Alejandro Magno: Queronea y la pacificación de Tracia, Iliria y Grecia

Antes de enfrentarse al Imperio Persa Aqueménida, el joven rey macedonio debía demostrarle a sus súbditos y al resto de sus contemporáneos que “el hijo de un león, es león”. Por eso mismo su padre lo había preparado con esmeró en Mieza, bajo la supervisión de Aristóteles, y le había asignado ya funciones como co-gobernante del reino mientras él dirigía al ejército contra sus enemigos. Pero también debía prepararlo para el campo donde todo rey de Macedonia debía destacarse por entre sus hombres, la guerra.



A continuación describimos las batallas en las que participó primero como príncipe y luego como rey antes de cruzar el Egeo con rumbo a Asia.

⚔️ QUERONEA ⚔️

En 338 a. C. a los 18 años, Alejandro acompaña a su padre en la batalla que decidirá la hegemonía sobre toda la Helade. En la llanura beocia los macedonios se enfrentan a la coalición griega encabezada por las aún poderosas polis de Atenas y Tebas, un bocado quizás demasiado grande para el rey Filipo.

Numéricamente, las fuerzas enfrentadas estaban bastante equilibradas, con una ligera ventaja por parte de la coalición griega. Pero la diferencia fundamental consistía en que mientras el ejército macedonio estaba compuesto por soldados profesionales, las tropas de la coalición se basaban en el típico ejército de ciudadanos-soldado, muchos de ellos, sobretodo los atenienses, con poca experiencia en la guerra.

En principio, los griegos eligieron bien su posición inicial. Su línea de batalla se extendía unos tres kilómetros a lo ancho de la llanura de Queronea, desde el monte Turión hasta la orilla del río Cefiso, en una posición ligeramente elevada sobre la línea de batalla macedonica. De este modo trataban de aprovechar la fortaleza de su posición defensiva y también anular la superioridad de su enemigo en cuanto a caballería. Los tebanos ocuparon el flanco derecho griego, colocando en el extremo de la línea al Batallón Sagrado, la élite del ejército, que en el 371 a. C. había destrozado a los anteriormente invencibles espartanos en la batalla de Leuctra. Los atenienses ocupaban el flanco izquierdo, y el resto del contingente griego y las tropas mercenarias ocupaban el centro de la linea.

En cuanto a los macedonios, Filipo sabia que la mayor amenaza eran los tebanos. Estos habían roto su alianza con Macedonia para colocarse al lado de Atenas y eran los que más tenían que perder en caso de ser derrotados. El rey llegó a la conclusión de que la manera más rápida y económica de lograr la victoria era derrotar primero a los inexpertos, aunque muy motivados, atenienses, antes de que los tebanos tuviesen tiempo de desplegar su experiencia en batalla.



El rey se colocó a la derecha de la línea macedonia. Al mando de su infantería pesada de élite, los hipaspistas, con una fuerza de infantería ligera peltasta protegiendo su flanco. En el centro, Filipo dispuso a su falange, en formación escalonada, con la orden de que se mantuviera a la expectativa y en la izquierda, de cara a las fuerzas tebanas, la posición de mayor peligro, coloco a la caballería pesada, al mando de su hijo Alejandro apoyado también por infantería con la misión de impedir el avance de sus enemigos en ese flanco.

El primer movimiento lo realizaron los macedonios. El ala derecha dirigida por Filipo busco el contacto inmediato. Los hipaspistas chocaron con la falange ateniense, obligando al centro griego a moverse ligeramente hacia la izquierda. Estratocles, al mando de las tropas griegas del flanco izquierdo, ordenó a sus hombres aprovechar su posición más ventajosa contra los macedonios, que empezaron a retroceder. Pero no era una retirada, sino un movimiento táctico perfectamente estudiado. Los hipaspistas se movieron hacia atrás, paso a paso, manteniendo bajo control a los atenienses, que animados por lo que creían ya una victoria segura comenzaron a avanzar irreflexivamente abandonando su posición y obligando a los aliados griegos del centro a extender sus líneas para no partir en 2 su frente.

En el flanco izquierdo macedonio, Alejandro ordenó a su caballería y a su infantería hostigar a los tebanos pero sin llegar a chocar con ellos, esperaba con esto impedir un avance coordinado de toda la línea griega. Pero los tebanos, mucho más experimentados que sus aliados (conocían las ventajas que les daba su posición elevada) no se movieron y aguantaron los ataques ordenados por el príncipe. En ese momento, el desordenado avance ateniense abrió una brecha entre los aliados griegos lo suficientemente grande para permitir el ataque de la falange, que al ver la oportunidad avanzo con las sarissas en ristre y prácticamente barrio a los hoplitas que apresuradamente trataban de cubrir la posición.

