil» de Vincennes, para visitar el puesto de mando de Georges en La Ferié, hasta el 13 de mayo, cuando Guderian ya estaba atravesando el Mosa. Aquel día quedó «sobresaltado al darse cuenta de que, al parecer, no se había enviado al frente ningún importante contingente de reservas». 

El 14 de mayo, o sea el día siguiente, Gamelin volvió de nuevo a La Ferié, donde recibió una segunda sorpresa al ser informado de que no se había efectuado ninguna contraofensiva, La tercera visita, realizada a la mañana siguiente, le proporcionó una tercera y desagradable sorpresa: la noticia de la orden de retirada dada al Ejército 9. Al parecer, hasta aquel momento no tuvo una idea clara de la gravedad de la amenaza alemana en aquel sector del frente. Y aún entonces, fundándose en parte en las experiencias de la primera Guerra Mundial, Gamelin continuó manifestando un extraordinario optimismo, optimismo que contrastaba terriblemente con la atmósfera de depresión y de inercia existente en el puesto de mando de Georges. La tarde del 15. cuando ya los alemanes pisaban territorio francés, el comunicado diario de Gamelin a los comandantes de Ultramar concluía asi: «Resumiendo, el 15 parece señalar una disminución de la intensidad de la acción enemiga... Nuestro frente, "sacudido" entre Namur y el área situada al oeste de Montmédy, se está recuperando».

Maurice Gamelin, Comandante en jefe del ejército francés.
Se le consideró uno de los generales más ineptos de su época.
Amparándose tras esa fachada de optimismo, en el Cuartel General de Georges se habían elaborado numerosos planes de «contención», difundidos después a lo largo de una tortuosa e ineficaz cadena de mando. Pero apenas se acababa de ordenar el repliegue a una nueva «linea de detención», llegaba la noticia de que las unidades acorazadas alemanas ya la estaban atravesando, después de arrollar las lentas reservas francesas. Observando los esfuerzos del Estado Mayor francés para hacer frente, con métodos de 1918, a la técnica revolucionaria empleada por la Wehrmacht en 1940, viene a la memoria el comentario formulado por Rivarol, durante la Revolución francesa, a propósito de los emigrados y de sus aliados: «Van siempre retrasados en un año, en un ejército y en una idea». El 15 de mayo, un coronel francés encargado de efectuar el enlace entre los cuarteles generales de Vincennes y La Ferié observó que, con el fracaso de los diversos planes que se habían ido poniendo en práctica, «la organización del mando se disgregaba progresivamente, y que con el transcurso de las horas se estaba creando una atmósfera de parálisis». 
Lo que después agravó este estado de parálisis fue la falta absoluta de una idea clara respecto al objetivo estratégico de los alemanes. ¿Se dirigían a París? ¿O quizás a Amiens y al Canal de la Mancha? La maniobra de Kleist era tan elástica que ambas hipótesis parecían probables. El Alto Mando francés tuvo que enfrentarse asi, más de una vez, con el problema de decidir dónde enviar sus reservas, que, por otra parte, se estaban agotando rápidamente. 


En el transcurso de la tarde del día 15 el Alto Mando recibió la fatal noticia de que los carros de combate alemanes estaban llegando a Montcomet. Los franceses quedaron «completamente aturdidos». Mientras tanto, los oficiales de enlace de Gamelin volvían con los primeros informes provenientes del Ejército 9: «El Estado Mayor de este Ejército no tiene noticia alguna detallada sobre sus divisiones... Los caminos están repletos de soldados en fuga». Según escribió André Pertinax, «hasta entonces Gamelin parecía haber alimentado en su fuero interno la ilusión de que todavía se podía solucionar todo. Pero de improviso tuvo que abrir los ojos». En efecto, el comandante en jefe francés telefoneó entonces a Daladier, ministro de Defensa Nacional. William Bullitt, embajador norteamericano, se encontraba con Daladier cuando sonó el teléfono. Después de haber escuchado lo que le dijo Gamelin, le oyó gritar: «¡No! Lo que dice no puede ser cierto». Cuando se dio cuenta de las proporciones de la catástrofe, gritó de nuevo: «Debe usted atacar inmediatamente»; a lo que Gamelin replicó: «¿Atacar? ¿Con qué tropas? No tengo más reservas disponibles». La conversación terminó con las siguientes frases: «Entonces ¿esto significa la destrucción del Ejército francés?» «¡Sí, esto significa la destrucción del Ejército francés!» 
Situación del frente occidental al día 16 de mayo de 1940
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El Muro de Adriano (122- 128 d. C.)


