1940 Alemania ataca el occidente - Parte 7

DE AMIENS A DUNKERKE:
Como ya se ha dicho, el día 16 de mayo, dos divisiones del XIX Panzerkorps habían llegado, tras un audaz avance, al sector de Montcornet. La 10ma Panzerdivisión, que combatía aún en Stonne, debería seguirlas después de ser relevada por varias divisiones de infantería motorizada. El general Guderian pensó, acertadamente, que un rápido ataque efectuado por una unidad acorazada muy potente en dirección a Amiens y luego hacia el estuario del Somme alcanzaría el flanco, y quizá también la retaguardia, del grueso de las fuerzas aliadas que estaban avanzando en Bélgica, consiguiendo cortar sus vías de comunicación y aislarlas. 


Heinz Guderian
Como toda su conducta se inspiraba en esta idea, Guderian no comprendía por qué el general von Kleist, comandante del Panzergruppe, le había ordenado que se detuviera el día 15 de mayo en la pequeña cabeza de puente de Sedán. Pero, finalmente, consiguió obtener libertad de acción durante 24 horas, período de tiempo que consideraba necesario para ampliar la cabeza de puente a fin de que la infantería pudiese desplegar en su interior. Con su característica audacia, Guderian aprovechó esas 24 horas para aniquilar la resistencia y penetrar profundamente en territorio enemigo. El 17 de mayo sus unidades avanzadas alcanzaron el puente sobre el Oise, en Ribemont. 

Ewald von Kleist, comandante del Panzergrouppe
Guderian y su Estado Mayor sabían muy bien el peligro que correrían si el enemigo, atacando por el Norte y por el Sur con suficientes tropas, lograra cortar sus comunicaciones con la retaguardia; pero, basándose en su opinión acerca de la escasa eficacia del Mando francés, Guderian consideró improbable esta eventualidad. 

El 17 de mayo fue un día de mucha actividad. El general von Kleist llegó en avión al puesto de mando de Guderian. Éste esperaba con alegría la posibilidad de discutir la situación con su superior, pero en cambio recibió una amarga desilusión; en lugar de plantear una discusión objetiva y dirigir algún elogio a sus hombres, Kleist amonestó en términos muy duros al general por su decisión de efectuar un avance tan profundo. Guderian, después de haber defendido su tesis, solicitó ser relevado del mando y Kleist aceptó la dimisión. Pero Guderian era uno de esos generales que no pueden ser sustituidos, y sus compañeros, desconcertados, intentaron convencerle para que se quedase, ya que (como después sucedió en el caso de Rommel) su propia personalidad tenia una importancia decisiva. Afortunadamente, gracias a la intervención personal de los generales List y Rundstedt, Guderian aceptó de nuevo el mando de sus tropas. Obtuvo también la autorización para enviar hacia el Oeste algunas unidades acorazadas en misión de exploración. Y un hombre como Guderian sabía perfectamente cómo aprovechar las posibilidades que de este modo le ofrecían, aunque su puesto de mando debiera permanecer en Sóize.

Aquel mismo día los franceses habían comenzado a presionar en dirección a Montcomet. atacando con la División Acorazada 4, de De Gaulle, una unidad recién constituida y, por consiguiente, inexperta. 

La conquista de Amiens y Abbeville 

Los días 18 y 19 de mayo el Panzerkorps. siguiendo la orden que le habían dado, avanzó lentamente hacia el Oeste, alcanzando la línea Cambrai-Peronne-Ham. antiguos campos de batalla de la primera Guerra Mundial. Las unidades francesas se limitaron a oponer una resistencia local; sólo la División Acorazada 4 llegó, el 19 de mayo, a amenazarnos de tal modo que nos indujo, tanto a Guderian como a mí, y sin habernos puesto de acuerdo de antemano, a ordenar que nuestra División Acorazada 10. apenas llegada de retaguardia, atacase a la unidad francesa. No obstante, el peligro desapareció antes de que comenzase ese proyectado avance. 

La tarde del 19 de mayo, el general Guderian tuvo nuevamente plena libertad de acción y, en consecuencia, el día 20 ordenó a la 1 * y 2* Panzerdivision que atacasen Amiens y Abbeville, respectivamente, estableciendo cabezas de puente sobre el Somme en espera del enemigo, que estaba llegando por el Norte. 

Guderian que, como de costumbre, se hallaba, en primera linea, estaba con la 1er Panzerdivision el cuando ésta atacó Amiens. La vanguardia del sector izquierdo, un batallón de infantería ligera montada en motocicletas, encontró una dura resistencia en el límite noroeste de la ciudad, mientras que el grueso de nuestra unidad, atacado al sur de Albert por fuerzas acorazadas enemigas, tuvo que suspender el ataque. El comandante del batallón, dándose cuenta de que no había tiempo que perder, atacó con los pocos carros de que disponía; su audaz intento fue coronado por el éxito y Amiens cayó en nuestras manos. 