Filipo, informado de la acción de su falange, ordenó a los hipaspistas detener su fingida retirada y cargar sobre ellos aprovechando que ahora tenían el terreno a su favor. La línea ateniense, desorganizada a causa de su propia carga anterior, se rompió y comenzó a huir. Los macedonios mataron a 1.000 atenienses e hicieron el doble de prisioneros. Mientras tanto, en la derecha griega, ya solo combatían los tebanos. Alejandro a la cabeza de su caballería flanqueo a sus rivales y ataco al Batallón Sagrado por detrás, de los 300 soldados que lo conformaban solo sobrevivieron 46.



Filipo podría haber convertido la huida de los griegos en una auténtica masacre, pero no lo hizo. En vez de mandar a su caballería en persecución de los fugitivos, ordenó liberar a los prisioneros atenienses sin pedir ningún rescate, colocó a sus muertos en una pira funeraria y envió las cenizas a sus familiares en Atenas. Con los prisioneros tebanos no tuvo Filipo tanta consideración.

De esta manera los griegos perdieron su independencia política, Filipo consiguió imponer su hegemonía sobre toda la Helade y Alejandro demostró sus dotes de mando contra un rival que había sido invicto hasta ese momento.

⚔️ DEL DANUBIO A ILIRIA ⚔️

Al morir su padre, Alejandro tenía veinte años. Necesitaba no sólo exigir el trono de Macedonia, como heredero que era, sino demostrar que era lo bastante enérgico como para conservarlo. El entusiasmo por Filipo después de la batalla de Queronea decayó pronto y la noticia de su muerte causó alegría en varias ciudades griegas, pues se creía que, como pasó en Tebas a la muerte de Epaminondas, en Macedonia, la hegemonía se cimentaba en un solo hombre. Deseaban ver qué sucesor dejaba Filipo. Si era indigno de su padre, no debían contar ya con la hegemonía de Macedonia. De pronto, Alejandro se apareció en Beocia con su ejército antes de que los griegos pudieran hacer algo para evitarlo. La idea de separarse de Macedonia desapareció de inmediato.

Después, el joven rey convocó en Corinto a los legados de la Confederación Helénica y les hizo confirmar la hegemonía macedónica; sólo se negaron los espartanos, como siempre. Alejandro declaró que haría suyo el proyecto de su padre: vencer a Persia. Pero antes de emprender la lucha quiso asegurar su retaguardia. Al oeste de Macedonia vivían los ilirios y al este los tracios, que nunca fueron buenos vecinos. Cuando supieron la muerte de Filipo, empezaron a movilizarse.

En la primavera de 335 a. C. Alejandro avanzó hacia Tracia para enfrentarse a la revuelta liderada por los tracios tribalos. Los macedonios fueron reforzados en el camino por los agrianos, una tribu tracia bajo el mando de su rey Langaro, amigo de Alejandro, después llegaron a los Montes Haemus, donde se encontraron con un ejercito tracio que se encontraba en las alturas dispuestos a impedirles el paso. Los tracios habían construido una empalizada con carretas, que tenían la intención de lanzar sobre los macedonios que se aproximaban. Alejandro ordenó a su infantería pesada marchar en formación suelta y, cuando les fuesen arrojados los carros, abrir las filas o tumbarse en el suelo con sus escudos sobre ellos. Los arqueros y la infantería ligera cubrieron la subida y cuando llegaron a la cima de la montaña, derrotaron a los tracios. Tratando de aprovechar que el grueso del ejército macedonio se encontraba en el corazón de Tracia, un potente ejército tribalo dirigido por su rey, Sirmio, avanzó hacia una desprotegida Macedonia. Pero Alejandro fue más rápido. Cuando los bárbaros avanzaban por un desfiladero, fueron rodeados por la infantería ligera de Alejandro. En campo abierto, fueron aplastados por la infantería y la caballería macedonia, dejando 3.000 muertos. El rey Sirmio emprendió la huida y se refugió en la isla Peuce en el Delta del Danubio donde fue perseguido por Alejandro. Los intentos por capturar la isla fracasaron debido a la rápida corriente del río, las orillas empinadas y la feroz defensa. Finalmente, los macedonios abandonaron sus ataques contra Peuce y en su lugar cruzaron al territorio de los getas. Una fuerza de 4.000 infantes y 1.500 jinetes cruzó el río, para asombro del ejército geta de 14.000 hombres. Después de una encarnizada batalla los getas abandonaron los márgenes del Danubio y se retiraron más al norte donde Alejandro no podía seguirlos. Al ver la derrota de sus aliados, el rey tribalo reconoció la autoridad de Macedonia.