En latín "Vallum Hadriani", fue una imponente fortificación de piedra, construida por el emperador romano Adriano en la primera mitad del siglo II y que marcó el límite entre la provincia romana de Britania con Caledonia. habitada por varias tribus, incluida la de los pictos, que hicieron incursiones hacia el norte.


El muro de Adriano formaba parte de las limes romanas, pero no indica la frontera actual entre Escocia e Inglaterra, que está un poco más al norte, sino antigua frontera del Imperio Romano en Gran Bretaña y también era la frontera más fuertemente fortificada.


En la época romana, el muro cubría 117 km con una altura estimada de unos 5 metros y una anchura de entre 2,5 y 3 metros.

A lo largo del muro se colocaron 14 fortalezas auxiliares, incluyendo Housesteads y Birdoswald; 80 fortalezas adyacentes a las puertas, una por cada milla romana; dos torres colocadas en la sección que separaba cada par de fortalezas (probablemente utilizadas como puntos de observación y señalización).

El muro formaba parte de un sistema defensivo que, de norte a sur, incluía:
un profundo "Glacis" con hileras de postes puntiagudos, el Muro, una carretera para uso militar, el muro, que es dos grandes diques con un foso en el medio.


El Muro fue construido después de la visita del emperador romano Adriano. Los romanos estaban teniendo dificultades militares no solo en Gran Bretaña, sino también en varios territorios ocupados en todo el imperio, incluidos Egipto, Judea, África proconsular, Mauritania y muchas otras provincias conquistadas por su predecesor Trajano.

Deseoso de imponer el orden, inició la construcción de un muro tan imponente que, además de tener un papel defensivo, tenía que mostrar el poder romano, tanto en Gran Bretaña como en todo el Imperio.

La construcción comenzó entre 122 y 128 d. C. por el entonces gobernador de Britannia, Aulo Platorio Nepote, y fue completado en 10 años por los soldados de las tres legiones de ocupación. La ruta elegida siguió al Stanegate de Carlisle a Corbridge, ya defendida por limas y varios fuertes auxiliares como el de Vindolanda.

El muro estaba protegido por una mezcla de legionarios "Vexillationes" y unidades auxiliares del ejército romano. Su número debe haber sido alrededor de 9,000 hombres, incluyendo infantería y caballería.

Estas unidades sufrieron serios ataques a principios de la década de 180, y más aún entre 196 y 197, cuando la guarnición se debilitó considerablemente. Después de las insurrecciones, se llevó a cabo una importante reconstrucción del muro bajo Septimio Severo; Después de la dura represión de las tribus siempre llevada a cabo bajo Septimio, la región adyacente a la muralla permaneció pacificada durante la mayor parte del siglo III.


Con el declive del imperio, la guarnición se retiró y el muro cayó en desuso. La mayoría de las piedras fueron reutilizadas para la construcción de edificios locales, que continuaron hasta el siglo XX.

Todavía existe una parte importante de la muralla, en particular la parte central, y la mayor parte de su longitud puede seguirse a pie, y constituye una importante atracción turística en el norte de Inglaterra. El Muro de Adriano se convirtió en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.

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1940 Alemania ataca el occidente - Parte 4

LA MULETA DEL TORERO - PARTE 4

Las Divisiones Panzer se lanzan al ataque desde las riberas del Mosa mientras los franceses tratan de establecer inútilmente lineas de contención, hacen su aparición las poderosas divisiones acorazadas francesas pero...

Concentración para la ruptura del frente

La mañana del día 14 los alemanes habían conseguido establecer en la orilla izquierda del Mosa tres cabezas de puente de distinta consistencia. Entonces comenzó la fase de consolidación y de concentración de las fuerzas para la operación de ruptura, que les permitirla irrumpir en la gran llanura francesa que se extendía ante ellos. 

Era evidente que a los alemanes se les ofrecían las mejores posibilidades en Sedán y que los franceses, en cambio, corrían los mayores peligros. Como se ha visto anteriormente, Guderian había atacado en la zona de enlace entre los Ejércitos 2 y 9 franceses. Las desgraciadas divisiones de reservistas de Grandsard debían cubrir el flanco septentrional del Ejército 2 de Huntziger, pero fueron destrozadas. Y en el curso de aquel día comenzó a abrirse una peligrosa brecha entre los dos Ejércitos.

