La Drôle de Guerre, la guerra de broma |
La esperada ofensiva alemana no aparece, y los aliados se preguntan qué sucede. Se levantan acaloradas discusiones respecto a los planes del Reich, pero ante una invasión que no se deja ver, empiezan a llegar preocupantes noticias desde Finlandia. El 13 de febrero se firma la paz entre los agotados finlandeses y los victoriosos pero humillados rusos.
La paz de Moscú quitaba a los Aliados su pretexto para desembarcar en Narvik, donde podrían asistir a Noruega en la inminente invasión alemana. No tuvieron ni el cinismo de prescindir del desembarco, ni la resignación de lamentarlo.
Dos divisiones británicas, reservadas para Noruega fueron asignadas a reforzar la B.E.F., pero once batallones siguieron disponibles para toda eventualidad. En Francia, un pequeño cuerpo expedicionario, compuesto de cazadores alpinos y legionarios, continuó sus preparativos en el Jura. Lo único que parecía haber desaparecido con la paz en Finlandia era la urgencia.
Francia e Inglaterra intercambiaron notas, volvieron a considerar el problema y rehicieron sus planes.
Durante la Conferencia de Munich, Chamberlain, Hitler y Daladier |
También rehicieron sus gobiernos. Chamberlain, Daladier, los hombres de Munich, habían conservado sus funciones en el hundimiento de las esperanzas que habían encarnado, dando paso a la guerra a países cuya paz se habían lisonjeado de salvar. Pero no hicieron, ni podían hacer, la mutación personal correspondiente a su cambio de papel. Los ministerios presididos por ellos eran heterogéneos y débiles. Las administraciones que dirigían habían seguido en sus caminos trillados del tiempo de paz. En aquella "Guerra de Broma", no solo se batían los ejércitos, sino también los poderes públicos.
En Francia, a pesar de la lección de 1914, no se ha organizado la movilización industrial. Los obreros especializados han marchado al ejército, igual que todos los demás, y resulta difícil hacerles volver en contra de la resistencia encarnizada de los jefes de cuerpo. Los diputados rurales, cuyos departamentos han proporcionado carne de cañón en la guerra anterior, protestan contra el privilegio de las poblaciones industriales e intentan extenderlo a sus sectores. "El ministro de Armamento es un ingeniero - declara en el Palaise Bourbon uno de los ruralistas - no sabe que es época de la siembra". "Sé - replica el interpelado - que ahora es la época de los obuses".
Los obstáculos que encuentra en su cosecha van de lo cómico a lo trágico. En la fábrica de explosivos de Angulema, ¡4.000 adscritos especiales, sustraídos a los riesgos de los combates, se niegan a fabricar melinita, porque denuncian que produce calvicie!
En el arsenal de Montluçon, un sabotaje produce la inutilización de 120 cañones antitanque. El Partido Comunista, proscrito, refugiado en la clandestinidad, combate a favor de Hitler, denunciando la guerra imperialista y poniendo como ejemplo a la URSS que ha firmado una paz fraternal con el III Reich.
Arrastradas por la gran corriente totalitaria o seducidas por el "socialismo" de las dictaduras, fracciones masivas de la derecha e importantes fracciones de la izquierda son pro hitlerianas.
Mal orientada por una propaganda ejemplarmente mala, la opinión pública vacila. Está satisfecha de que el territorio nacional no haya sido invadido y la sangre no corra, pero comprende menos que nunca el estancamiento de las hostilidades, y de vez en cuando, es atravesada por remolinos de inquietud. Un pesado malestar, precursor de catástrofes, pasa entonces sobre esta nación que no está en guerra ni en paz.
El parte moral de Inglaterra no es mucho mejor. La ley de reclutamiento, tardíamente votada, no se aplica aún más que a los solteros jóvenes, y el cuadro de excepciones por motivo de utilidad pública se extiende hasta los jardineros. Los sindicatos, encabezados por un viejo terco, Sir Walter Citrine, luchan para que el estado de guerra no sirva de pretexto para prolongar la jornada de trabajo. Van a predicar hasta en Francia el maltusianismo de los armamentos.
"Los delegados de las Trade Unions - cuenta Dautry -, me reprocharon con vehemencia que contratara mujeres y que hiciera trabajar a los hombres más de siete horas al día".
En las clases dirigentes, las infiltraciones nazis, los fallos del patriotismo son tan graves como en Francia. La Clivaden Set de Lady Astor es pacifista por ideología de izquierda, pero el Daily Mail de Lord Rothermere había escrito, no mucho antes, que "los sólidos jóvenes nazis de Alemania son nuestro bastión contra el comunismo".
