PATRIA INMIGRANTE


La historia de la inmigración europea en el Perú registró todo menos números mayores, tan así que recién en 1857, el sabio y periodista limeño don Manuel Atanasio Fuentes se dio el trabajo de censarlos:

Los inmigrantes chinos ascendían a casi 50 mil, la mayoría varones 99,4% y mujeres 0,6%

En cuanto a europeos, había en Lima unos 6,9 mil italianos: 83.4% hombres y 16.6% mujeres; le seguían de lejos los ingleses con 3,379 inmigrantes, de los cuales 2,965 eran varones y caso contrario, las francesas de 2,649 galos, casi 2 mil eran mujeres. El resto de los extranjeros lo comprendían españoles y alemanes, los cuales en total sumaban 107 mil, 84% varones y 16% mujeres.

Para 1899 las cosas cambiaron radicalmente con el arribo de 787 japoneses con mujeres y niños. En 1919 ya ascendían a 18,3 mil.

De los 122 mil inmigrantes en 1876, unos 79 mil se nacionalizaron; en 1931 de los 374 mil se hicieron peruanos 348 mil, pero la inmigración se había de reducido entre mediados de la década de 1870 a 1930 de representar el 19% de nuestra sociedad a 6,6%.

Esta crónica se enfocará en esa colonia más parecida a los limeños, y quizás cooperadora perpetua de aquel criollismo alegrón, avispado, fregado, bien mediterráneo, sentimental y querendón.

A tal nivel que sus platos tradicionales, como los “Tagliatelle Genovesa al Pesto” se convirtieran en el preferido de cualquier limeño, pero mutado en “Tallarines Verdes”, bien montados con su sábana de gruesa milanesa, bañada en rallado parmesano.

O su “Minestrone” alimeñado como “Menestrón”, que la madre del que escribe lo hacía como para bendecirla a ella y a la Italia. Divina sopa de verduras que en Lima la albahaca y espinaca hacían verde como Hulk, eso sí, con sus islas de pecho de res.

Y sin obviar el “Mondongo a la Italiana” (no mondonguito dicen los entendidos) o mejor dicho “Trippa alla Fiorentina”, un glorioso arrejunte de mondongo silueteado en gruesos jirones, papa picada igualmente en gordas líneas para ser fritas, bosques de perejil, cebolla y alverjas, un saborcito a vino blanco y pisco para los hongos secos, ají preciso.

Luego, “qui pace e poi gloria”, aquí paz y después gloria. Te podías morir tranquilo (a).

El autor reconoce que sus mejores amigos tienen ascendencia italiana, uno del Piamonte y el otro está que averigua. Así que a la colonia ítalo-peruana les dedico esta modesta crónica.

La primera parte de esta crónica se basa en la “Gida ilustrata del Peru per industriali, capitalisti ed emigranti Italiani” de 1903, joya de documento que preserva imágenes de todo lo logrado por los italianos desde que arribaron el Siglo XIX.

Asimismo, en un portal web encontrará los “Pliegos Matrimoniales de italianos en el Perú desde 1845”. Los primeros que se casaron en Lima en 1845 fueron:

  • Don Antonio Malagrida Grapelli & doña Rosario Álvarez Alarco
  • Don José Portalanza Domínguez & doña Petronila Vergara Henríquez
  • Don Andrés Passalaqua & doña Mercedes Orellana y
  • Don Francisco Puccio Castagnino & doña Francisca Pérez

En cuanto el pago de sangre italiana por el suelo peruano, ejemplos abundan.

Entre las víctimas de la invasión chilena de Chorrillos y Barranco, hubieron decenas de personas la mayoría italianas.

Tres italianos, un francés y un portugués, cogidos en la orilla del mar el 13 de enero de 1881 y detenidos sin saber por qué, fueron fusilados la tarde del 14.

El italiano Borgna, hecho prisionero mientras huía hacia Lima, y encerrado en una sala del hospital de Chorrillos, fue muerto de un tiro la mañana del 14, por el mismo soldado que hacía de centinela en su cárcel improvisada.

Los italianos Ognio, Cipollina y Nerini, fueron asesinados en sus mismas pulperías, después ser saqueadas y destruidas.

Otros 3 italianos encontraron la muerte en la calle, mientras procuraban ponerse en salvo.