Panzer cruzando el Mosa sobre un puente de campaña
A la 1.30 Grandsard ordenó que al amanecer dos batallones de carros y dos regimientos de infantería efectuasen un contraataque contra la cabeza de puente de Guderian. pero la operación no pudo comenzarse hasta las 7, y aun entonces sólo estaba preparada la mitad de las fuerzas destinadas a realizarla. La cabeza de puente alemana se hallaba todavía débilmente apoyada por carros de combate, pero cuando los franceses estuvieron al fin preparados para entrar en acción, Guderian había conseguido llevar a la otra orilla su primera brigada acorazada, y la segunda la seguía a escasa distancia. A las 8,30 un batallón de carros de combate de Grandsard, que estaba contraatacando, fue a su vez atacado por el flanco, y en el curso de un breve pero enconado encuentro perdió la mitad de sus carros.

Carro francés, CharB, destruido por la artillería francesa
Por consiguiente, el primer esfuerzo francés había fallado, y con ello se desvaneció la última ocasión favorable para rechazar a los alemanes. Por la tarde. Guderian completó el aniquilamiento de las Divisiones 55 y 71 y pasó a la otra orilla del Mosa casi todos los vehículos de la la y 2da Panzerdivisionen. A continuación les dio la orden de «cambiar de dirección con todas las fuerzas disponibles, atravesar el canal de las Ardenas y dirigirse hacia el Oeste para romper las defensas francesas». Después de haberse abierto paso en el flanco del Ejército 2 de Huntziger, Guderian efectuó una conversión para destrozar el Ejército 9 de Corap.

Bombarderos franceses en trabajo de bombardeo sobre el Mosa
Durante todo el día 14, unos 200 bombarderos aliados atacaron sin cesar el importantísimo puente flotante que Guderian hizo tender en el Mosa. Pero la empresa fracasó, perdiendo además los aliados 85 aviones. Así el número de carros de combate era cada vez mayor en la cabeza de puente. Mientras tanto, estaba a punto de entrar en combate la primera de las reservas estratégicas francesas; en efecto, la División Acorazada 3 había llegado al fin, poniéndose a disposición de Huntziger. Según las palabras de un historiador francés, se trataba de «una magnífica unidad. Llegó animada de un excelente espíritu combativo, ansiosa de enfrentarse con el enemigo». Y en aquel momento, después de la audaz conversión de 90° hacia el Oeste que efectuó Guderian. los alemanes exponían a dicha división un flanco vulnerable y... prometedor. Pero, como sucedió siempre que los franceses intentaron hacer algo en el transcurso de aquellos días desesperados, la ocasión favorable fue desperdiciada por una organización que se empeñaba en actuar al lento ritmo de la primera Guerra Mundial. Las órdenes llegaron demasiado tarde, y el abastecimiento de carburante hizo perder mucho tiempo. Cuando, finalmente, la división alcanzó las posiciones de partida, se revocaron las órdenes relativas a un ataque concentrado sobre Sedán.

La 3era división francesa rumbo al frente de batalla

Aquella soberbia y poderosa unidad mecanizada, una de las más importantes piezas del dispositivo aliado, recibió, por el contrario, la orden de «atrincherarse» en posiciones estáticas. y sus carros de combate quedan dispersos a lo largo de un frente de casi 20 km. Aquel día no se realizó, pues, ningún contraataque en el sector de Sedán, y Guderian pudo efectuar su maniobra sin verse molestado.

Un desastre parecido se produjo en Dinant, frente a la débil cabeza de puente de Rommel. El 12 de mayo, la División Acorazada I francesa fue transportada por ferrocarril a Charleroi con la orden de estar preparada para avanzar sobre Dinant. Pero, según escribió el coronel Bardies, «tardó mucho tiempo en alcanzar su posición inicial, ya que las carreteras estaban llenas de fugitivos. El carburante escaseaba. Y como aquel día no habría podido combatir, el comandante decidió detener la marcha». Finalmente, el mismo Corap decidió esperar la llegada de la División 4 de Infantería del norte de África antes de emprender el contraataque. Mientras tanto, y siempre según los absurdos criterios de 1918, decidió que el Ejército 9 desarrollase una acción de «contención». El consiguiente retraso que se produjo era precisamente lo que Rommel necesitaba para ultimar las operaciones del paso del rio: así, pues, también sus carros de combate atravesaron el Mosa, permitiéndole alcanzar, antes de que se hiciera de noche, el centro de Onhaye, situado a unos 7 kilómetros al oeste del río.

