Mahoma y el origen del Islam 🕋

☪ El estudio de la vida de Mahoma se basa en los 'hadits' (narraciones que forman la tradición musulmana) que, reunidos en la 'Sira' de Ibn Ishak (mediados del siglo VIII) y modificados por Ibn Hisan a comienzos del siglo IX, constituyen la biografía oficial del Profeta. El Corán ofrece datos interesantes para conocer su pensamiento, pero es muy pobre en lo referente a su vida. Al igual que ocurre con otros fundadores de grandes religiones (Buda, Jesús, Confucio), solo se conocen a grandes rasgos las etapas anteriores al momento de iniciar la predicación de su doctrina. 

Etapa previa a la misión profética

Aunque existen discrepancias con respecto a la fecha exacta del nacimiento del profeta Mahoma, parece seguro que este acontecimiento tuvo lugar en La Meca hacia el año 570, llamado el año del elefante, debido a que el abisinio Abraha intentó conquistar la ciudad para controlar el comercio de caravanas, montado en un elefante a la cabeza de su ejército. 

El profeta nació en el seno del clan de los hachemitas; sus padres, Abdallah ibn Abd al-Muttalib y Amina bint Wahb, pertenecían a la tribu de Qurays y al clan de los Banu Hashim. Abdallah murió antes de su nacimiento, durante un viaje comercial fuera de la ciudad de La Meca, y Amina falleció cuando Mahoma tenía solo seis años, encargándose de su cuidado su abuelo paterno, Abdel Muttalib, y después su tío Abu Talib. Aunque ambos se preocuparon del muchacho con afectuosa solicitud, la infancia del profeta parece haber sido triste, debido a su situación de huérfano. De esta etapa tambien data la fuerte amistad con su primo Alí, que seria uno de los primeros conversos ademas de su yerno, al casarse con una de las hijas del Profeta, Fátima.

Como señalamos al principio, la vida de Mahoma antes de la predicación es poco conocida. Su biografía, o Sira, posee un carácter anecdótico, por lo que sólo tiene un valor histórico relativo. A los veinticinco años se puso al servicio de una acaudalada viuda, Hadiya o Jadicha, con quien contrajo matrimonio más tarde. Siempre sintió por su mujer un profundo cariño y agradecimiento; mientras ella vivió, no tomó otra esposa. Hadiya le dio siete hijos, de todos los cuales solamente una le dio descendencia: Fátima. Este matrimonio, ademas de sacarlo de la pobreza, le permitio adquirir una alta reputación entre sus conciudadanos de La Meca, que le llamaban al-amin (el hombre seguro).

A pesar del éxito material, ejerció el oficio de mercader y caravanero, no se sentía satisfecho plenamente; le preocupaba la situación existente en La Meca, las injusticias sociales y el egoísmo de los ambiciosos y grandes mercaderes. En este período sobrecogió a Mahoma una crisis religiosa, entregándose a prácticas místicas y ascéticas. Nada se sabe sobre el proceso mental que a ello lo condujo, ni cómo ni por qué se decidió a abandonar el paganismo mequí. Es cierto que sus obligaciones comerciales y sus viajes le hicieron tener contacto con mercaderes, viajeros y esclavos cristianos, sirios y abisinios. Se sabe que había una comunidad cristiana al sur del Hiyaz, en Nachran, y dos tribus árabes cristianizadas en los márgenes nororiental y noroccidental de la península, como también tribus árabes de credo judío en Medina. Esto ha hecho suponer alguna influencia cristiana o judía en el profeta, más probable aún, debido a la presencia, en la biografía musulmana, de Mahoma, de Bahira, un monje que habría adivinado la misión profética de Mahoma y la posible fe cristiana de Waraqa, primo de Hadiya. Se ha planteado la posible influencia de grupos de monjes monoteístas sobre Mahoma, los hanif, e incluso la posibilidad que el profeta haya sido uno de ellos. La historiografía occidental ha asumido diversas interpretaciones en torno a los elementos a que hemos aludido; sin embargo, no parece haber nada que defina con seguridad el origen del monoteísmo de Mahoma.

