1940 Alemania ataca el occidente - Parte 5

En campo abierto:

La enorme tensión de aquellos cinco días de ininterrumpidos combates también comenzaba a dejar su huella en los hombres de las unidades acorazadas alemanas. Guderian observó que sus soldados tenían los ojos enrojecidos y estaban muy fatigados. Pero entonces, con gran sorpresa y desencanto. Guderian recibió la orden de Kleist de suspender el avance; no obstante, tras una acalorada discusión consiguió que la suspensión se retrasase veinticuatro horas. 


Cuando despuntó la madrugada del dia 16, dándose cuenta, quizá por primera vez de la magnitud del éxito alcanzado, los hombres de Guderian reemprendieron la marcha con renovado ímpetu. «Estamos ahora en campo abierto», anotó el general en sus impresiones. «En Montcornet dejé atrás una columna de la 1era Panzerdivision que estaba avanzando. En aquel momento los hombres estallan muy animados y conscientes de que habíamos conseguido una victoria completa, una verdadera ruptura del frente. Por todas partes grupos numerosísimos de soldados franceses, temerosos y desmoralizados, se rendían; muchos de ellos, perplejos, murmuraban por lo bajo una sola palabra: traición.» El general Rommel escribió también en su diario: «Soldados y paisanos franceses, con los rostros descompuestos, yacían casi amontonados en las cunetas, detrás de los obstáculos contracarros y en cada agujero del terreno a lo largo de las carreteras. Dejamos atrás columnas de fugitivos y vehículos que habían sido abandonados por sus propietarios, los cuales, aterrorizados, habían huido al campo. Y entre tanto, nosotros seguíamos avanzando a velocidad regular.»
Soldados franceses entregándose como prisioneros

Al anochecer del dia 16 Guderian observó que sus columnas habían avanzado casi 90 km más allá de Sedán. Su orden para el dia siguiente era de continuar la marcha «hasta la última gota de gasolina». Pero, después, en las primeras horas del día 17, se vio sorprendido por una llamada de Kleist, quien, en términos bastante duros, le recordó la «orden de detención» del día 15. Enfurecido. Guderian amenazó con presentar su dimisión, y sólo la intervención del general List, comandante del Ejército 12, consiguió calmarlo. 

¿Qué había sucedido con el Alto Mando alemán? Al parecer, hasta Hitler había llegado a alarmarse ante el extraordinario éxito de las fuerzas acorazadas; temía que, penetrando cada vez más profundamente en territorio francés, cayeran en una trampa preparada por el enemigo. Por consiguiente, debían detenerse y esperar que la infantería les alcanzáce y pudiera consolidar las posiciones. Pero, Guderian, que comprendía mucho mejor que los que no se encontraban en el frente toda la magnitud del colapso francés, sostuvo calurosamente una vez más que no se detuviera el avance para no dar tiempo a los franceses a reorganizarse. Por último, después de una violenta discusión, se convino que el grueso de la unidad permaneciese en el punto en que se encontraba en aquel momento, pero que él podía destacar puntas de «exploración en fuerza». Interpretando una vez más las órdenes recibidas con una libertad digna de Nelson, Guderian se encaramó sobre su carro de combate y reanudó el avance. 


Lo que más había impresionado a Hitler era la actividad, en apariencia creciente, de las fuerzas acorazadas francesas. Y sin embargo, aunque la OKW no estaba todavía al corriente de ello, en la tarde del día 15 la reserva francesa de unidades acorazadas había quedado casi destrozada en el sector en que se había producido la ruptura. Ya vimos cuál fue el destino de las Divisiones Acórazadas 1 y 3 francesas. Sólo quedaba la División 2, trasladada el día 10 de mayo a la Champagne, al este de Reims. Durante los tres días siguientes la citada división había quedado dispersa en las carreteras y vías férreas, entre Reims y Charleroi. El día 14, el general Georges intentó reagruparla y ordenó que tomara posiciones en la retaguardia de la «linea de detención», en Signy-l'Abbaye. Desplegada en un frente de más de 40 km llegó al sector de Montcomet la tarde del 15 de mayo, precisamente cuando Guderian y Reinhardt irrumpían en el sector. Antes de que pudiera concentrarse, las divisiones de Guderian la rompieron en dos partes, una formada por los vehículos ligeros y la otra por los acorazados. Después, los carros de combate alemanes llevaron a cabo la operación de aniquilamiento que puso fin a la existencia de la División Acorazada 2 sin necesidad de desviarse de su dirección o detener su marcha. Pero el 16 de mayo, Hitler y el OKW no habían sido informados todavía de estos sucesos, y, por lo tanto, estaban preocupados por el peligro potencial que significaba un posible contra ataque de las fuerzas acorazadas francesas contra los flancos demasiado extensos de Kleist. 