Guderian, que se estaba dirigiendo a la 2da Panzerdivision, decidió que Abbeville debía ser ocupada aquel mismo día; pero, por carecer de carburante. sus carros de combate tuvieron que detenerse frente a la ciudad. No obstante, fusileros, artilleros e ingenieros, después de haber comprobad») lo débil que era la resistencia, la ocuparon y constituyeron una cabeza de puente al otro lado del río. Indudablemente habíamos tomado al enemigo por sorpresa, hasta el punto de que en una plaza de armas capturamos una batería inglesa, que habiendo salido a hacer prácticas, sólo tuvo tiempo de efectuar un disparo. Nadie había imaginado que los alemanes llegarían tan pronto (ni siquiera nosotros mismos). En los días sucesivos capturamos gran número de prisioneros, especialmente ingleses. 

El sistema de trabajo de Guderian era muy interesante. Por la mañana salía en un coche blindado con un Estado Mayor, formado por unas pocas personas, con su ayudante y un oficial de transmisiones en el aparato de radio. Le seguían un vehículo semioruga para poder avanzar por terreno accidentado y dos enlaces; de este modo podía dirigir las operaciones desde una posición avanzada. Mientras se desplazaba manteníase en continuo contacto conmigo por radio. Por la tarde, al regresar, teníamos un largo cambio de impresiones con objeto de valorar la situación. Estos métodos demostraron ser muy eficaces, por lo que se introdujeron en todas las unidades acorazadas. El Mando del Panzerkorps hacía todo lo posible por seguir de cerca sus divisiones, a fin de reducir las vías de comunicación necesarias.


En Albert capturamos una importante documentación francesa, por la que nos enteramos de que el enemigo conocía la situación de nuestros puestos de mando de Cuerpo de Ejército y de División y de los centros de transmisiones. Teniendo en cuenta este peligro, decidimos que el centro de transmisiones estuviese siempre a una cierta distancia del puesto de mando, enmascarándolo cuidadosamente para que no constituyese un fácil blanco para los aviones enemigos. Precisamente, a raíz de estas precauciones, ocurrió una vez que varios aviones propios atacaron, por equivocación, nuestro puesto de mando en las cercanías de Amiens, destruyendo el avión de enlace que acababa de aterrizar; entonces nuestra artillería antiaérea, juzgando que se trataba de aviones enemigos enmascarados, respondió al ataque abatiendo uno de ellos. Los hombres de la tripulación se lanzaron en paracaídas, siendo acogidos por nosotros de forma nada cordial. 

Avance por el Norte 

La tarde de aquel día memorable en que nuestras divisiones acorazadas llegaron al mar, cortando Francia en dos partes, no teníamos aún la menor idea de la dirección en que debíamos continuar las operaciones. Ni tampoco nuestros superiores, los mandos del Panzergruppe de von Kleist, pudieron informarnos. 

¿Qué podían hacer nuestros adversarios? Desde luego no podían ignorar aquel corredor que se extendía a través de su territorio, y por lo tanto era lógico que reunieran sus fuerzas para actuar. Después de todo, disponían aún de 120 divisiones, incluyendo un excelente Cuerpo Expedicionario británico. Un Mando eficiente habría organizado un ataque por el Norte y otro por el Sur sobre nuestra columna acorazada. El intento ingles del dia 21 de mayo, en Arrás, de romper nuestras lineas con unidades acorazadas respondió, en parte, a nuestras preguntas; pero después de haber obtenido cierto éxito contra Rommel, el intento fracasó. 

Tras la euforia de los primeros momentos de nuestra llegada al mar. comenzó a cundir el nerviosismo a medida que pasaba el tiempo ¿Debíamos detenernos para rechazar un posible ataque del grueso de las fuerzas aliadas procedentes del Norte, o dirigirnos hacia París para detener a las fuerzas que el enemigo estaba agrupando en aquella zona? ¿Quizá deberíamos realizar una conversión hacia el Norte para cerrar los puertos de Boulogne, Caláis y Dunkerque? Pasaron casi dos días antes de que se tomara una decisión: finalmente, el 22 de mayo, nos dirigimos hacia el Norte. 

«Hemos desperdiciado dos días -dijo Guderian, quien, como siempre, tenia razón-, dos días que podrían haber sido preciosos, en Dunkerque». 