Ibn Ishaq, el biógrafo más antiguo del profeta del Islam, nos menciona una tradición en la que el mismo Mahoma relata la primera revelación, mientras se encontraba en una caverna del monte Hira, en las cercanías de la ciudad de La Meca, donde acostumbraba ir a meditar: 

“Una noche, mientras dormía, apareció Gabriel con un paño de seda en el que había algo escrito y me dijo: lee. Respondí: ¿qué he de leer?; entonces me apretó de tal modo con el paño que creí que era la muerte; luego me soltó y dijo: lee.”

Esta escena se repitió dos veces, sin que el profeta dejara de preguntar qué es lo que había de leer. Entonces el ángel Gabriel recitó los cinco primeros versículos de la Sura del coágulo: 

“¡Predica en el nombre de tu señor, el que te ha creado: ha creado al hombre de un coágulo! 
¡Predica! Tu señor es el dadivoso que ha enseñado a escribir con el cálamo: ha enseñado al hombre lo que no sabía.”
(Sura 96, versículos 1-5) 

“Luego Gabriel se alejó, y fue como si hubiera grabado algo en mi corazón. Salí de la caverna y, cuando estaba en el medio del monte, oí una voz del cielo que decía: ‘¡Oh, Mahoma!, eres el enviado de Dios y yo soy Gabriel’.”

El calendario musulmán recuerda anualmente con el nombre de Laylat al-qadr (“la noche de la potestad”) la primera revelación de este libro celeste, llamado Alcorán o “recitación”, o Umm al-kitab (“La madre del libro”), custodiado por Dios y que sólo los puros pueden tocar. Mahoma supo entonces que Dios lo había elegido para ser su enviado, encargado de “recitar”, a los hombres las revelaciones que le trasmitía Gabriel o el espíritu divino; estas revelaciones fragmentarias, agrupadas más tarde, constituyeron el Alcorán, expresión de la propia palabra de Dios, cuyo texto se presenta simplemente de esta manera: como un dictado sobrenatural registrado por el profeta. Se irán esbozando así las líneas fundamentales de su visión religiosa: Dios único, omnipotente, omnisciente, gran justiciero; recompensará a los hombres de acuerdo a sus actos; la finalidad de esta vida es el sometimiento a Dios, obedecer sus mandatos, hacer la plegaria, practicar la limosna, peregrinar a los santos lugares, mandatos en espera del fin del mundo y la resurrección de los muertos. 
“Muhammad el Apóstol de Dios” inscrito en las puertas de la Mezquita del Profeta en Medina.


La Hégira 

Para un hombre de La Meca del siglo VII haber sido llamado por Dios para ser su profeta, era algo tan extraordinario que Mahoma duda de la veracidad de sus visiones y fue su esposa la que le animó a creer en su vocación y la que lo sostuvo cuando abrumado por el peso de la revelación, creyó enloquecer. También el primo de ella, Waraqa, conocedor de la Biblia, le confirmo que las revelaciones que había tenido eran similares a las recibidas en otros tiempos por Moisés, extremo éste que ayudo a Mahoma a consolidar su fé.

En los inicios de su predicación, Mahoma tuvo alguna dificultad para encontrar adeptos. Después de su mujer, su primo Ali, hijo de Abu Talib, fue el primero en seguirle; posteriormente lo hizo su hijo adoptivo Zaid. Los dos hombres más influyentes entre sus seguidores fueron Abu Bakr y Umar, quienes más tarde dirigirían la comunidad musulmana. Fuera de sus parientes y amigos, el profeta consiguió hacerse escuchar por la gente más humilde de la ciudad, mientras los gobernantes mequíes hacían caso omiso de sus enseñanzas.  