El Alto Mando francés ya no disponía mas que de una sola unidad acorazada, sin tener en cuenta las divisiones mecanizadas ligeras que se estaban retirando de Bélgica, al norte del sector donde se había efectuado la ruptura del frente. Esta unidad se llamaba a si misma «División Acorazada 4», esta, en realidad, sólo se trataba de una formación ad lux, constituida apresuradamente reuniendo las unidades de carros recogidas de todas partes de Francia. La mayor parte de los artilleros de esos carros no habían efectuado nunca un disparo con el cañón que iban a manejar, y en cuanto a los conductores se les enseñó a conducir en cuatro lecciones. El comandante de dicha unidad era cierto coronel De Gaulle que había sido nombrado para el cargo el día 11 de mayo con estas animadoras palabras pronunciadas por el general Georges: «¡Bien. De Gaulle! Para usted, que desde hace tanto tiempo ha defendido las mismas ideas que el enemigo está poniendo ahora en práctica, ésta es la ocasión propicia para actuar». De Gaulle se precipitó a Laon y decidió lanzar un contraataque sobre Montcomet el día 17. En la madrugada de aquel día disponía solamente de tres batallones de carros. Y una vez más se repitió la ya habitual historia: excelentes reservas desperdiciadas en ataques fragmentarios. A pesar del ímpetu y coraje con que De Gaulle efectuó el ataque, Guderian lo destrozó con tanta facilidad que no se tomó ni siquiera la molestia de informar a Kleist. En sus memorias De Gaulle escribió: «Durante toda la tarde los Stuka precipitándose desde las alturas y alejándose a ritmo acelerado, atacaron nuestros carros de combate y nuestros camiones. No teníamos nada con que responder. Después, los destacamentos alemanes, cada vez. más numerosos y activos, iniciaron escaramuzas a nuestras espaldas...»

Charles De Gaulle 

Los franceses estupefactos e inactivos 

En el transcurso de esta decisiva semana, el ambiente de París oscilaba entre el pánico, el falso optimismo y la simple ignorancia de la gravedad de la situación. Los teatros y restaurantes estaban llenos de gente y el habitual ritmo alegre de la ciudad parecía más intenso aún porque se disfrutaba de un espléndido tiempo primaveral. Aburridos por los ocho meses de refugio en las provincias, a consecuencia de la dróle de guerre, muchos funcionarios habían abandonado ya las localidades a las que se les había evacuado volviendo a la capital. Pero en los couloirs políticos circulaban rumores bastante inquietantes, aunque debido a las malas relaciones entre el Gobierno de Reynaud y el Alto Mando, los políticos, faltos de información, ignoraban beatíficamente la gravedad del momento. Además, incluso el propio Gamelin necesitó bastante tiempo para darse cuenta de la catástrofe. Ni siquiera se decidió a abandonar su «torre de marfil» de Vincennes, para visitar el puesto de mando de Georges en La Ferié, hasta el 13 de mayo, cuando Guderian ya estaba atravesando el Mosa. Aquel día quedó «sobresaltado al darse cuenta de que, al parecer, no se había enviado al frente ningún importante contingente de reservas». 

