....Con los alemanes atacando su aeródromo en Knokke, Bélgica, el líder de escuadrón G. Dickinson hizo una llamada urgente a su base, solo para que le dijeran: “Esto es el 1 de enero, viejo, no el 1 de abril”. Luego escuchó: “Dios mío ¡los bastardos están aquí!” y la línea se cortó...
El 1 de enero de 1945, lo último que los pilotos aliados en el frente occidental podían imaginar, era ver en el cielo algún avión alemán. Esto porque desde la invasión de Normandía, los pilotos de la RAF y la USAF habían limpiado de presencia alemana prácticamente los cielos de Europa.
Para finales de 1944, la situación de la Luftwaffe no era alentadora. Con el incesante ataque de la aviación aliada sobre territorio alemán —especialmente los centros industriales, refinerías y campos de aviación— la falta de combustible se convirtió en la principal preocupación para el alto mando, seguido de la disponibilidad de aviones. Por este motivo, la estrategia alemana se enfocó en conservar y acumular combustible y sus activos, lo cual trajo consigo las siguientes consecuencias: Primero, el tiempo de entrenamiento de los pilotos se redujo a menos de la mitad de las horas normales y en segundo lugar, los aviones solo podían operar sobre Alemania, en un promedio de cuatro días al mes en comparación de los aliados que realizaban misiones a diario.
El 16 de setiembre Hitler requirió que el OKW alemán planificara una operación de ataques aéreos masivos contra los aeródromos aliados en Francia, Bélgica y Holanda, en coincidencia con la Ofensiva de las Ardenas, planificada para la segunda mitad de diciembre. La jefatura de la operación fue confiada al general de aviación Werner Kreipe, asesorado por el general Dietrich Peltz, un veterano de las fuerzas de bombardeo de la Luftwaffe. Para la fecha indicada, sin embargo, el mal clima invernal imposibilitó cualquier operación que no fuese de apoyo aéreo. La Luftwaffe perdio más de 600 aviones y casi 350 pilotos en la víspera de Año Nuevo.
Al finalizar diciembre, con la ofensiva terrestre fracasada, pocos oficiales en la Luftwaffe creían que seguiría en pie el planeado ataque sobre los aeródromos aliados, pero el 31 de diciembre de 1944 llegaron las claves “Varus-Teutonicus”, lo que significaba que el ataque comenzaría en 24 horas. Sobre las 18:30 horas de ese día llegó a todas las unidades la clave “Hermann” como “Auftrag Hermann 1.1.1945 Zeit 09:30, que indicaba la fecha y hora del ataque”.
Con el nombre clave de Bodenplatte, las coordinaciones se realizaron en total secreto. Ni la Heer ni la Kriegsmarine ni siquiera las unidades antiaéreas de la propia Luftwaffe fueron informadas de la operación. El nivel de secreto era tan grande que se prohibieron las comunicaciones de radio durante la planificación, ni siquiera a través de los equipos Enigma, y toda la coordinación se realizó con mensajeros. Incluso algunos participantes se enteraron con horas de antelación. Esto tuvo una trágica consecuencia cuando las unidades antiaéreas alemanas confundieron a sus aviones con aviones enemigos y derribaron a varios de ellos. Debido a que la Luftwaffe llevaba tiempo sin hacer operaciones de envergadura. Hizo pensar a los artilleros que eran aviones enemigos.
La ejecución de la operación fue bastante accidentada; una de las causas de esto fue la poca experiencia de las tripulaciones alemanas. Como lo expresó el “as” coronel Johannes Steinhoff: “Nos asignaron jóvenes pilotos que eran tímidos, inexpertos y asustados ... [y] aún no estaban listos para el combate. Ya era bastante difícil liderar y mantener una gran formación de pilotos de combate experimentados; con los jóvenes era inútil”. El coronel Günther Lützow señaló: “Nuestros jóvenes pilotos sobreviven un máximo de dos o tres misiones en defensa del Reich antes de que los maten”. Sumado al hecho de que los objetivos de la misión se habían mantenido en estricto secreto, muchos pilotos abordaron sus aviones creyendo que harían vuelos de práctica.
Los resultados fueron dispares. En algunos aeródromos se destruyeron bastantes aviones, mientras que en otros las bajas fueron mínimas, la escasa pericia de los pilotos alemanes en misiones de bombardeo (la mayoría se entrenaba en misiones de defensa aérea) causó numerosas pérdidas entre los propios atacantes; inclusive en algunas ocasiones los aeródromos marcados como objetivos simplemente no fueron ubicados por los pilotos atacantes. Ademas muchos aparatos alemanes volaban con demasiada lentitud o bien daban varias vueltas durante los ataques en lugar de “pegar y correr”, lo cual facilitó que la artillería antiaérea aliada les causara serios daños.
En líneas generales, el ataque logró destruir numerosos aviones británicos y estadounidenses pero fracasó en su objetivo final de causar la mayor cantidad posible de bajas entre los pilotos aliados. Al terminar el 1 de enero la Luftwaffe había empleado 850 aviones, la mayoria del tipo Focke-Wulf Fw 190 y Messerschmitt Bf 109, siendo destruidos 280 aparatos enemigos y averiados otros 69, mientras que se perdieron 213 pilotos entre muertos y prisioneros, muchos de ellos eran veteranos insustituibles. El secretismo de la operación contribuyó a que entre 30 y 35 aviones alemanes fueran destruidos o inutilizados por sus propias baterias antiaéreas.
Por su parte, los aliados perdieron 305 aviones destruidos en tierra y otros 190 fueron averiados, mientras que unos 25 aparatos se perdieron en combate contra los alemanes, perdiéndose 14 pilotos, lo cual resultaba una cantidad ínfima de bajas en comparación a las pérdidas germanas. El sistema de rotaciones de pilotos usado por los aliados aseguraba que los “ases” aliados pasaran pocos meses en el frente, volviendo luego a sus bases en Inglaterra para instruir a los nuevos reclutas. En contraste, la difícil situación bélica de Alemania en ambos frentes forzaba a la Luftwaffe desde inicios de 1944 a mantener a sus “ases” en combate durante muchos meses continuos, con muy breves descansos, lo cual le permitió a muchos de ellos acumular victorias personales pero aumentando su riesgo de muerte, quedando además cada vez menos de ellos para el entrenamiento de los nuevos pilotos. Además, para las fuerzas aéreas aliadas resultó sencillo reponer los aviones perdidos en unas semanas, situación que no sucedía respecto a la Luftwaffe que sufrió perdidas que no se podía permitir.
Mapa con la dirección de los ataques alemanes. |
La Operación Bodenplatte fue la última gran ofensiva aérea de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien causó graves pérdidas a los aliados durante unos pocos días, no alteró realmente la superioridad aérea aliada en Europa Occidental, y por el contrario las bajas alemanas debilitaron inútilmente el potencial humano de la Luftwaffe. Después de esto cayó sobre el ejército alemán todo el peso de las fuerzas aéreas aliadas, hasta el extremo de que resultaba imposible mover tropas o suministros en tierra sin atraer la atención, en forma de cohetes, bombas y balas, de sus enemigos que ocuparon libremente los cielos.