El ejercito francés antes de la ofensiva alemana de 1940 - Parte 2

La mayor inferioridad del ejército francés se encuentra en el cerebro de sus generales. El breviario del mando, la "Instrucción sobre el empleo táctico de las grandes unidades", dice expresamente que la guerra futura será la continuación de la guerra precedente. "El cuerpo de doctrina fijado después de la victoria por los jefes eminentes, debe seguir siendo la carta de empleo táctico de nuestras grandes unidades". Dice la edición de 1937. Los tanques, en especial, no deben causar engaño: "...el arma antitanque surge ante ellos como en la última guerra, las ametralladoras ante la infantería".

Si el enemigo trata de imponer una guerra de movimiento, se cuenta con que no será capaz, por el campo de batalla fortificado y por las barreras de fuego continuo que se le piensa oponer. Por eso hay que ver cierta lógica en la negativa del mando francés a insistir en las enseñanzas de la campaña de Polonia. "¿Para qué turbar el espíritu de los ejecutantes produciendo dudas sobre la excelencia de los principios que se le piden que aplique?". Notable nivel de retardo intelectual entre el generalato.

Las unidades blindadas galas eran por bastante,
superiores a sus rivales germanas, exceptuando en la velocidad.
Sin embargo, no faltan ideas. Ya en 1921, el que se llamó "el padre francés de los tanques", el General Estienne, trazaba una previsión correcta y precisa de la guerra acorazada tal como veinte años después la harían los alemanes.

Hacia 1939, unos innovadores hicieron salir al tanque del marco exclusivo de la infantería y tras innumerables tanteos, desarrollaron la división ligera mecanizada, la cual, como hija de la caballería, siguió siendo un instrumento de exploración y de toma de contacto más que de combate. Los tres ejemplares que existen en 1940 serán de lo mejor que tenga el ejército francés.

El más ardiente debate tuvo lugar en torno al cuerpo acorazado. El Coronel de Gaulle lo exigió en 1935, en su libro "Hacia el ejército profesional". Preconizaba 6 divisiones acorazadas, cada una con 500 tanques, capaces de ir a hacer la guerra inmediatamente al enemigo en caso de violación de los tratados. El 15 de marzo de 1935, Paul Reynaud presentó la tesis gaullista en la tribuna de la Cámara. Pero los representantes de la nación creían en el piadoso deber de ignorar las cuestiones militares (como en la Argentina Kirchnerista) y encomendarse ciegamente a la competencia del estado mayor. Daladier, intérprete de éste, no tuvo dificultad en hacer rechazar el cuerpo acorazado. Lo único sorprendente fue la importancia de la minoría, los 124 votos que obtuvo.

Un joven Charles DeGaulle trato de sacar adelante sus ideas
acerca de la guerra moderna
Las reacciones de los adversarios del "artefacto" blindado habían sido de un vigor épico. El viejo compañero de batalla del hombre, el caballo, había visto alinearse a su lado a una nube de hipófilos que oponían el carburante nacional, la avena, al carburante exótico, la gasolina. Se demostró, utilizando una experiencia desgraciada, que las grandes unidades mecanizadas pedidas por los visionarios eran de imposible manejo, con sus millares de vehículos formando columnas de 100 km de largo por los caminos.

Refutando a de Gaulle, un antiguo profesor de la Escuela de Guerra, el General Chauvineau (dinosaurio del Cretácico), consiguió que la más alta autoridad militar francesa, el Mariscal Petain (dinosaurio del Jurásico), le prologara su libro, con la frase: "¿Todavía es posible una invasión?", en que respondía: "No. Judío errante obligado a marchar sin detención, el tanque no puede ser un enemigo temible. El frente contínuo, no es un accidente pasajero del que uno se puede librar como de una mala costumbre." Y saludaba como "mejor prenda de la paz", la posibilidad, para Francia, de detener "con seguridad" a todo enemigo que quisiera violar sus fronteras. ¡¡¡Impreso en Francia, en abril de 1939!!!

Los atestados de discusiones en el Consejo Superior de la Guerra sobre la creación de una división acorazada (29 de abril de 1936 - 15 de diciembre de 1937, 2 de diciembre de 1938) iluminan el temor que esa innovación inspiraba a un alto mando conservador: la de quedar aislado de la dirección de la batalla por una formación que ya no se adaptaría al fraccionamiento de las grandes unidades. "¿Qué pasaría - preguntaba el General Dufieux -, si la acción de vuestra división acorazada se extendiera a un frente superior al de un cuerpo de ejército?". Con meticulosa prudencia, el reglamento sobre el empleo de los tanques codificaba su rango de servidores, especificando que formaban "parte integrante del dispositivo de la infantería", que no eran más que un "medio suplementario" puesto temporalmente a la disposición de ésta, que era indispensable un enlace "estrecho y permanente", y que el mejor modo de asegurarlo era la "subordinación de las unidades de tanques a los jefes de infantería..."