El 14 de mayo, o sea el día siguiente, Gamelin volvió de nuevo a La Ferié, donde recibió una segunda sorpresa al ser informado de que no se había efectuado ninguna contraofensiva, La tercera visita, realizada a la mañana siguiente, le proporcionó una tercera y desagradable sorpresa: la noticia de la orden de retirada dada al Ejército 9. Al parecer, hasta aquel momento no tuvo una idea clara de la gravedad de la amenaza alemana en aquel sector del frente. Y aún entonces, fundándose en parte en las experiencias de la primera Guerra Mundial, Gamelin continuó manifestando un extraordinario optimismo, optimismo que contrastaba terriblemente con la atmósfera de depresión y de inercia existente en el puesto de mando de Georges. La tarde del 15. cuando ya los alemanes pisaban territorio francés, el comunicado diario de Gamelin a los comandantes de Ultramar concluía asi: «Resumiendo, el 15 parece señalar una disminución de la intensidad de la acción enemiga... Nuestro frente, "sacudido" entre Namur y el área situada al oeste de Montmédy, se está recuperando».

Maurice Gamelin, Comandante en jefe del ejército francés.
Se le consideró uno de los generales más ineptos de su época.
Amparándose tras esa fachada de optimismo, en el Cuartel General de Georges se habían elaborado numerosos planes de «contención», difundidos después a lo largo de una tortuosa e ineficaz cadena de mando. Pero apenas se acababa de ordenar el repliegue a una nueva «linea de detención», llegaba la noticia de que las unidades acorazadas alemanas ya la estaban atravesando, después de arrollar las lentas reservas francesas. Observando los esfuerzos del Estado Mayor francés para hacer frente, con métodos de 1918, a la técnica revolucionaria empleada por la Wehrmacht en 1940, viene a la memoria el comentario formulado por Rivarol, durante la Revolución francesa, a propósito de los emigrados y de sus aliados: «Van siempre retrasados en un año, en un ejército y en una idea». El 15 de mayo, un coronel francés encargado de efectuar el enlace entre los cuarteles generales de Vincennes y La Ferié observó que, con el fracaso de los diversos planes que se habían ido poniendo en práctica, «la organización del mando se disgregaba progresivamente, y que con el transcurso de las horas se estaba creando una atmósfera de parálisis». 
Lo que después agravó este estado de parálisis fue la falta absoluta de una idea clara respecto al objetivo estratégico de los alemanes. ¿Se dirigían a París? ¿O quizás a Amiens y al Canal de la Mancha? La maniobra de Kleist era tan elástica que ambas hipótesis parecían probables. El Alto Mando francés tuvo que enfrentarse asi, más de una vez, con el problema de decidir dónde enviar sus reservas, que, por otra parte, se estaban agotando rápidamente. 


En el transcurso de la tarde del día 15 el Alto Mando recibió la fatal noticia de que los carros de combate alemanes estaban llegando a Montcomet. Los franceses quedaron «completamente aturdidos». Mientras tanto, los oficiales de enlace de Gamelin volvían con los primeros informes provenientes del Ejército 9: «El Estado Mayor de este Ejército no tiene noticia alguna detallada sobre sus divisiones... Los caminos están repletos de soldados en fuga». Según escribió André Pertinax, «hasta entonces Gamelin parecía haber alimentado en su fuero interno la ilusión de que todavía se podía solucionar todo. Pero de improviso tuvo que abrir los ojos». En efecto, el comandante en jefe francés telefoneó entonces a Daladier, ministro de Defensa Nacional. William Bullitt, embajador norteamericano, se encontraba con Daladier cuando sonó el teléfono. Después de haber escuchado lo que le dijo Gamelin, le oyó gritar: «¡No! Lo que dice no puede ser cierto». Cuando se dio cuenta de las proporciones de la catástrofe, gritó de nuevo: «Debe usted atacar inmediatamente»; a lo que Gamelin replicó: «¿Atacar? ¿Con qué tropas? No tengo más reservas disponibles». La conversación terminó con las siguientes frases: «Entonces ¿esto significa la destrucción del Ejército francés?» «¡Sí, esto significa la destrucción del Ejército francés!» 
Situación del frente occidental al día 16 de mayo de 1940
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