El 26 de mayo se repitió el ataque, pero también en vano; aunque nuestras pérdidas fueron escasas, no se puede negar que nuestra moral había descendido un poco. No obstante, el Mando no perdió su sangre fría: en las primeras horas de la tarde ordenó un nuevo ataque; esta vez el intento tuvo éxito y las tropas del baluarte se* rindieron. A las 17:30 ocupamos el puerto y la ciudadela. 

La vanguardia de la 1ra Panzerdivisión alcanzó el río Aa, al sur de Gravelinas, la noche del 23 de mayo, y al dia siguiente efectuamos el ataque contra esta ciudad y el fuerte costero de Philipe, sin conseguir resultado alguno; en aquella ocasión los franceses se defendieron con coraje, tal vez porque Dunkerque era entonces el único punto de contacto entre las tropas cercadas y el mundo exterior. Como en la zona situada alrededor del río Aa hay muchas fosas y canales -y, por consiguiente, es poco adecuada para ataques de infantería o de fuerzas acorazadas-, sólo conseguimos establecer una serie de cabezas de puente que nos servirían de trampolines de lanzamiento en la batalla decisiva que pretendíamos entablar al día siguiente. No teníamos la menor duda de que se trataría realmente de una batalla decisiva: a todos nos parecía evidente que ahora teníamos al alcance de la mano la fase final de una victoria indiscutible, y la esperábamos con cierto temor natural, pero también con confianza.


La tercera orden de detención 

Pero, precisamente, la noche del 24 de mayo el Panzerkorps recibió la orden de no atravesar el río Aa y limitarse* a mantener las posiciones conquistadas. Como no nos dieron explicación alguna, Guderían y yo comprendimos que la rendición de los Aliados era inminente, impresión reforzada por el hecho de que la orden que habíamos recibido hacia la siguiente referencia a la Luftwaffe «Dunkerque debe dejarse fiara la Luftwaffe. Si no cae el 26 de mayo, también se dejará a la Luftwaffe la ciudad de Caláis». 

No obstante, a medida que pasaba el tiempo aumentaba nuestra inquietud, pues numerosos buques llegaban a Dunkerque -fuera del alcance de nuestra artillería-, remontaban la desembocadura del río Aa y embarcaban las tropas enemigas. Informamos de todo lo que estaba sucediendo, pero no se hizo nada, y durante dos preciosos días nuestros adversarios pudieron reforzar sus defensas y organizar la evacuación de aquella enorme masa de tropas de Dunkerque. Por último. el 27 de mayo se nos permitió reanudar la ofensiva, fiero sólo con la infantería motorizada, no con las divisiones acorazadas. Esta última locura permitió al enemigo replegar sus tropas de modo que constituyeran una fuerza lo suficientemente potente para ofrecernos una seria resistencia. 

Guderían tenia sobrados motivos para estar orgulloso de su gran unidad acorazada, creada por él mismo después de haber superado fuertes oposiciones. Tanto los hombres como el material demostraron estar a la altura de la misión que se les había confiado, y por lo tanto, nosotros esperábamos con fe la fase sucesiva. Los soldados tenían en alta estima a su general, y todos conocían al «rápido Heinz», porque siempre se encontraba a su lado en el momento de la lucha, a menudo en posición más avanzada de lo oportuno desde un punto de vista estrictamente táctico. 

El 26 de mayo Guderían consideró que su misión en este frente había terminado, y en su orden del día dio las gracias a sus hombres en los siguientes términos: «Os pedía que estuvierais sin dormir cuarenta y ocho horas, y vosotros habéis soportado este ritmo durante 17 días. Os he obligado a enfrentaros con situaciones en las que el enemigo amenazaba nuestros flancos y nuestra retaguardia y no habéis vacilado jamás. Con confianza y fe ejemplares en la posibilidad de desempeñar las misiones confiadas, habéis cumplido todas las órdenes con un elevado espíritu de sacrificio. Alemania está orgullosa de sus divisiones acorazadas y yo me considero afortunado por haber tenido la posibilidad de conduciros. Dediquemos ahora un respetuoso recuerdo a nuestros camaradas caídos.

Avance alemán del 21 de mayo al 4 de junio
Nuestros hombres guardaban una justa consideración a sus adversarios, aunque se pasmasen a menudo del escaso espíritu combativo de los franceses. Los ingleses no habían cambiado desde la Gran Guerra: seguían siendo unos combatientes indomables. Las relaciones con la población local eran cordiales, y a menudo en sus ratos de asueto los soldados ayudaban a los campesinos en las labores del campo. A veces nos tomaban por ingleses, lo que dio lugar a no pocas sorpresas. 
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