Mientras tanto en Iliria los reyes Clito de Dardania y Glaucias de los taulantianos habían capturado el asentamiento macedonio de Pelión, importante enclave que daba acceso a la alta Macedonia. Apurado por los acontecimientos que parecían estallar en cualquier momento en Grecia, Alejandro abandono Tracia y se enfrentó inmediatamente a sus rivales consiguiendo recapturar el enclave gracias a su habilidad para disponer de su infantería ligera y sus auxiliares agrianos. Después de recibir la rendición de los ilirios por fin podía atender la amenaza que se le venía encima desde Grecia.

En esta primera campaña, Alejandro puso de manifiesto aquel talento de estratego que le convertiría en el conquistador de Asia. Nada dejó al azar en sus preparativos y recompensas, rara cualidad en un hombre tan impulsivo y ardoroso. Sacó todo el partido posible del terreno, desconcertó a sus adversarios con la rapidez de sus maniobras y, cuando convino, lanzó todo su ejército en un ataque masivo. Las operaciones de Alejandro en los Balcanes causaron tanto temor entre las tribus barbaras insumisas, entre ellos los celtas, que le enviaron presentes y embajadas, solicitando una paz que Alejandro otorgó.



LA DESTRUCCIÓN DE TEBAS

Poco antes de terminar su campaña en el norte, Alejandro se enteró de una peligrosa revuelta promovida en Grecia a consecuencia del rumor de que había sido herido de muerte y su ejército destruido. Una vez más, las poblaciones griegas se aprestaron a luchar por su libertad. Los tebanos proclamaron su independencia y asediaron a la guarnición macedónica de la ciudadela. Por doquier se extendió el rechazo a los macedonios. La rebelión, amenazadora a la muerte de Filipo, estallaba ahora con violencia. El Gran Rey persa supo incitar a los tebanos a la rebelión ofreciéndoles dinero abundante. Luego, el recuerdo de Pelópidas y Epaminondas reanimó su valor. Sin embargo los rebeldes pronto vieron que Alejandro vivía aún, al aparecer éste con su ejército ante los muros de Tebas.

Alejandro prometió perdonar a la ciudad y renovar el tratado de paz si le entregaban a los instigadores. La respuesta fue más que altiva: los tebanos exigían que Alejandro les entregase a sus prisioneros tebanos. Además, invitaron a todos cuantos querían liberar a Grecia a unirse a ellos y al rey persa. Alejandro no pudo perdonar tal réplica y el horror de la guerra se abatió sobre Tebas y sus habitantes. Fue una lucha cruel y sangrienta. Los macedonios estaban furiosos por la tenaz resistencia tebana, pero las tropas enviadas contra Tebas por las demás regiones griegas y pueblos de Beocia (sobretodo Platea y Tespias) se mostraron aún más inhumanas. Ansiaban vengarse de Tebas y de todo cuanto su orgullo les había hecho sufrir una generación antes. Ningún tebano capaz de sostener un arma pidió la paz. Cuando el combate entre los falangistas macedonios y los hoplitas tebanos llegaba a su punto máximo, un error tebano provoco que los macedonios capturasen una de las puertas que daba acceso a la ciudad y lo que ocurrió después fue una autentica tragedia.



Ciegos de odio, los griegos aliados de Alejandro no perdonaron ni a los no combatientes, a quienes mataron incluso en los templos, y exigieron que Tebas fuera arrasada y que el resto viviente de sus habitantes —hombres, mujeres y niños— fueran vendidos como esclavos. Alejandro accedió a sus deseos. Sólo la mansión de Píndaro y los descendientes del poeta fueron perdonados por él, en homenaje admirativo al gran poeta que cantara a los ancestros del gran macedonio. La ciudad de Epaminondas y de la "falange sagrada" desapareció de la tierra. Nada semejante había ocurrido nunca en una ciudad griega.

Fue un acto cruel y que no calza con la personalidad de Alejandro, pero también fue un acto eficaz, ya que ninguna ciudad griega se rebelaría contra el poder de Macedonia, a excepción de Esparta, mientras Alejandro viviera.

Ahora sí, con una Grecia pacificada y sus fronteras seguras, el joven rey podía embarcarse en su tan añorada empresa asiática... que seguiremos en otro post.

📚 Bibliografía: 
"Historia Universal", tomo III, Carl Grimberg
"El Imperio Macedonio, las guerras bajo Filipo y Alejandro", James R. Ashley
"Alejandro", Theodore Dodge
"Alejandro de Macedonia", Peter Green
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