Las poderosas unidades galas fueron pésimamente
utilizadas en el transcurso de la Batalla de Francia
Tales eran los principios de un combate metódico y bien sentado, cuya dirección se ejercía cómodamente a distancia, desde puestos de mando situados "en el mango del abanico", o sea, fuera de la zona de guerra (cualquier semejanza con el mando militar en Puerto Argentino, es mera coincidencia). Tales eran los principios que destruían innovadores aturdidos que llegaban a hacer subir a los generales en vehículos blindados de mando, e incluso en aviones, para ver el campo de batalla, como Napoleón en Arcoli. El título dado por de Gaulle a su libro aumentó las repugnancias. Los viejos jefes se vieron relegados al mando del ejércitos de las milicias, mientras que nuevos jefes caracolearían por ahí a la cabeza del ejército motorizado. ¡Con todas sus fuerzas, se aferraron a sus batallones de tanques, instrumentos poderosos y dóciles de una guerra "sensata"!

A pesar de todo, tras el aplastamiento de Polonia, el mando francés juzga indispensable hacer algo (hacer las maletas como el mariscal polaco Rydz Smigly, quien huyera a Rumanía sin armas pero con importantes ganancias, mientras Polonia no había terminado de ruborizarse!!!, modo sarcasmo off).

El 16 de enero de 1940 ordena la creación de dos divisiones acorazadas. El 20 de marzo se crea una tercera. En pocas semanas, esas unidades mecánicas pesadas, discutidas durante años por las momias del estado mayor, salen de la nada y se alinean al lado de las D.L.M, para constituir algo parecido al cuerpo de batalla acorazado que reclamaban los "heréticos" de antes de la guerra. Las divisiones acorazadas francesas no son instrumento de decisión y de exploración estratégica, como las Panzerdivisionen de Guderian: las francesas sólo son útiles de contraataque destinado a restablecer la continuidad de frentes.

Nacido el día antes, el ejército alemán crece rápidamente. En el Cuartel General francés, el oficial encargado de mantener al día el orden de batalla enemigo, Capitán Glain, es acusado de padecer "alucinaciones", a fuerza de enumerar cuerpos de tropa nuevos, y sin embargo, sus evaluaciones son notablemente exactas, puesto que, el 10 de abril de 1940, señala en el frente oeste 137 divisiones alemanas, siendo la cifra real 136 y 1/2. Por el lado francés, en cambio, las creaciones del invierno se reducen a poca cosa: las D.C.R, una D.L.M suplementaria, 2 D.I, 2 D.I.N.A, 2 divisiones polacas (que aún lloraban la paliza de septiembre).

El Reich recurre a una reserva de efectivos aún abundantes, mientras que en Francia se ha llamado ya a todo el material humano. El refuerzo más considerable que recibe Gamelin es el refuerzo británico. Desde 4 divisiones en septiembre, la B.E.F (British Expeditionary Force) llega en mayo a 11 divisiones y a un total de 394.195 hombres. Es más de lo que Sir John French llevó a Joffre en 1914, pero mucho menos de lo que Sir Douglas Haig puso a disposición de Foch en 1918. El esfuerzo militar entre los aliados sigue siendo muy desigual: Francia moviliza a 1 habitante de cada 8; Inglaterra, 1 de cada 40.

El BEF, nunca fue lo suficientemente fuerte para apoyar eficientemente
a sus aliados galos, aunque era poco lo que podian hacer.
La B.E.F ocupa un sector al oeste de Lila, entre Maulde y Halluin. El cuartel general está en Arras. La cuestión del mando único, tan espinosa durante la 1ra Guerra Mundial, se arregló sin dificultad, gracias a que el General-Vizconde Gort aceptó espontáneamente ponerse a las órdenes de Gamelin.

Gort, el optimismo personificado, no deja de enviar a Londres informes satisfactorios, pero sus dos lugartenientes Sir John Dill y Alan Brooke, tienen una mirada más crítica.

