Por respeto a la soberanía del pueblo inglés, no es dable demandar que cambien costumbres anquilosadas en su historia por más de mil años, pero ello no prohíbe ondear las banderas de la más dura crítica que una nación, referente y caudillo del llamado “Primer Mundo”, ostente una dinastía de personas (idénticas a cualquier hijo de vecino) con privilegios anacrónicos e insultantes en un mundo con un 1/3 de su población inmersa en la pobreza extrema.
El que escribe tiene siquiera una modesta autoridad para poner en tinta y papel esta crítica por ser bisnieto de un súbdito británico, venido al Perú desde un condado de Norfolk (Sureste de Inglaterra) en 1884 aproximadamente.
El diario británico “The Independent” destaca 8 de las gollerías que goza doña Elizabeth Alexandra Mary Windsor, más conocida como Isabel II, reina de Inglaterra, y de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth), es decir, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Barbados, Bahamas, Granada, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Tuvalu, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Belice, Antigua y Barbuda y San Cristóbal y Nieves…Ah, y gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra.
(Imagen: Lienzo de Isabel II, en la abadía de Westminster, por Ralph Heimans).
La reina está por encima y más allá de la ley en el sentido más literal de la expresión. No sólo es inmune a cualquier proceso judicial, sino que tampoco está obligada a declarar en los tribunales porque todos los juicios se llevan a cabo en su nombre.
Una vez que un proyecto de ley es aprobado en el Parlamento Británico, es necesario el consentimiento de la reina es decir la “Royal Assent” (la Sanción Real) para que se sea vigente. Ningún monarca británico se ha negado a aprobar un proyecto de ley desde 1708.
La reina tiene la facultad de designar a 2 caballeros (como aquellos del mítico rey Arturo) a su entera disposición. Los últimos en tener dicho cargo al recibir la Order of the British Empire (Orden del Imperio Británico-OBE) fueron sir Terence David John "Terry" Pratchett, escritor de fantasía y ciencia ficción y sir Terry Wogan, popular conductor irlandés de radio.
Pratchett murió de un caso extraño de Alzheimer en marzo del 2015 y Wogan falleció de cáncer de próstata en enero del 2016.
A pesar de que el año 2000, se aprobó en el Reino Unido el Freedom of Information Act (Ley de Libertad de Información), éste tenía un artículo que exceptuaba del derecho de acceso público a la información en poder de las autoridades del Estado, a la familia real.
El primer ministro británico elegido por el pueblo debe rendir cuentas semanalmente a la reina, y lo que es peor, la ley prohíbe cualquier registro escrito ni grabado de dichas reuniones.
La reina no tiene que pagar impuestos, pero ella fue tan generosa que ha estado pagando voluntariamente el Impuesto a la Renta y a las Ganancias de Capital desde 1992, por pura magnanimidad.
Desde 1482, la reina es propietaria de todos los cisnes en todo el mundo, según carta o edicto del rey Eduardo IV de Inglaterra quien no indicó fronteras ni terrestres ni marítimas sobre dicha ridícula posesión.
Siendo la jefe de Estado en Australia, su majestad británica técnicamente podría despedir a todo el gobierno australiano si se le diera la regalada gana.
Todo este poder lo tiene una anciana de 93 años por el simple hecho de pertenecer a un supuesto “linaje” o dinastía bañada en sangre azul, oficializándose en Inglaterra que existen seres superiores e inferiores.
En pleno Siglo XXI y a 230 años de la Revolución Francesa.
Pero lo más doloroso no es la anuencia del pueblo inglés, ya que es su derecho atávico y nacional que consideran propio e inalienable como para nosotros es la Bandera Nacional y el Himno.
Lo doloroso e indignante es que el mundo libre, civilizado, occidental asumen sin ninguna condena a ese orden de cosas, no contra el pueblo británico sino contra esa casta de vividores, quienes sabiéndose tan corrientes como el panadero de la esquina, actúan con total convicción, de asumirse seres especiales tocados por el dedo de un seudo dios (aquel que inventaron con su propia fe e iglesia de juguete, fundada en 1534 por un obeso rey atragantado después de un almuerzo y de ordenar decapitar a su enésima esposa) y medran siglos así, del trabajo y sudor de millones de británicos.
El mundo libre y civilizado, las repúblicas occidentales deberían de manera exclusiva tratar con las autoridades civiles y parlamentarias británicas electas e ignorar cualquier ceremonia relacionada con la monarquía inglesa, con el respeto debido y el protocolo, modificado, pero no pervertido.
Es sólo una opinión, que desea al menos parecer no seguir viviendo en la Edad Media, o quizás nunca la superamos.
(Fuente: “Queen's Birthday: Eight of Elizabeth II's strangest powers and privileges”. Maya Oppenheim para Independent.co.uk).