El italiano don Leonardi de Montecrestese era muerto a tiros en su propia habitación, mientras estaba ocupado en socorrer a su pobre esposa en gestación.

Y crimen sería no recordar lo que pasó en el incendio de Chorrillos producido por las tropas ebrias de Chile, lo que motivó la aparición de la Compañía de Bomberos “Garibaldi”, con sus trajes colorados, enfocados en controlar que los incendios no destruyan toda la ciudad.

Fueron tomados prisioneros por los chilenos acusándolos de ser una columna de artilleros "garibaldinos" luchando contra ellos (columna que después los mismos chilenos desmintieron su existencia, asimismo la colonia italiana en el Perú tanto “Garibaldinos” como la legión “Bersagliera” en febrero de 1881).

A las pocas horas de aquel 14 de enero de 1881, fueron fusilados:

• don Enrico Nerini
• don Lorenzo Astrana
• don Giovanni Ognio
• don Filippo Bargna
• don Gio Batta Leonardi
• don Egidio Valentini
• don Giovanni Pali
• don Angelo Cipollini
• don Angelo Descalzi
• don Paolo Marzano
• don Luca Chiappe
• don Paolo Risso
• don Giuseppe Orengo.

Los mártires ítalo-peruanos descansan en el Camposanto de Surco.


(Imagen: Bomberos mártires ítalo-peruanos de la creada en 1873 “Compagnia di Pompieri Garibaldi” fusilados por soldados chilenos en Chorrillos en enero de 1881)


Sería una afrenta no mencionar al comandante argentino don Roque José Antonio Sáenz Peña Lahitte, quien se incorporó al Ejército Peruano en 1879 por lo que le perdió la nacionalidad argentina “ipso iure”, vale decir, por inercia, consecuencia obligada por las leyes de dicho país.

Combatió en Tarapacá en noviembre de 1879 y en Arica sobrevivió, siendo tomado prisionero por 6 meses y devuelto a su país donde su Parlamento le devolvió la nacionalidad en setiembre de 1880.

Sáenz Peña fue elegido presidente de la República Argentina en marzo de 1910.

Peor afrenta seria olvidar al guerrillero cubano, don Juan Luis Pacheco de Céspedes, quien entre 1881 a 1883 realizó una serie de correrías en las alturas de Tacna y Moquegua hostilizando a las guarniciones chilenas de ocupación, sin que estas nunca pudieran apresarlo o dar cuenta de sus tropas, ganándose fama de héroe popular e invencible.

Don Juan Luis se casó con la dama peruana doña Dorina Herze y Dulce. Murió en Torata (Moquegua) en la guerra civil de 1895, peleando por uno de los bandos en enero de dicho año.

Cabe recordar también al presidente de EE.UU don James A. Garfield, quien en marzo de 1881 ordenó a su secretario de Estado, James G. Blaine, iniciar una vigorosa campaña para impedir la desmembración del Perú y obligar a Chile a aceptar una indemnización monetaria por los costos y bajas de la guerra.

En julio de 1881, un miserable resentido porque Garfield no le dio un empleo en el gobierno, le disparó 2 balas en la estación de trenes en Washington. Las heridas no fueron mortales, pero sí le extraña dejadez de su cuerpo médico que, por extraerle las balas, provocaron su muerte 70 días después. Murió en setiembre de 1881 por una infección generalizada provocada por la deplorable intervención quirúrgica.

Por último, el papel del gobierno y pueblo de Panamá, que permitió el transbordo de armamento traído desde Europa para el Perú, hasta que un transporte chileno artillado bloqueó su puerto principal alegando violación del tratado de amistad, comercio y navegación entre ambos países a fines de 1879.

Así que, en el Perú, jamás se puede registrar atolondrada o ridícula xenofobia. Ofenderíamos a nuestra historia y a nuestra Patria misma.

(Fuentes: “Inmigración en el Siglo XIX. Bitácora sobre la inmigración en el Perú, siglo XIX”. Inmigracionsigloxix.blogspot.com y “Un acercamiento al estudio de las inmigraciones extranjeras en el Perú durante el Siglo XIX y las primeras décadas del Siglo XX”. Ernesto Maguiña Salinas. Profesor del Departamento de Ciencias Humanas de la Universidad Agraria La Molina).
Share:

Nuestras Redes

FacebookInstagramTwitterRSS Feed

+Populares