En el diario secreto que éste lleva para la Sra. Brooke, no deja de anotar las señales de flojedad del ejército francés. Ejemplo: "Invitado al IX Cuerpo por Corap, me choca el espectáculo de las tropas que hacen desfilar delante de mi. Hombres sin afeitar, despeinados, con el uniforme y el correaje mal puesto, vehículos sucios y una completa falta de espíritu militar. A la orden de: ¡Vista izquierda!, apenas algún hombre, acá y allá, se toma la molestia de obedecer...". En cambio, le abruman las comidas que le ofrecen en los cuarteles generales franceses. "31 de octubre. Almuerzo con ostras, langostas, pollos, pate de foi gras, faisanes, quesos, helados, frutas, licores, etc. Esas comilonas me estropean el estómago y me perturban considerablemente el trabajo...".

El Mando

Ultima y gravisima razón de inferioridad francesa: la organización del mando. NO EXISTE en Francia nada análogo a la centralización que el O.K.W (Oberkommando der Wehrmacht) y que el carácter de Hitler dan a Alemania.

La URSS, cuando entre en guerra gozará de una concentración análoga de poderes en manos del Generalísimo Stalin. Inglaterra y EE.UU tendrán jefes de guerra omnipotentes, una gracias a la personalidad dominante de Winston Churchill, y otra gracias a la Constitución de Estados Unidos, que hace del presidente el jefe supremo de las FFAA. Sólo Francia escapará a esta regla lógica de salud pública.

Existe un Ministerio de Defensa Nacional: no es casi más que el viejo Ministerio de la Guerra con otro nombre. Existe un Jefe de Gobierno, Eduard Daladier: la idea de que, como Hitler y Roosevelt, pudiera ejercer personalmente el mando supremo está en antinomia con las ideas francesas. Existe un General Gamelin: habrá de ser un doctor en causística militar para entender sus atribuciones. Jefe de Estado Mayor de la Defensa Nacional, debería de tener a sus órdenes las tres ramas de las FFAA, ¡Pero NO ES ASÍ!:

La Marina y el Aire son independientes, y empeñados a seguir siéndolo.

Comandante en Jefe de las Fuerzas Terrestres, podría como Joffre en 1914, ser el único jefe en el frente principal, el Nordeste, pero no es así:

El Comandante en jefe del Nordeste es el General Georges.

Entonces, Georges, debería ser el dueño en su teatro de operaciones, y tampoco es así: Gamelin se ha reservado todos los cambios de oficiales generales, y mantiene con los subordinados de Georges unas relaciones directas incompatibles con los principios de la jerarquía.

El comandante general del ejercito francés, Maurice Gamelin.
El Ejército Francés tiene dos jefes supremos, lo que equivale a decir que no tiene ninguno.

La confusión se extiende a los Estados Mayores. Desde enero de 1940, el de Georges y el de Gamelin se han divorciado, quedándose uno en La-Ferté-sous-Jouarre, y el otro diseminándose alrededor de Meaux. El propio Gamelin se ha establecido en el fuerte de Vincennes, a las puertas de París, del lado del peligro, es decir, del Gobierno, del Parlamento y de los salones políticos. Residencia lúgubre: las casamatas del viejo fuerte exhalan salitre y hastío. Los fosos han visto pasar a los fusilados de todos los regímenes, desde el duque de Enghien hasta Mata Hari. Pero el fuerte de Vincennes no tiene estación de radio, ni siquiera un palomar, en una época en que las buenas cabezas militares francesas creen en las palomas mensajeras. La propuesta de utilizar un teletipo, hace que, al oficial que lo sugiere se le pregunte si confunde las ordenes militares con los resultados de las carreras, increíble... En el mes de mayo se medirá, lo que es el aislamiento, la ignorancia, la impotencia de aquel hombre que el pueblo francés cree que manda sus ejércitos.

Gamelin: muchos de los que le trataron sospecharon que bajo sus modales un poco suntuosos, conocía la verdad. Que tenía conciencia de la aplastante superioridad alemana y que, juzgando imposible todo viraje, se refugiaba en el fatalismo diluyendo sus responsabilidades. Pero, más vencido que Bazaine no teniendo ya nada que salvar, rechazará esa interpretación, indulgente en definitiva: "Lo confieso: creía en la victoria".

Discutiendo su carácter, se le reconocía inteligencia. Por su parte, él renuncia. Por desgracia, sólo era posible creer en la victoria si no era por insuficiencia de información o debilidad de juicio.

Fuente: "La Segunda Guerra Mundial". Raymond Cartier. Ed. Larousse/Paris Match. 1970.
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