La reina africana, Cartago

Qart-Hadasht (Ciudad Nueva) fue fundada entre los años 814-813 a. C. por una princesa fenicia exiliada (Elisa, llamada Dido). La ciudad fue la poderosa enemiga de los griegos y luego de Roma, cuyas guerras llamadas Púnicas marcaron un antes y un después de la historia antigua. En el año 146 a. C. la ciudad sería completamente destruida por el ejército romano, después de un asedio de casi 2 años, y declarado maldito el espacio que ocupaba. 


El término Púnico, que los romanos aplicaron a los habitantes de Cartago, proviene del latín Pūnicī que a su vez es una evolución de Poenicī, que era como llamaban a sus ancestros fenicios.

La ciudad estaba situada en una península, entre el golfo y el lago de Túnez, se comunicaba con el continente a través de un istmo, de unos 4.4 km de ancho y estaba protegida por una muralla triple de 34 km de largo y 25 mt de altura.

Los cartagineses descubrieron que los acantilados del lejano Cabo Bon estaban compuestos de una maleable y colorida piedra arenisca, de donde extrajeron sin desmayo grandes bloques que transportaban por mar para la construcción de Cartago.

El diseño urbanístico y la arquitectura eran una mezcla de modelos con antecedentes orientales (asirio-fenicio), de tipo orgánico y de modelos de lógica hipodámica, en parte creada por su propia práctica de la construcción y, en parte, sobre todo en su última fase, por influencia helenística.

El área de la ciudad se dividía en la zona eminentemente urbana y la rural llamada Megara, llena de feraces campos que servían principalmente para abastecer a la ciudad (más adelante sería esta zona la que motivo los encendidos discursos de Catón)

La ciudad alta se desplegaba en la colina llamada Byrsa, conformada por una inexpugnable fortaleza del mismo nombre y el templo de Eshmún. En las laderas se encontraban las grandes residencias de la aristocracia cartaginesa.



En la ciudad baja se ubicaba el barrio llamado de Salambo, y ahí el foro principal de Cartago, o Ágora, en esta zona debería estar ubicado el edificio donde se reunía el Senado cartagines. Cerca del foro se alzaba el templo de Tofet, donde se han descubierto miles de estelas y de urnas que contenían esqueletos de niños calcinados. Otros templos importantes eran aquellos dedicados a Melqart, a Shadrapa, Sakon o Sid. Esta parte de la ciudad era las más cercana del puerto y unida a él por tres avenidas en pendiente, pues se encontraban a mas altura que la del puerto mismo.



Uno de los pocos aspectos bien tratados por los antiguos, pues no dejaron de admirarlo, fueron las instalaciones portuarias de la ciudad. El llamado Cothon se dividía en dos partes bien diferenciadas, en primer lugar el puerto civil, rectangular, en donde se llevaban a cabo todas las transacciones de mercancías y demás, el puerto civil se comunicaba con el mar a través de un largo canal. Junto a este, pero protegido de las miradas indiscretas por una muralla, se accedía al puerto militar, una laguna circular rodeada de atarazanas suficientes para albergar a unos 220 navíos de combate.

En el centro de la laguna se elevaba el edificio donde el vivía el almirante y que funcionaria además como cuartel general de la escuadra, estaba sobre un islote y se elevaba por encima, tanto de los edificios circundantes, como de las murallas, permitiendo así observar desde ahí las evoluciones de las naves en alta mar.

El puerto, o mejor dicho, la cara de la ciudad que daba la mar, se encontraba protegida por una muralla simple.



La ciudad, verdadero emporio comercial, llego a contar en su momento de mayor poder con unos 200.000 habitantes, y era considerada como la ciudad mas rica del mundo conocido.

Las Guerras Púnicas sellarían el destino de la ciudad, después de ser derrotada en las 2 primeras los cartagineses abandonaron toda pretensión de supremacía política más allá de sus territorios tunecinos, pero esto no bastaba para una gran parte de la población romana.

El odio y temor de los romanos hacia el enemigo vencido se encarnaba en Catón el Censor. En el año 157 a. C. estuvo en Cartago con una comisión investigadora y comprobó que sus miedos no eran injustificados. ¿Aquella ciudad que rebosaba riqueza era la Cartago vencida? Roma no estaría segura mientras Cartago gozase de semejante prosperidad. La supervivencia de Roma exigía su desaparición. Esta opinión se convirtió en una idea obsesiva en la mente de Catón. Apenas vuelto a Roma, propugnó por la destrucción total de Cartago, adoptando la costumbre de terminar todos sus discursos en el Senado, cualquiera que fuese el asunto de que tratara, con estas palabras: Ceterum censeo Carthaginem esse delendam (Y además creo que Cartago debe ser destruida).

Objetivo que conseguiría, pero que no viviría para ver.

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