Habiéndose re unificado después Inglaterra bajo las bombas, hoy se tiene la impresión de que el derrotismo fue monopolio de los franceses. La historia imparcial debe decir que no fue así.
Daladier es el primero en caer, el 19 de marzo, a raíz de un consejo secreto sobre los sucesos de Finlandia. Caída a medias, por cierto, pues conserva la cartera de Defensa Nacional, cubriendo aún con su cuerpo al Generalísimo Gamelin. Paul Reynaud, considerado como el símbolo de la guerra a ultranza, como el Churchill francés, asume la presidencia del Consejo, pero su investidura es más que difícil: 268 votos a favor, 165 en contra, 111 abstenciones, con un solo voto de mayoría. Durante tres horas, los ministros se preguntan si deben aceptar una confianza tan regateada: se deciden a ello después de haberse convencido de que no puede ponerse en pie ninguna combinación más sólida. Imagen de la división y de la confusión del país.
Operación Weserübung, invasión de Dinamarca y Noruega. |
A todo esto, Noruega ha sido invadida. Abril se lleva a cientos de británicos y franceses a la tumba tras la desastrosa misión en Narvik. Los noruegos, que intentan salvar ante todo a su rey, dejan a los alemanes masacrar a los Aliados.
La primera víctima de mayo de 1940 es Chamberlain. El 7, se abre un debate en la Cámara de los Comunes sobre la derrota de Noruega. La cámara vibra de humillación y de cólera. Keyes, Amery, Duff Cooper, Lloyd George y un diputado casi anónimo que sirve como artillero de cola a bordo de un bombardero de la R.A.F, Arnold Wilson, destrozan al Primer Ministro.
Él, el viejo de Munich, se defiende con un encarnizamiento próximo al paro cardíaco. Pero su apelación a la solidaridad de los tories suena mal en una atmósfera de patria en peligro. Al votar la moción de censura, 30 conservadores se unen a la oposición y 60 se abstienen. La mayoría baja de 200 a 80 votos. Leo Amery había terminado su ardiente discurso con la apostrofe de Cromwell al Parlamento Largo: "Os habéis quedado aquí demasiado tiempo para el bien que habéis hecho. ¡Partid, les digo! En nombre de Diós, marchaos...". Chamberlain obedece ante esta dramática apelación. Sale tropezando con los pies de los ministros, y antes de abandonar la sala, se vuelve para lanzar a la Asamblea una última mirada irritada y amarga. Fuera, se recobra y se encarniza todavía. Imposible como Primer Ministro conservador, intenta sobrevivir como Primer Ministro unionista pidiendo ayuda a los laboristas. Estos rehúsan. Chamberlain trata entonces de designar su sucesor, con el fin de eliminar a Churchill, una vez más. Su favorito es Halifax, pero Halifax es un Lord, al que la Constitución del Reino Unido prohíbe el acceso a los Comunes. Indignado, reconoce que no es posible dirigir la guerra desde la Cámara Alta.
Pese a ser el verdadero culpable del desastre en Narvik, Churchill es la única opción. Un grupo ardiente impulsa al hombre en quien la opinión pública ve cada vez más la energía que necesita Inglaterra. Otro grupo se empeña en prohibirle el acceso a Downing Street. La policía está nerviosa.
Churchill en una visita al frances Reynaud |
En París se desarrolla una crisis paralela, más grave aún, porque alcanza a la vez al gobierno y al mando. Paul Reynaud, definitivamente, no quiere más a Gamelin desde la derrota de Noruega. Le anima a ello una atrevida carta que acaba de escribirle el Coronel de Gaulle, pasando por encima de una cascada de jerarquías. "El cuerpo militar, por el conformismo inherente a su naturaleza, no se reformará solo... Su reforma es una obra de hombre de Estado que usted debe comprender. Yo no ambiciono mayor honor que el de servirle en esa obra capital...". Pero Daladier sigue apoyando al generalísimo a quien ha nombrado y en quien todavía creé ver brillar el tranquilo fulgor del genio. En el Consejo del Gabinete del 9 de mayo, rehúsa destituir a Gamelin de su mando.
Reynaud responde declarando dimisionario al ministro. Simplemente, pide a sus colegas que guarden en secreto esa decisión hasta el día siguiente.
El día siguiente, es viernes 10 de mayo de 1940: El Reich alemán esta listo.
Fuente: "La Segunda Guerra Mundial". Raymond Cartier. Ed. Larousse/Paris Match. 1970.