Al silencio siguieron los ataques verbales a Mahoma. La oposición de los gobernantes mequíes se debía en gran medida a que Mahoma, a través de sus prédicas, ponía en peligro sus intereses político-religiosos. La abrogación de la antigua religión y del estado legal del santuario en La Meca, privaría a esta ciudad de su única y ventajosa posición como centro tanto de peregrinación como de negocios. A consecuencia de la persecución activa contra la aristocracia de su tribu, los Banu Omeya, varias familias emigraron a la cristiana Abisinia (año 615). A esto siguió el boicot económico y social, lo que hizo difícil la situación del profeta y su reducido grupo de seguidores. En el año 619 murió su esposa, Hadiya; poco tiempo después murió también su tío Abu Talib con lo cual se vio privado de la protección de los hachemitas, redoblándose la hostilidad de la oligarquía mequí. El profeta decidió buscar nuevos terrenos para predicar; pero en la ciudad de Taif fue recibido con rudeza. Su situación en La Meca se hizo más compleja, por lo que entró en relación con tribus árabes beduinas y, posteriormente, con los habitantes de Yatrib, quienes aceptaron una alianza con él. Los impulsos que movieron a los medinenses a este pacto se explican por el carácter agrícola y artesanal de sociedad y por la lucha entre las dos tribus árabes que se disputaban el control de ella: los aws y los jazray. Los seguidores de Mahoma salieron de La Meca acompañados por Ah y Abu Bakr; después él mismo abandonó secretamente la ciudad, llegando a Yatrib, desde entonces llamada Medina, Madinat an-nabi (“la ciudad del profeta”), el 24 de septiembre de 622. Esta fecha marca el inicio de la era musulmana, suceso conocido como la hiyra (hégira), y un nuevo período para su fundador.

La consolidación del Islam

Instalado en Medina, el profeta aparece como jefe teocrático, sustituyendo la arcaica organización tribal por la Umma o comunidad de creyentes, basada en la unidad de fe, constituyendo una nación de carácter religioso, y compuesta entonces por dos grupos: los muhàyirùn (“emigrantes”, de La Meca) y los ansar (“sustentadores”, de Medina); ambos grupos eran los ashàb (“compañeros”). Mahoma creó en Medina el primer centro de oración propio de la comunidad, masyid o mezquita, lugar de postración y también de reunión. En este sitio se dieron los primeros elementos de organización, indispensables para cualquier progreso futuro. Ya no se trataba únicamente de predicar el Islam: había que ponerlo en práctica y convertirlo en una fuerza. Para el profeta, la primera tarea consistió en fortalecer su posición en Medina, para ello estableció las bases de la organización de la Umma, cuyo texto nos ha conservado la tradición. En él se especifica que los creyentes de la tribu de Qurays y los de Yatrib, así como los que le siguen y con ellos combaten, forman una comunidad única, distinta de los otros pueblos, siendo solidarios unos de otros. Así pues, este pacto regulaba las relaciones entre los creyentes y las de los distintos grupos; su finalidad era práctica, pero al mismo tiempo esbozaba un primer esquema de constitución teocrática, que paulatinamente había de convertir al Islam en un imperio. 

No obstante, existía oposición. Los judíos, en particular, veían cómo Mahoma se apartaba cada vez más de sus concepciones y costumbres. Al revés, el profeta se desilusionó de ellos, pues esperaba que lo siguieran; el desencanto mutuo llevó a una ruptura definitiva. Una tras otra, las tribus árabes de religión judía fueron expulsadas; más tarde, el profeta tomó Jaybar, fértil oasis judío ubicado a 160 kilómetros de Medina, eliminando así una posible amenaza y consolidando su poder. 