Rommel con su equipo de mando tratando de ubicarse en la llanura francesa
En las últimas horas del 14 de mayo, Corap y Huntziger, cada uno por su cuenta, tomaron una decisión fatal. Puesto que su ala izquierda había sido destrozada, Huntziger se- vio obligado a replegarse inmediatamente. Pero ¿en qué dirección debía hacerlo? Si escogía una, dejaría libre el camino de París; si escogía la otra, dejaría al descubierto el flanco septentrional de la linea Maginot. Entonces telefoneó al general Georges para pedirle instrucciones. De momento no obtuvo ninguna respuesta; pero a última hora recibió la siguiente y sibilina orden: «Haced lo que mejor podáis». Por iniciativa propia decidió entonces retroceder, efectuando una conversión sobre la linea Maginot y dejando de este modo un hueco de unos 16 km entre él y Corap. En la jornada del 14 la Luftwaffe dedicó toda su atención a machacar el Ejército 9: el puesto de mando fue varias veces alcanzado, las comunicaciones interrumpidas y la artillería paralizada a consecuencia de las incursiones a baja altura de los aparatos Messerschmitt que causaban verdaderos estragos. Mientras tanto, Guderian estaba penetrando profundamente por su flanco derecho. Pero, al parecer, lo que más desmoralizó a Corap fue la ampliación de la bolsa de Rommel en Dinant. A las dos del día 15 de mayo informó a Billote, comandante del Grupo de Ejércitos, que sus fuerzas se estaban retirando en todo el frente y que se proponía abandonar la línea del Mosa para establecerse en una «linea de detención» que se extendía entre Rocroi y Signyl'Abbaye. Billotte ratificó la orden. Pero en realidad, como afirma el coronel Bardies, esta línea «existía tan solo en el mapa». Se hallaba totalmente desguarnecida. Y el Cuerpo de Ejército XII. que iba a retirarse a la derecha de Corap, era una unidad de fortaleza; una gran unidad, no cabe duda, pero de ningún modo adecuada para combatir en campo abierto.

Los alemanes se lanzan por la brecha

Las decisiones que tomaron Huntziger y Corap abrieron el camino a los alemanes: el 15 de mayo fue el día en que el grueso de las fuerzas acorazadas alemanas irrumpió hacia el interior de Francia. Frente a la cabeza de puente de Rommel en Dinant, la «línea de detención»* fijada por Corap -y donde con demasiado optimismo esperaba detener al enemigo- pasaba a través de Philippeville, sólo a 25 km al oeste del Mosa. Pero en sus órdenes para el día 15 Rommel que ya había reunido casi toda su división dentro de la cabeza de puente y estaba dispuesto a atacar, indicó un objetivo situado a unos 1 3 km más allá de Philippeville; su intención era «descargar un golpe decisivo y directo para alcanzar el objetivo de un solo salto». Una vez más (a pesar de que el día anterior su carro de combate había sido alcanzado dos veces), Rommel decidió participar personalmente en la acción, uniéndose al regimiento acorazado que encabezaba el ataque.

En las primeras horas de la mañana los carros de Rommel establecieron contacto con la División Acorazada 1 francesa. Ésta apenas había terminado las operaciones de abastecimiento y su comandante, el general Bruneau, esperaba aun que alguien le dijese lo que tenía que hacer. Mientras tanto, previendo una retirada en lugar de la contraofensiva proyectada, tomó la precaución, por su propia iniciativa, de retirar la artillería divisionaria. que acababa de llegar. Pero he aquí que de improviso, su unidad, todavía inmóvil, se encontró entre las fuerzas de Rommel que avanzaban por el Sur y la 5ta Panzerdivision que lo hacía por el Norte. En Flavion tuvo lugar un duro encuentro, que según informes de fuente francesa costó a los alemanes unos 100 carros de combate.
Pero lo cierto es que la división francesa fue diezmada.

Blindado francés puesto fuera de combate
Rommel refiere en sus impresiones de aquellos días que su regimiento «avanzó en columna a través de los bosques, en dirección a Philippeville, pasando junto a camiones y vehículos de todas clases pertenecientes a tina deshecha unidad francesa. cuyos hombres, probablemente diezmados por el castigo de nuestros bombarderos en picado, se habían refugiado precipitadamente en los bosques al acercarse los carros de combate alemanes la existencia de grandes cráteres en el suelo, producidos por las bombas, a menudo nos obligaba a efectuar largos rodeos en pleno bosque. A unos 5 km al noroeste de Philippeville se produjo un breve intercambio de disparos con elementos franceses, que ocupaban las colinas y los bosques que se extienden al sur de la población. Nuestros carros respondieron al fuego sin detenerse, girando sus tórretas hacia la izquierda, y en poco tiempo el enemigo fue reducido al silencio. De vez en cuando, cañones contracarro, carros de combate y vehículos blindados saltaban por el aire. A medida que pasaba el tiempo aumentaban los indicios que anunciaban un desastre de grandes proporciones para los Aliados: centenares de motoristas franceses salían de los matorrales y, junto con sus oficiales, deponían las armas... Algunos de los oficiales se nos acercaron y. entre otras muchas peticiones, solicitaron mi permiso para retener con ellos a sus asistentes y poder retirar a Philippeville los sacos que contenían sus efectos personales.»

