Alejando, antes de ser El Magno, y su primera prueba de fuego como rey 👑

Al morir su padre, Alejandro tenía solo veinte años. En ese momento necesitaba no sólo exigir el trono de Macedonia, como heredero que era, sino demostrar que era lo bastante enérgico como para conservarlo. En Grecia, el entusiasmo por Filipo después de la batalla de Queronea decayó pronto y la noticia de su muerte causó alegría en varias polis griegas, pues se creía que, como pasó en Tebas a la muerte de Epaminondas, en Macedonia, la hegemonía se cimentaba en un solo hombre. Los helénos deseaban ver qué sucesor dejaba Filipo. Si era indigno de su padre, no debían contar ya con la hegemonía de Macedonia. De pronto, Alejandro se apareció en Beocia con su ejército antes de que los griegos pudieran hacer algo para evitarlo. La idea de separarse de Macedonia desapareció de inmediato. 


Después, el joven rey convocó en Corinto a los legados de la Confederación Helénica y les hizo confirmar la hegemonía macedónica; sólo se negaron los espartanos, como siempre. Alejandro declaró que haria suyo el proyecto de su padre: vencer a Persia. Pero antes de emprender la lucha quiso asegurar su retaguardia. Al oeste de Macedonia vivían los ilirios y al este los tracios, que nunca fueron buenos vecinos. Cuando supieron la muerte de Filipo, empezaron a movilizarse.


En la primavera de 335 a. C. Alejandro reunió a su ejército (25.000 hombres aproximadamente) en Anfipolis y avanzó hacia Tracia para enfrentarse a la revuelta liderada por los tracios tribalos. En el camino su ejército fue reforzado por los agrianos, una tribu tracia bajo el mando de su rey Langaro, amigo de Alejandro, después llegaron a los Montes Haemus, en cuyas alturas los esperaban los tracios dispuestos a impedirles el paso. Estos habían construido una empalizada con carretas, que tenían la intención de lanzar sobre los macedonios si se aproximaban. Alejandro ordenó a su infantería pesada marchar en formación suelta y, cuando les fuesen arrojados los carros, abrir las filas o tumbarse en el suelo con sus escudos sobre ellos. Los arqueros y la infantería ligera cubrieron la subida y cuando llegaron a la cima de la montaña, derrotaron a los tracios.


Alarmados por esta derrota, los tribalos dirigidos por su rey, Sirmio, avanzaron hacia la retaguardia macedonia con la finalidad de tomarla por sorpresa. Pero Alejandro fue más rápido. Cuando los barbaros tomaban posición en un desfiladero, fueron rodeados por la infantería ligera del macedonio. Obligados a pelear en campo abierto, fueron aplastados por la infantería y la caballería macedonia, dejando 3.000 muertos. El rey Sirmio emprendió la huida y se refugió en la isla Peuce, en el Danubio, donde fue perseguido por Alejandro. Al mismo tiempo, los getas hacían su aparición en la orilla norte del gran río, dispuestos a apoyar a los tribalos. De ellos Herodoto decía que eran la tribu más noble y más valiente de entre los tracios.


Al mismo tiempo casi hacia su aparición la flota macedonia del Bosforo, después de un peligroso viaje remontando el Danubio, que había partido por orden del rey al momento de darse inicio a la campaña. Aún con este apoyo, los intentos por capturar la isla fracasaron debido a la rápida corriente del río, las orillas empinadas y la feroz defensa de los tribalos que recibían ayuda de sus aliados.


Finalmente, los macedonios abandonaron sus ataques contra Peuce y en su lugar cruzaron al territorio de los getas. Una fuerza de 4.000 infantes y 1.500 jinetes cruzó el río, utilizando diversos medios, para asombro del ejército geta de 14.000 hombres. Después de una encarnizada batalla los bárbaros abandonaron los márgenes del Danubio y se retiraron más al norte, hacia la estepa, donde Alejandro no podía seguirlos. Al ver la derrota de sus aliados, el rey tribalo se rindió reconociendo la autoridad de Macedonia.

En este punto, Alejandro reunió el gran botín obtenido, vendió a los prisioneros como esclavos y ofreció un triple sacrificio a Zeus, Heracles y al dios del rio. Los días siguientes recibió a los embajadores de los distintos pueblos de la zona que querían ofrecerle su amistad, escitas, odrisios, celtas y los mismos tribalos. Los escritores griegos recuerdan que, cuando se encontraron con Alejandro Magno, los celtas se jactaron de que no temían nada, excepto que el cielo caiga sobre sus cabezas.


A finales de mayo de 335 a. C., Alejandro, una vez pacificada la región y convertido el Danubio en frontera natural de su reino, decidió volver a Pela pasando por el valle del iskar (oskios). Cerca de la actual Sofia, en Bulgaria, unos mensajeros macedonios le informaron sobre el estallido de una peligrosa revuelta en la frontera iliria, que amenazaba la estratégica ciudad de Pelión, y la sublevación de los ciudadanos de Tebas que en ese momento asediaban a la guarnición macedonica en la acrópolis de Cadmea. Sopesando ambas amenazas el rey se puso en marcha hacia Iliria para afrontar de esta manera los problemas uno por uno.


Fuentes:
"Vidas paralelas, Alejandro y Julio César", Plutarco
"Breve historia de Alejandro Magno", Charles E. Mercer
"A history of Macedonia. 336-167 B.C.", Nicholas Hammond y Frank Walbank
"Alejandro Magno", A. B. Bosworth
"Alejandro", Theodore Dodge
"Alejandro de Macedonia, 356-323 a . C.". Peter Green
en.wikipedia.org
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