Al mismo tiempo se produjeron los primeros enfrentamientos bélicos con los mequíes. En 624, los musulmanes vencieron en la batalla de Badr, enfrentándose a un ejército superior en número y armamentos. Esta victoria confirió a las fuerzas de Mahoma una gran fe y seguridad en su misión de difundir el nuevo credo. Abu Sufyan, al frente de los mequíes, lanzó una expedición vengadora en marzo del año siguiente, que, reforzada con contingentes aliados beduinos, derrotó a las huestes musulmanas. Finalmente, en la primavera del año 627, los mequíes sitiaron Medina con un gran contingente, que fue rechazado con un simple sistema de trincheras. Este episodio es citado por la tradición como “la guerra del foso” aào “la batalla de las trinchera”.

Junto a la tarea ofensiva y defensiva, Mahoma siguió organizando su comunidad, resolviendo infinitos problemas jurídicos, sociales y rituales, con su propio juicio o inspirado por revelaciones divinas. Los versículos del Alcorán y las normas del Hadit, decisiones y expresiones atribuidas al profeta, que muestran su "norma" o modo de actuar en la vida, Sunna, fueron esbozando el edificio de la sociedad islámica. Es así como la nueva religión y el nuevo Estado iban adquiriendo forma. La costumbre pagana se fue modificando al dictarse normas sobre el derecho familiar, matrimonial y penal. Se fijó y articuló el culto con las instituciones fundamentales de la oración canónica, la limosna legal, el ayuno y la peregrinación. 

En marzo de 628, cuando se reanudaron los enfrentamientos con los mequíes, Mahoma negoció con ellos, lo que le permitió al año siguiente peregrinar a su ciudad natal. La resistencia en La Meca fue decayendo, hasta que la ciudad finalmente se unió al profeta. A fines del año 629 buscó un pretexto para renunciar a la tregua acordada y en enero del año 630, encabezando a diez mil hombres, Mahoma entró victorioso en La Meca, donde actuó con magnanimidad. Procedió a la purificación de la Kaaba, derribo los ídolos y borro las pinturas que representaban a los profetas -excepto las de Abraham, Jesús y la Virgen Maria- y proclamo una amnistía general. 

En el año y medio que le restaba de vida, el profeta consolidaría su obra en toda la península, logrando erradicar en forma definitiva al paganismo e implantando un nuevo modo de vida en la nación árabe, que, portadora de un nuevo mensaje, había de cumplir un rol preponderante en la historia universal. Mahoma se mostró muy tolerante con las tribus beduinas del desierto y con los árabes cristianos del norte, quienes aceptaron la soberanía musulmana y se comprometieron a pagar tributo. Ademas envió mensajeros a los emperadores Romano y Persa instándoles a convertirse y amenazándoles con la "Guerra Santa" en caso contrario.

El 8 de junio de 632, después de varios días de enfermedad, Mahoma dejó este mundo, a la edad de sesenta y tres años, siendo enterrado en el solar de su casa, en Medina, donde surgiría la mezquita del profeta, segunda en importancia después de la Kaaba.

Abu Bakr, el padre de la tercera mujer de Mahoma, fue elegido por los líderes de la comunidad musulmana como el sucesor de Mahoma en desmedro de Ali, primo del Profeta y esposo de su hija Fátima, pues éste era el favorito de Mahoma.

Le sobrevivieron su hija Fátima y los hijos de ésta y también su última esposa. Los chiíes afirman que el esposo de Fátima, Alí y sus descendientes, son los verdaderos líderes del islam. Los suníes no aceptan esta afirmación, si bien respetan a los descendientes de Mahoma. Éstos son conocidos por diferentes nombres, tales como sayyid y sharif. Muchos líderes y nobles de los países musulmanes, actuales y pasados, afirman ser descendientes de Mahoma con variables grados de credibilidad, tales como la dinastía fatimí del norte de África, los idrisíes, la actual familia real de Marruecos y Jordania y los imanes ismaelitas que usan el título de Aga Jan. 

🌐 Bibliografia:
Historia Universal, Tomo 4, Carl Grimberg
Armstrong, Karen (2005). Mahoma: biografía del Profeta
Ibrāhīm ibn Muḥammad Iṣṭakhrī (1955). The Life of Muhammad
Historia Universal, Tomo 2, Editorial Océano.
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