1940 Alemania ataca el occidente - Parte 2

LA MULETA DEL TORERO - PARTE 2

Falanges de unidades acorazadas

Cuando, en la madrugada del 10 de mayo, el Panzergruppe de Kleist cruzó la frontera en el Mosa debió ofrecer un espectáculo insólito: desde el aire parecería la más colosal obstrucción de tráfico registrada en la historia. Según el jefe de Estado Mayor de Runstedt, Blumentritt, esta gigantesca masa de unidades acorazadas y de vehículos de todas clases se extendía a lo largo de más de 150 km, y sus últimos elementos se encontraban a unos 80 km al este del Rhin. Si todos estos vehículos hubieran estado colocados uno tras otro, en una sola fila, el final de la misma se encontraría en Koenigsberg. en Prusia Oriental, y su cabeza en Tréveris. Sobre ella sobrevolaba, zumbando, una inmensa cobertura de cazas; y lo más extraordinario fue que la Aviación francesa apenas se preocupó de efectuar salidas de reconocimiento. De haberlo hecho, aun el peor oficial del Deuxiéme Bureau (Servicio de Información) no habría dejado de llegar a la conclusión de que aquel era el sector que los alemanes habían elegido para descargar su ataque decisivo.

Congestión vehicular de unidades mecanizadas alemanas
Ya el día 1 de mayo, el agregado militar francés en Berna había enviado al Mando Supremo la siguiente información: «El ataque alemán se producirá entre el 8 y el 10 de mayo; el esfuerzo principal se efectuará en Sedán». Pero el Deuxiéme Bureau incomprensiblemente, no prestó atención a estas y otras advertencias semejantes, y en consecuencia no se había ordenado que se intensificara la exploración aérea. En aquel maravilloso y soleado mayo de 1940, bebiéndose sus pernods en las mesas al aire libre, los soldados franceses continuaban escuchando con despreocupada nostalgia las notas de J'attendrai. que lanzaban las radios de los bistrots. El 9 de mayo los oficiales del Ejército 9 de Corap. habían asistido a un espectáculo preparado para la tropa, en Vouzicrs, y muchos generales y millares de oficiales y soldados estaban de permiso. Cuando recibieron la noticia del ataque alemán, en su intento de alcanzar inmediatamente sus unidades respectivas, entorpecieron la salida de ferrocarriles, provocando escenas caóticas que recordaban el estallido de la guerra francoprusiana de 1870. Muchos llegaron a su destino cuando sus unidades ya habían sido arrolladas.

Tropas francesas antes del ataque alemán.
El general Gamelin. al recibir la noticia, dictó una orden del día que anunciaba el ataque alemán y terminaba con las mismas palabras usadas por Pétain, veinticuatro años antes, con motivo de la crisis de la batalla de Verdún: Nous les aurons! Era un nuevo detalle que revelaba cómo el Ejército francés de 1940 estaba vinculado a la mística de la primera Guerra Mundial. En Alemania, informado de que los Aliados se habían dirigido inmediatamente a la «muleta del torero», avanzando hacia Bélgica, Hitler escribió: «Casi lloré de alegría: «habían caído en la trampa...!» Y en París. Reynaud dijo ansioso a Paul Baudouin: «Ahora veremos qué clase de hombre es Gamelin».

De acuerdo con el «contra-plan» aliado, que entró en vigor en cuanto los alemanes hubieron atravesado las fronteras luxemburguesa y belga, los Cuerpos de Ejército II y XI. situados a la izquierda del Ejército 9 de Corap, abandonaron sus trincheras y avanzaron por territorio belga, alineándose finalmente en el Mosa entre Namur y Givet. en posiciones defensivas bastante mal preparadas. A su derecha, dos divisiones de caballería ligera y una brigada de spahis (caballería indígena africana), más dos divisiones de caballería del Ejército 2 atravesaron el Mosa para establecer contacto con la vanguardia de Rundstedt. que se acercaba a través de las Ardenas.
Según las órdenes recibidas, debían efectuar una acción retardadora y averiguar la entidad de las fuerzas enemigas, misión esta última que debería haberse completado con la exploración aérea.


¡Cuatro divisiones y media de caballería contra las fuerzas acorazadas más poderosas que el mundo había visto! Semejante situación recuerda ciertas lejanas guerras coloniales del siglo pasado, cuando los hombres de tribus primitivas se enfrentaban con sus lanzas a las ametralladoras Gatling. o cuando junto a las pirámides, los caballeros mamelucos iban a estrellarse contra las cerradas formaciones napoleónicas. Cuanto más avanzaba la campaña, con más claridad se veía esta situación: los que se enfrentaban en el campo de batalla no eran dos ejércitos distintos, sino dos épocas distintas.
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