Cuando aquella noche los restos de la División Acorazada I de Bruneau se alejaron, con dificultad del campo de batalla, la unidad francesa había quedado reducida a 17 carros de combate. Y era precisamente la única división francesa que habría podido detener el avance de Rommel.

Mientras tanto, la infantería del Cuerpo de Ejército XI de Corap que se estaba retirando a la linea de frontera que había dejado cinco días antes para dirigirse al Mosa, era presa del caos. Síntoma elocuente de este estado de indescriptible confusión es un hecho que parece increíble: las tropas no consiguieron abrir las puertas de acceso a las casamatas de frontera ¡porque los técnicos que tenían las llaves a su cargo habían «desaparecido»!. De todas formas, al anochecer del día 15 la «línea de detención» ordenada por Corap ya no tenía la menor importancia, pues Rommel la había roto de un solo salto, alcanzando y superando el objetivo que se había propuesto. Mirando hacia el Este, desde lo alto de una colina, observó que «hasta donde podía alcanzar la vista, se veían ascender hacia el cielo grandes columnas de polvo, que constituían la confirmación de que ya había comenzado el avance de la 7ma Panzerdivisión por el territorio enemigo conquistado».

En el otro extremo del frente mandado por Kleist, Guderian tuvo una actuación menos espectacular. Preocupado especialmente por consolidar el llanto de la brecha abierta en las lineas enemigas, a fin de protegerlo de un eventual contraataque de Huntziger. se vio obligado a sostener algunos duros encuentros por la posesión de las alturas en torno a Slonne, las cuales, en el curso de un solo día. pasaron varias veces de unas manos a otras. En este lugar, como le había sucedido ya a la División Acorazada l francesa, la División 3 de Brocard no estaba todavía preparada para realizar un contraataque ordenado, y en el transcurso de los dos días siguientes fue destrozada por los carros de combate de Guderian.

Guderian con su unidad de inteligencia
Fue en el centro del dispositivo alemán donde quizá se produjeron los acontecimientos más importantes del día 15. En este sector, el Panzerkorps de Reinhardt estaba embotellado, desde el día 12, en su improvisada cabeza de puente de Monthcrmé. A pesar de los terribles bombardeos de la Luftwaffe. el Cuerpo de Ejército XII de Corap había conseguido, gracias a una heroica defensa, «tener en jaque a Reinhardt durante tres días». Pero como esta gran unidad francesa había sufrido pérdidas muy elevadas, sobre todo en sus medios de transporte, cuando Corap ordenó el repliegue a la «linea de detención» la maniobra se transformó en una fuga desordenada. A las 7,30 los carros de combate de Reinhardt salieron de la bolsa pisando los talones a la retaguardia del citado Cuerpo de Ejército XII intentando recuperar el tiempo perdido, antes de la tarde sus vanguardias llegaron a Montcornet. situado nada menos que a 60 km al oeste del Mosa. Este avance significó que el Cuerpo de Ejército de Corap había dejado de existir, y marcó también el destino del Ejército 9, puesto que Montcornet se encontraba tan sólo a 18 km al sureste de Vervins, donde Corap había establecido el puesto de manda Con esta ruptura del frente los alemanes habían avanzado a sus espaldas. Aquella misma noche Corap fue relevado del mando de las escasas tropas que le quedaban; los restos del Ejército 9 se confiaron al general Giraud. que ya era comandante del Ejército 7. con el que precisamente tenia que reconstruirse el destrozado ejército de Corap. en aquellos momentos reducido a fragmentos. Corap escribió: «Me fui a las cuatro del día 16, profundamente atormentado».

Desde Dinant al punto en que el Ejército 9 había marchado antes con el Ejército 2 de Huntziger, los alemanes habían abierto en las defensas francesas una brecha de más de 70 km.
Situación del frente occidental el 16 de mayo de 1940

- Alistair Horne (Asi fue la Segunda Guerra Mundial)
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